En los calabozos, los juzgados y en las salas de redacción, digitalizadas o no, el idioma corre peligro, no importa cuál sea la lengua ni quiénes sus usuarios: imputados, carceleros, abogados, jueces o webmasters (una palabra que de tanto repetirla ha perdido todo significado sin que se sepa aún qué quiso decir su inventor).

En Venezuela, que vive una situación especial desde febrero de 1999, el peligro de quedar incomunicados se acrecienta con cada segundo que pasa. Las razones no están en el intento de imponer un neolenguaje, como “descubrieron” a deshoras algunos de los que llegaron tarde a la lectura de 1984 de George Orwell y pretendían aparecer como descubridores de un filón literario-ideológico, sino en el particular empleo que hace de las palabras un conjunto humano que ha perdido el rigor, que todo le parece lo mismo, que desecha las diferencias y menosprecia la calidad. Dejadez.

La casualidad o la ley de probabilidades quiso que en un mismo texto aparecieran víctimas, causantes y desaguisado precisamente cuando más se requería la precisión en el uso de la lengua. Nos referimos a la noticia que informa de la aplicación de una “medida sustituta” al periodista Mario Alexander Peláez, jefe de redacción del diario Caribazo, detenido por la GNB y entregado al Sebin cuando entraba al país luego de cumplir en Cúcuta labores propias de su oficio.

En las páginas web dedicadas a informar se publicó que Peláez quedó en libertad el domingo, pero no plena. Debe presentarse cada ocho días al mismo tribunal contra el terrorismo que lleva la causa del diputado Juan Requesens.

Peláez fue imputado de “instigación al orden público”, un delito que no aparece en ninguna ley de la República Bolivariana de Venezuela y tampoco en el buscador Google. Queda suponer que lo acusan de alterar el orden público, un quebrantamiento de la ley que requiere flagrancia, cauchos quemados, perdigones, lacrimógenas y no la simple presentación de la cédula de identidad para entrar –nunca ingresar, coleguitas– a la patria, que era lo que ocurría cuando la GNB lo detuvo con los activistas de Voluntad Popular Juan Bautista Mata, Nilson Torres y Víctor Cirios en el paso fronterizo.

Peláez estuvo incomunicado en el Sebin 72 horas y fue presentado ante un tribunal con competencia en delitos económicos, pero como la juez declinó la causa lo llevaron al tribunal que mantiene en prisión a un diputado de la República sin que sus compañeros de la Asamblea Nacional le hayan levantado la inmunidad parlamentaria. Ahí el problema no es idiomático, sino de injusticia, de trapisondas jurídicas, de simple represión y tortura contra quienes levantan la voz contra la usurpación y la tiranía.

En los calabozos de todas las presiones del mundo los reclusos tienen una jerga o jerigonza para eludir el fisgoneo de los carceleros o de las bandas rivales. Se llama germanía, caló, calé, lunfardo o como lo hayan designado los delincuentes de ese país o región. En los tribunales no pasa lo mismo, hay un lenguaje jurídico que se aprende en los libros y en las escuelas de Derecho que tiene como fin ser más justos en la aplicación del ordenamiento legal. Los jueces, como cualquier otro hablante, pueden inventar palabras y hasta componer canciones, lo que no pueden es inventar delitos. Solo es delito lo que está claramente establecido como tal por la ley, y ninguna ley venezolana ni de otro país establece que fomentar el orden público acarrea una sanción jurídica, mucho menos una limitante de la libertad con presentación cada ocho días a un tribunal especializado en terrorismo.

Al final, ante tanto desaguisado, uno queda con demasiadas dudas por cantidad de caracteres leídos: cómo se llaman las dos jueces, cuáles fueron los tribunales que actuaron, qué ley le habrían aplicado y, finalmente, porque el periódico Caribazo no informó en la versión impresa ni en la página web que su jefe de redacción había sido detenido y se encontraba en los calabozos del Sebin. ¿Miedo, censura o no hallaron las palabras adecuadas para defender a uno de sus profesionales más destacados? Vendo arpón para cazar gazapos.


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