Quien acá escribe publicó, en la BAT, San Cristóbal, 2012, el libro El hombre y sus inquietudes. Desde su aparición se dio a la tarea muy humana de mejorarlo y ampliarlo haciéndole las debidas correcciones de estilo y de contenido. Y ya tiene preparada la segunda edición, quedando en espera de que cese la crisis económica deliberadamente creada y se ponga fin a la persecución a la cultura para poder publicarla.

Indiscutiblemente, el hombre es el ser más importante que existe sobre la Tierra, porque es el autor de la ciencia, de la filosofía, del arte y de la tecnología, o sea, de la civilización, y la civilización es el producto de la cultura y esta es el resultado de la acción de los seres humanos.

Cuando empleamos el vocablo hombre o mujer de ningún modo estamos haciendo referencia solamente a esa figura humana expuesta ante tantas miradas. Pues lo verdaderamente importante del ser humano es invisible físicamente, está oculto dentro de esa tangible presencia. Allí hay algo misterioso que podríamos llamarle el aparato intelectual o psíquico (para darle un nombre). Dentro de ese oscuro e intangible mundo está el intelecto, la emotividad y la vida de relación que constituyen la fuente generadora de todas las inquietudes humanas. Ello nos da pie para afirmar que el hombre es algo así como un haz de ilusiones, de preocupaciones, de angustias y, también, de problemas, e incansablemente anda siempre cargado de dudas y sediento de saberes, de informaciones y de conocimientos. Gracias a ese dinamismo y a su capacidad intelectual la misión del hombre en el mundo es trascendental.

Muy importante es señalar que cuando empleamos el vocablo hombre no nos referimos solo al varón, discriminando al bello sexo femenino, no. Acatemos la definición dada por el doctor Guillermo Cabanellas en su Diccionario usual: “Hombre es todo individuo de la especie humana, cualquiera sea su edad y sexo”.

¿Dónde hace su vida el hombre? El hombre vive sobre la Tierra y dentro del aire; físicamente vivimos dentro de la atmósfera, gracias a ella respiramos, que es lo esencial para nuestra subsistencia. Pero, además de en esa atmósfera, estamos inmersos en otra, en la cultural. Esa atmósfera cultural está formada por elementos intangibles, como lo son: la mente, el espíritu, el alma, la vida psíquica e intelectual. Entonces, vivimos, actuamos y nos desempeñamos dentro de dos mundos, si así es correcto afirmarlo. En un mundo físico tangible y, en otro, en el cultural, intelectual y espiritual. El mundo físico no es hechura humana, pero sí podemos, en poco o en mucho, modificarlo y adecuarlo un tanto a nuestras necesidades y comodidades. No así el mundo cultural, en el cual contamos con la completa autonomía del hombre porque es hechura y patrimonio de los seres humanos, quienes lo acomodamos a nuestros gustos y acordes a los avances de la civilización, y, gracias a la humana capacidad intelectual, se ha creado, lo modificamos y, paralelamente a los nuevos avances, lo enriquecemos.

Finalmente, apuntemos que el hombre, conforme ama la vida, igualmente ama la justicia y profundamente ama la libertad, que es suya por el sagrado derecho natural.

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