Volvamos a los orígenes auténticos del pensamiento venezolano. Rómulo Betancourt se erige magnífico como un pensador que desde temprano en el siglo XX tuvo una clara concepción de la democracia y el programa modernizador de Venezuela. Allí quedó plasmado en el Plan de Barranquilla, un sueño de país bien elaborado, aunque es verdad lo que algunos destacan con “un cierto fervor materialista y marxista inicial”, pero eso pasó muy rápido.

Allí se contempló claramente la preeminencia de la soberanía popular a través de elecciones limpias con voto directo, secreto y universal.

Coincido con la tesis del historiador vivo más importante del país, Germán Carrera Damas, que el 18 de de octubre no se actuó con improvisación de parte de Betancourt, sino que fue algo bien meditado. El día anterior, en el Nuevo Circo, había esbozado el programa de lo que en realidad pusieron en práctica desde el poder. Tenían en mente los octubristas civiles y civilistas que la democracia nunca se ha detenido ante la muralla de los cuarteles, lo que ignominiosamente sucedió con este régimen abyecto de 20 años.

Lamentablemente, el acuerdo tan bien labrado en torno a un candidato unitario hecho realidad con Diógenes Escalante se desmoronó por su súbita enfermedad. Luego fue imposible lograr con Medina un nuevo acuerdo sobre otra figura. Se negó. Volvió a sus fueros gomecistas al designar a su sucesor a dedo: un civil buena gente pero anodino y andino, esto último era una rémora a la que no estaba dispuesto a renunciar, por eso Arturo Uslar Pietri no pudo ser candidato. Tanto López Contreras como Isaías Medina Angarita, a pesar de que significaron un viento fresco del sistema político hasta ese entonces imperante, siempre encarnaron la parte final de un régimen autoritario y aberrante.

El 18 de octubre no fue un golpe militar. Betancourt ya había dicho que la sociedad quería tener a un civil en el poder. El 18 de octubre fue un golpe cívico-militar y reivindicó enseguida la soberanía popular y el establecimiento de la república. Así como el ejercicio democrático del poder.

Veamos: la formación del poder a través de la vigencia de la soberanía popular: ampliaron el universo electoral con la incorporación de las mujeres, los jóvenes mayores de 21 años y los analfabetas; ejercieron el poder con responsabilidad y moralidad administrativa; y la finalidad del poder con políticas nacionales no en beneficio de un determinado sector. No se llamaron revolución porque estaban desprestigiadas con los patéticos montoneros del siglo XIX. Pero sí lo fue porque sus conquistas quedan y son defendidas por la sociedad, a pesar de los esfuerzos ignominiosos de este régimen por demoler la república, pero al final serán derrotados y sepultados en el basurero de la historia.

¡Libertad para los presos políticos y regreso de los exiliados!


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