El hambre puede definirse como aquella sensación fisiológica o psicológica que induce u obliga a satisfacerla de forma prioritaria e inmediata. Sin embargo, cuando se presentan trabas o limitantes,  en el organismo del individuo se activan procesos neuronales y hormonales que lo pueden llevar a instintos primitivos de supervivencia. A tal efecto:

“Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos donde la vida  habita siniestramente sola. Reaparece la fiera, recobra sus instintos, sus patas erizadas, sus rencores, su cola. Arroja los estudios y la sabiduría. Y se quita la máscara, la piel de la cultura, los ojos de la ciencia… Entonces solo sabe del mal, del exterminio. Inventa gases, lanza motivos destructores. Regresa a la pezuña, retrocede al dominio del colmillo, y avanza sobre los comedores…” Hernández, M. (2010). El hambrehttps://bit.ly/2SYHjRO

Sin considerar los restantes nutrientes esenciales para la vida, según la Organización Mundial de la Salud, un grupo familiar conformado por 4 personas requiere cuando mínimo 5 kilogramos de proteínas al mes. Entonces, si un hogar devenga un salario mínimo de  18.000 bolívares, nos encontramos con la trágica e inocultable realidad, que existe un déficit de nutrientes que es imposible adquirir con esta “remuneración mensual inconstitucional” (incumple el artículo 91). Por tanto, no es una falacia aseverar que más de 95% de los venezolanos está en un estado de desnutrición y potencial condición de hambruna. Recalcando que la caja CLAP no ha podido ni la bolsa humanitaria tampoco podrá superar esta adversidad humana, si se sigue desconociendo o desconsiderando factores condicionantes en el orden económico, político y esencialmente en lo cultural: moral-ético.

Por otra parte, la terrible realidad del gran grupo de vulnerables que nos negamos a irnos de Venezuela, es que si nos enfermamos por muy leve que esta sea, corremos el riesgo de un desenlace fatal. El sistema nacional de salud en lo que respecta a los sectores privado y público está colapsado: las coberturas son insuficientes y las primas o aportes impagables; altos, crecientes e incontrolados precios de los servicios de salud; medicamentos que son “especulados” al mejor postor. En el país existen enormes debilidades frente a las empresas que prestan el servicio de HCM, entre los que destacan los baremos y auditorias clínicas, lo que en la práctica se traduce en presupuestos cambiantes y excesiva facturación final.

Por consiguiente, lo menos que debemos hacer por una parte, es reconocer y oficializar ante nosotros mismos, el país y el mundo entero, que en lo personal, familiar y como nación venezolana estamos en una situación de hambre, y no solamente carencia de nutrientes básicos para sustentar la vida biológica, sino también de todo aquello que favorece una vida integral y digna. Es decir, tenemos hambre de buena salud, hambre de salario mínimo con poder adquisitivo (para diciembre 2019 debía ser mayor a los 92.000 bolívares), hambre de presupuesto justo para la operatividad institucional y fortalecimiento de la infraestructura universitaria y del país, hambre de seguridad, hambre de querer quedarse en el  país… hambre de tener una buena vida, pero producto de nuestro trabajo y estudio decente, etc.

En tal sentido, por “caridad y solidaridad humana”, más que “ayuda humanitaria” es indispensable un cambio de “timón” en la  forma de gobernar, direccionada por una efectiva “política social” que se complemente o equilibre con el diseño y ejecución inmediata de un plan integral de reconstrucción, el cual  requiere de inicio un aporte financiero del sector externo  por la vía de préstamos y donaciones, por el orden de los 200.000 millones de dólares. Todo con el propósito de recuperar la credibilidad, la gobernabilidad y desarrollar políticas económicas coherentes y pertinentes (IPAP), con  la consecuente reactivación del aparato productivo (con visión diversificada): que facilite el abastecimiento, genere empleo productivo y se transfiera  poder adquisitivo a las familias. Ver: https://bit.ly/2Sr89wA

Independientemente del lado que se ocupe de acuerdo con los que “escriben la historia”, para lograr efectivamente el objetivo de “hambre cero” en todas las dimensiones, antes de apoyar una opción que nos dirija a un escenario de mayor fatalidad humana, caracterizada por una explosión social, insurrección militar, enfrentamientos entre civiles o guerra causada por la invasión de fuerzas militares extranjeras; seguimos apostando por el diálogo sincero, la rectificación honesta, la concertación o “pacto de caballeros”, el referéndum consultivo y  las transparentes elecciones presidenciales y del Parlamento nacional (para diciembre 2019) que permitan dirimir las diferencias insalvables: todo en el marco de nuestra carta magna.

Por supuesto que las sanciones económicas y financieras que recaen sobre Venezuela y el bloqueo de los activos de Pdvsa generan un impacto negativo sobre la economía real y dimensión  social de la población, pero el “padecimiento complejo humanitario” traducido en mayor “hambre” para los venezolanos no es producto de esta situación coyuntural, sino de un agravado proceso de decadencia e involución de largo plazo.

[email protected]; @tipsaldia


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