No estoy seguro de que todos lean bien las consecuencias a mediano plazo de la salida de Margarita Zavala de Calderón del PAN, y su posible registro como candidata independiente a la Presidencia. Entiendo –y me encanta– la lógica conspirativa.

Zavala le tumba cinco o seis puntos a la candidatura del Frente, y así gana el PRI; o en su caso, más adelante, ya conseguidas las firmas y en pleno cierre de campaña, la esposa de Calderón se suma al candidato del PRI, si es Meade, junto con los senadores calderonistas, los millones de votantes panistas que ellos, Calderón y el voto útil  atraen y conducen. Jaque mate.

Hay otra lectura. La partida de Zavala Calderón revestiría, en esta interpretación, dos grandes ventajas para el Frente, y la merma de votos o el apoyo al PRI y a Peña no pintarían demasiado. Primera ventaja: cualquiera entiende que más allá de qué vino primero, mientras Zavala pudiera participar en cualquier tipo de proceso interno en el PAN o el frente, existía la posibilidad de su victoria. Esta última era por completo incompatible con la existencia misma del frente: ni un votante, ni un cuadro, ni un dirigente del PRD o de Movimiento Ciudadano votaría o apoyaría a la esposa de Calderón. Pero ahora que ya no participará en el proceso o método que los dirigentes partidistas escogerán, se desvanece ese riesgo. Ninguno de los participantes en potencia es intransitable para los tres partidos, aunque uno, Moreno Valle, lo sería sin duda para las organizaciones de la sociedad civil, que en teoría van incorporándose al Frente. Trátese de un mecanismo a modo para designar a Ricardo Anaya, o de una contienda abierta de verdad, el resultado sería venturoso para el Frente. Gracias a Margarita.

Pero la segunda ventaja resulta más trascendente. Mientras el calderonismo permaneciera en el PAN, y sobre todo si sus líderes hubieran buscado una negociación con Anaya y el Frente para incorporarlos al Senado, a la Cámara de Diputados y le brindaran protección necesaria al propio Calderón, el candidato del Frente que fuera se habría visto obligado a evitar cualquier deslinde con la hecatombe del sexenio de Calderón. Imposible denunciar la guerra de Calderón, los 120.000 muertos, los 30.000 desaparecidos, el derrumbe de la imagen internacional del país, el exorbitante gasto en seguridad sin que haya servido para nada. La candidatura frentista estaba obligada, si no a cargar con ese lastre defendiendo a Calderón, por lo menos a no deslindarse de él. Tampoco podía atacar al candidato de Peña Nieto en el capítulo de violencia, inseguridad y narco, pues replicó por completo la estrategia y las cifras de su predecesor.

En cambio, ahora, esa hipoteca ya no existe. Cualquier aspirante de la coalición PAN-PRD-MC etc., podrá libremente criticar, acusar, despotricar contra la guerra de Calderón sin mayores miramientos. Lo hará o no, dependiendo de muchos factores, pero no por la permanencia de los Calderón en el PAN. Gracias a Margarita.  

¿Tienen razón los priistas y sus aliados en varios ámbitos al festejar la escisión del PAN (hasta ahora solo de 2)? ¿O le suma puntos al Frente el poder deshacerse de una carga histórica y electoral a tiempo y a un costo aceptable? No falta mucho tiempo para saberlo.


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