La geografía facilita la explicación e interpretación de los procesos territoriales y las ventajas locacionales de las naciones, especialmente cuando se trata de un país cuya referencia mundial tiene una alta estima como espacio de ensueño. La historia ayuda a entender cómo el pasado posee el gran efecto de fijar y orientar el destino de las sociedades.

Venezuela es un caso de excepcional atención cuando de geografía e historia se trata, puesto que cuenta con los canales geográficos que influyen en el desarrollo económico y social y una no muy larga vida republicana en la que los principales actores en el escenario son la sociedad, la economía, los militares y los políticos.

Gallup et al (2003) señala que la geografía es responsable, en gran parte, del desarrollo o atraso de las naciones a través de ciertos canales naturales o humanos. En geografía física esos canales están constituidos por la ubicación en el planeta, el clima, las características de la tierra y la topografía del terreno; en geografía humana son los patrones de localización y distribución de la población con respecto a las costas y su concentración en las áreas urbanas.

Venezuela, de acuerdo con Mena (2007), es un país cuya ubicación en el contexto del dominio espacial planetario goza de una equidistancia geográfica valorada por su posición en el centro de las Américas. Esta ubicación en el contexto del planeta le confiere una personalidad muy particular. La localización geográfica con respecto al mundo y el continente define al país como cargado de una megadiversidad manifiesta en una relativa zonalidad de variadas expresiones climáticas y una vegetación múltiple.

Además, la tectónica le confiere una alta carga de heterogeneidad en sus relieves: cordillera de los Andes, cordillera Caribe, Escudo guayanés y el sistema de montañas de Lara-Falcón, sin olvidar la existencia de ambientes sedimentarios que impregnan el territorio: las llanuras fluviales de la cuenca del Orinoco en la amplia depresión central llanera y la llanura fluviolacustrina de la cuenca sedimentaria del lago de Maracaibo.

Venezuela, en palabras del sabio geógrafo alemán E. Otremba, es como “una réplica en miniatura de Suramérica”, esto en el entendido de su diversidad físico geográfica, evidente en la realidad espacial venezolana en cuanto a los grandes conjuntos de su relieve, la diversidad de biomasa, las redes hidrográficas y los diversos paisajes de la tropicalidad climática.

En relación con sus aspectos humanos, la historia de la manera en que el territorio venezolano se fue poblando desde el inicio de las exploraciones europeas en búsqueda de nuevas rutas de conexiones marítimas, la idea de la imagen del mundo cambia cuando navegantes de Castilla dirigidos por un judío católico avista “tierra firme”. Cristóbal Colon llega y la describe por los dotes de la geografía que contempla como lo más cercano a lo que bíblicamente él llamaría: el “paraíso terrenal”, “Tierra de Gracia”.

Pero no es allí donde comienza a poblarse el territorio de lo que hoy es Venezuela. Existen evidencias arqueológicas que dan cuenta de que hace miles de años grupos nativos se movían y ocupaban espacios antes de la llegada del europeo. Los nativos integraban los variados complejos culturales que daban forma a los modos de vida prehispánica y eran agricultores, recolectores, cazadores y pescadores, grupos nómadas y sedentarios que tenían un patrón de localización definido por la presencia de agua, recursos, suelos fértiles y climas benignos.

A ello se agrega el proceso colonizador que se realiza en el período en que los castizos tomaron la referencia geográfica de los pobladores nativos para ubicar e implantar la creación de ciudades coloniales. La colonia representó el dominio español durante tres siglos sobre tierras, pobladores e incluso sobre los productos tropicales producidos en los ricos y fértiles suelos; rubros como caña de azúcar, cacao, café, añil y algodón constituían la base productiva de la economía de lo que era conocido como Capitanía General de Venezuela.

El sistema de control comercial en el siglo XVIII sobre los productos tropicales, la fijación de precios y la designación de los mercados virreinales por atender, fueron normas impuestas por la corona a la clase comercial de la capitanía mediante el sistema de control de la Compañía Guipuzcoana. Este hecho fue una de las razones que causó incomodidad, molestia y repuntó en lo que luego sería el proceso independentista, el cual sentó sus bases en los fundamentos del liberalismo económico. Grupos criollos, mestizos, nativos y afrodescendientes influenciados por élites comerciales criollas van a intentar materializar ideales de vida que impregnaban el ambiente socioeconómico y político de la época.

Caracas en el siglo XIX es considerada la ciudad cabeza de las ideas del liberalismo y la ilustración. Hechos de trascendencia histórica como la independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa influyeron en las élites intelectuales de los blancos criollos caraqueños. Esto ocasionó transformaciones en la vida sociopolítica de las colonias hispanas y de ello no escapó la Capitanía de Venezuela, que para comienzos del siglo XIX se constituye en una naciente República que alcanza la libertad política, pero en la que por erróneas ideas de intereses de élites militares y caudillistas se mantuvo el control económico de los factores de producción.

Esta realidad es un error histórico que se ha repetido en el país: la coexistencia de grupos de élites que buscaban una moderna y sólida construcción de una República liberal, y grupos caudillistas que intervienen las instituciones republicanas bajo el argumento de un Estado providencial durante todo el período decimonónico.

Los factores productivos ya sea en rubros como café o cacao durante la segunda mitad del siglo XIX estaban sujetos a intereses de élites políticas y militares, cuya función pública consistía en distribuir la renta a una población que por causa de la guerra de independencia y sus consecuencias yacía en una postrada pobreza. La concepción política del siglo XIX, en la que los gobiernos controlan y administran la economía nacional y los recursos naturales, es una idea que incluso en la Venezuela petrolera de principios del siglo XX y hasta el siglo XXI se afianza y consolida.

La conservación de la idea de gobiernos distribuidores de renta sin valoraciones cualitativas y cuantitativas del factor productivo del trabajo, es una concepción política que se ha mantenido en la historia contemporánea venezolana. La distribución de la renta generada por exportaciones de productos vegetales o minerales sin previa transformación en bienes elaborados, ha marcado la conducción histórica de la nación. En la cultura de los políticos que han gobernado a Venezuela existe la idea de que se deben atender los problemas individuales del ciudadano, de allí, que desde el inicio republicano en el siglo XIX las élites políticas de esta nación han subestimado las fuerzas humanas del trabajo, la producción, la riqueza, el emprendimiento, la competencia y el mercado.

Por lo tanto, las potencialidades geográficas se han desaprovechado y se ha incrementado la pobreza en un país que cuenta con abundancia de recursos naturales y humanos para proyectarse como una nación con una economía de mercado moderna y próspera, elevar su índice de desarrollo humano y estabilizar su estructura y dinámica demográfica, potenciar su índice de alfabetización para el desarrollo del conocimiento, la ciencia y la tecnología. Pero esto se detiene mientras tradicionalmente las élites políticas de esta nación se ocupan es de administrar las riquezas naturales y minerales sin dar valor alguno a la capacidad individual que hay en la iniciativa, el emprendimiento, el trabajo y la creatividad de las mentes humanas.

En efecto, Venezuela tiene mucho que ofrecer, su variada geografía así lo demuestra. Desde ese punto de vista la región del macizo de Guayana es geológicamente la más antigua, con 47% del territorio nacional, y reúne una amplia presencia de macizos tabulares y ambientes con depósitos comerciables de mineral de hierro, bauxita, coltán, torio, manganeso, caolín, yacimientos diamantíferos y auríferos, recursos hidráulicos, potencial hidroeléctrico y alta cobertura de pluviselva.

El sistema montañoso localizado en el norte del país (montañas del Caribe) presenta diversos paisajes con volúmenes comerciables de cobre, magnesio, plomo, bario, aluminio, rocas calizas, carbón, fosfato, óxido de calcio suelos de alta vocación agrícola y biodiversidad vegetal.

Las montañas andinas gozan de unas ricas tierras que expresan diversos pisos altitudinales (macrotérmico, mesotérmico, microtérmico y gélido en las nieves perpetuas de las altas cumbres). La región goza de suelos con aptitudes para desarrollar horticultura de piso alto; además, en las bajas altitudes, el clima se presta para la horticultura de piso bajo. Cuenta con variados recursos forestales y abundante agua con alta calidad para el uso y consumo humano y bellezas escénicas por la diversidad de paisajes montañosos. Hay que agregar que posee depósitos de carbón, calizas, fosfatos, feldespato, arcillas, arenas silíceas y gravas.

La región natural de los Llanos venezolanos, en el sector oriental, conserva grandes reservas de hidrocarburos y gas natural (allí se sitúa la faja petrolífera del Orinoco). Los llanos occidentales poseen suelos de alta fertilidad natural y buen drenaje, lo que les confiere una alta vocación agrícola. El sector bajo presenta una abundante y extendida sabana con vegetación herbácea, y una amplia riqueza para la actividad con ganado vacuno (en la colonia el país era un destacado exportador de ganado de a pie y cueros). El sector central de los llanos despunta por el doble aspecto de su riqueza agrícola y ganadera.

En Maracaibo, una depresión acoge al lago más grande de Suramérica con las cuencas petrolíferas más ricas de los ambientes sedimentarios del continente: es rica en petróleo liviano, pesado, extrapesado y en gas natural; además, el mismo lago constituye una vía natural a la que es muy fácil acceder. Esta región cuenta con suelos bastante fértiles aptos para desarrollos  agrícolas y pecuarios. Está rodeada de montañas andinas, la cordillera de Perijá, el lago de Maracaibo y es la geografía mundial de los relámpagos, de acuerdo con los informes científicos de la NASA ante la presencia del relámpago del Catatumbo.

El litoral Caribe de Venezuela, tanto continental como insular está dominado por más de 2.183 kilómetros de línea costera que se expresa en diversidad de paisajes y morfologías litorales como bahías, ensenadas y puertos naturales, así como en paradisíacas playas tropicales.

Desde el punto de vista de la geografía humana, la localización y distribución de la población venezolana tiene una relación con la ocupación histórica del territorio prehispánico, con un patrón concentrado en la zona centro norte costera del país. Esta configuración viene dada por factores geográficos claramente identificados: la cercanía a las costas, la benignidad climática de los pisos térmicos de las montañas y la distribución desigual de recursos naturales tales como agua, suelos fértiles, buenas temperaturas.

La distribución desigual de los recursos naturales es la respuesta a la tendencia actual de concentración de la población en la línea de costa montañosa. El comportamiento concentrado de la población en Venezuela tiene larga data y es una tendencia irreversible y de largo plazo que históricamente viene dada por esa distribución variable de los recursos naturales. En el país, el medio biofísico y su contenido en recursos están repartidos desigualmente, lo cual se observa en la heterogeneidad de la distribución geográfica de su población, de allí, que el patrón predominante es una condensación poblacional alta en las regiones costeras y montañosas.

A diferencia del resto de América Latina, Venezuela gozó de una moderna y gran expresión de desarrollo desde décadas muy tempranas del siglo XX, e incluso llama la atención que mientras países con altas tasas de mortalidad por enfermedades tropicales y deficiencias en infraestructuras y equipamiento, este país desde los años cuarenta del siglo XX impulsó una intensa campaña nacional contra la malaria y la tuberculosis. Esto se debió al empuje de una política pública de estímulo y a los altos ingresos que permitía la economía petrolera. Y no solo se expresaba en la salud de la población, sino en obras de infraestructura traducidas en nuevos espacios urbanizados; modernos puertos y aeropuertos; túneles, carreteras, avenidas, grandes distribuidores, puentes, viaductos, así como industrias, siderurgias, dispensarios, hospitales, escuelas, universidades y polideportivos a un ritmo que la diferenció del resto de la región.

Ya para la década de los años setenta del siglo pasado, Venezuela era un país moderno, territorialmente integrado y articulado con redes viarias y obras de envergadura que lo distinguían del atraso de muchos países suramericanos. Aparte de ello, la estructura geográfica poblacional indicaba más de 80% de población urbana. Estos datos expresan la capacidad del país para desarrollar una geografía y economía basadas en sus potencialidades humanas y territoriales.

Cabe preguntar entonces: ¿cómo la historia reciente de un país con tantos recursos naturales y minerales; con una población altamente urbanizada, intelectualmente formada y con eficientes políticas de salud pública; con una integración territorial muy bien articulada desde el punto de vista de las comunicaciones y equipamientos territoriales; con una alta cobertura y plataforma de industrias, petroquímicas, refinerías, comercios y agroindustria, así como puertos, aeropuertos y complejos hidráulicos e hidroeléctricos, cómo es que en la actualidad figura como un lugar arropado de pobreza y necesidades de carácter humanitario?

¿Por qué en un país con tantas riquezas naturales y minerales dispuestas en aguas, subsuelo y tierras, hoy su población vive una cruenta crisis socioeconómica? ¿Es una Venezuela condenada a la pobreza o es que los gobiernos no han usado correctamente las riquezas territoriales? ¿Será necesaria la idea de que Venezuela y su riqueza en recursos naturales sean estimuladas por la adopción de una política de libre mercado? Es una opción, ya que en el país la economía históricamente ha sido intervenida por mecanismos estatales de control y regulación por parte de todos los gobiernos de los siglos XIX, XX y XXI, lo que ha imposibilitado la libertad económica que conduce al crecimiento económico y el desarrollo social.

Geografía, historia, economía, medicina, farmacia, recursos naturales y sociedad en Venezuela son ámbitos de estudio clave a la hora de iniciar la recuperación nacional de este gran país. Es necesario, luego de superar la actual crisis, que la presidan políticos con visión de futuro, capaces de articular a la gran nación en asuntos como: a) integración comercial e infraestructura, pues cuenta con amplias costas, redes portuarias, ríos navegables, armazón viario y excelente situación geográfica para adherirse al mercado y comercio internacionales; b) salud pública: existe una experiencia en campañas nacionales en el ramo. En la situación de hoy, la población demanda una adecuada planificación e inversión en políticas sanitarias que le brinden bienestar; los Estados que inviertan millones en salubridad pública estarán asegurando la posibilidad de una economía saludable; c) inversión agrícola: en la producción de alimentos en todos los órdenes, y ampliación de inversiones en agricultura y ganadería. Una industria de alimentos robusta gestaría el resurgimiento de una población alimentada y nutrida, lo que garantizaría alta productividad si se incentivan políticas económicas creadoras de riqueza mediante el trabajo medido en horas/hombre; d) financiamiento de la investigación, la alfabetización y la técnica: una ruta que permitiría a la población convertirse en una fuerza laboral educada y formada técnica y científicamente, lo que ayudaría a la integración con el moderno mundo tecnológico y globalizado.

Estas cuatro megapolíticas nacionales pueden ser posibles si se toma en cuenta la participación de variados actores, sin excluir al capital privado nacional e internacional. Sí se puede aspirar a un futuro mejor, pero en los momentos de crisis por los que está pasando el país se abre la oportunidad histórica de rectificar tantos errores del pasado, la caduca idea de que políticos y Estado deben conducir la vida y los proyectos de los ciudadanos ha condenado a Venezuela a la pobreza, a la desigualdad y a la corrupción.

Es un gran momento histórico, siempre lo he pensado, lo he escrito y lo he señalado; es la oportunidad de que mercado y Estado integren un binomio que gire a reales políticas de desarrollo para la población; no más paternalismo estatal, no más estatismo, no más rentismo petrolero, no más regulación económica y, si las fuerzas productivas nacionales viraran a la disciplina del mercado estaríamos permitiendo la rectificación de errores del pasado y aseguraríamos la continuidad de una Venezuela para el futuro de los niños de hoy que no merecen como herencia un país abarrotado por la crisis.

Bibliografía

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