Xi tiene frente a sí retos importantes en este mes de octubre. En la reunión cumbre de su partido que se celebrará antes del XIX Congreso del Partido Comunista, van a renovarse los cargos de mando y los grupos de poder que intentarán colocar a los suyos al frente no serán pocos.

Los asuntos económicos y políticos chinos son el centro de la atención mundial cuando a China se le mira desde afuera. Además, los retos que le plantea a China el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, son vistos por terceros como el plato fuerte de la dinámica China de hoy.

Hacia el interior del país asiático canta otro gallo. Hay otros asuntos muy relevantes de la dinámica interna que tienen tanta importancia –si no más– como los anteriores. Uno de ellos es el tema de la probidad en el manejo de los cargos públicos. Ello es así porque el actual jefe de Estado ha hecho de la batalla anticorrupción uno de los pilares fundamentales de su gestión. Hay quienes afirman que ello no es sino una manera de emprender una purga interna dentro del Partido Comunista a fin de que sus adversarios no le pongan piedras en el camino a su aspiración a un tercer mandato de cinco años. Esta cuesta es formalmente empinada pero no imposible. Se dice que anular a aquellos susceptibles de sucederlo en el poder a través de investigaciones por manejos irregulares de dinero es una vía eficiente de sacarlos del juego político y así ha sido, en efecto.

Hasta que Xi se hizo con el más alto cargo en el país y en el partido, quienes ocupaban responsabilidades de gran calado se consideraban intocables. Xi barrió con esa creencia. En los años pasados han sido castigados severamente funcionarios de muy alto nivel en el área de seguridad interior, en el sector petrolero y otros, y sus juicios se han celebrado de cara al público dentro de un empeño aleccionador.

La Comisión Central para la Investigación y la Disciplina, CCID, que resulta ser el órgano del Partido Comunista dedicado a la vigilancia interna, ha publicado cifras que ubican en más de 100.000 funcionarios los que han sido sancionados desde que Xi se hizo cargo del país. Y un número muy similar es el que corresponde a las investigaciones que se encuentran en curso en este momento.

Es así como Xi se ha construido dentro de su país una imagen de probidad y de intolerancia con los manejos torcidos del Estado y de sus empresas, lo que lo mantiene con un muy alto nivel de popularidad a su favor. Este hombre es, sin duda, el líder dominante de las últimas tres décadas. Su programa de eliminación de corruptos de la dimensión que sean –“moscas o tigres”, como él los ha calificado– le ha ganado el mayor reconocimiento de la población llana. De esa favorabilidad va a echar mano el presidente para que los cinco puestos que quedarán vacantes en el Comité Permanente del PC, que es el órgano de poder más importante del país, provengan de sus filas. Esta selección tendrá lugar la semana que viene y con anterioridad a la reunión quinquenal del congreso del partido.

Ello le será útil para fortalecer su influencia en los asuntos nacionales y para dotarlo de capacidad de maniobra frente a los retos del exterior, que ya sabemos que no son pocos. Un hombre fuerte al frente de una nación de 1.400 millones de personas no es un asunto deleznable y así debe ser considerado por sus contendores en las arenas internacionales.


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