El gobierno, militarmente hablando, es fuerte y está resuelto a destruir y hacer desaparecer a la oposición, pero aun con toda su vesania y todos sus soldados, fusiles y tanques, sabe que está ubicado en el bando de los perdedores históricos. La razón está al lado de la oposición, aunque esta carezca de la fuerza necesaria para imponerla y hacerla respetar por el régimen y su sistema opresor. Se necesitan líderes y organizaciones políticas y sociales que inspiren a toda la nación con sus ejemplos y actitudes y que haga revivir las esperanzas del pueblo venezolano en los momentos sombríos por los que estamos atravesando. A todo opositor le gustaría derrotar al régimen en todos los campos, pero en estos momentos esa victoria total está fuera de nuestro alcance. La lucha entonces se sitúa en la mesa de negociaciones. La movilización de la gente en las calles del país es un camino intermedio entre la violencia política y las negociaciones. La masa ciudadana requiere de algún modo de desahogar su ira y frustraciones y una campaña de acción masiva y el aprovechamiento de las ventanas democráticas que aún perduran constituyen el mejor modo de canalizar esas emociones.

Hay que tener presente que las negociaciones con el régimen no son para establecer un armisticio en que una de las partes le imponga a la otra los términos de la convivencia futura como si de un enemigo derrotado se tratara. La negociación debe conducir al país a la extinción de un sistema opresivo cuyas leyes y normas se orientan a mantener “de jure” a la mayoría de la población en una posición de inferioridad respecto a los seguidores del régimen. Se trata de evitar la consolidación de un monolítico sistema, perverso en sus detalles, implacable en sus propósitos y despiadado en su proceder. Por tales razones no se debe repudiar y tildar de colaboracionistas a quienes se sientan por la oposición en la mesa de negociación, por el contrario, hay que tenderles la mano. Cabría preguntarnos: ¿qué fortalece más a la disidencia, participar en esas instancias o boicotearlas?

Los chavistas empezaron a gobernar con la luz de la esperanza y están terminando su nefasto régimen regodeándose en el pantano de la ineficacia y la corrupción, y subrepticiamente escondiéndose entre las nefastas sombras de un país que destrozaron por su irresponsabilidad y carencia de visión de lo que significa y comporta el compromiso de ejercer el poder. En estos tiempos, el régimen trata de autolegitimarse mediante la manipulación de las leyes, la Constitución y las instituciones de la nación, pero se deslegitima por vía del crimen y las acciones dolosas que a diario comete contra la pureza que debe acompañar las acciones del Estado para poder acreditarlo como tal. Atrás quedaron los tiempos del caudillo. Gobierno, Estado y revolución ya no son lo mismo; esa noción ha perdido toda legitimidad y se ha convertido en una farsa. Solo les sirve, a los forajidos que mal gobiernan para, paradójicamente, decir, tengo el poder para no tomar ninguna decisión y hacer lo que nos venga en gana. El régimen tiene un líder que se ha aislado cada vez más y más y que acabó por creer solo lo que desea creer y lo que su recua de facinerosos le hace creer.

El fracaso del régimen se evidencia en conducir a un país de millones de habitantes que no puede darle trabajo, comida o educación a la mitad de la población; un país que no sabe emplear a los cientos de miles de obreros y trabajadores que necesita para construir carreteras, escuelas, viviendas, hospitales, fábricas, enriquecer los campos y manejar adecuadamente los recursos naturales; un país donde el hambre la ignorancia, la desatención de la salud y el desempleo conducen al crimen y a una criminalidad que lo invade todo; un país abandonado por las autoridades en donde el orden se desintegra: el policía, los jueces, los ministros y otros funcionarios son criminales y los líderes del partido de gobierno, unos corruptos.

Por de pronto, el régimen está sometido a una creciente y combativa presión de la comunidad internacional. Son varias las naciones del orbe que han empezado a establecer sanciones contra el gobierno de Venezuela porque rechazan las formas dictatoriales que este utiliza para ejercer el poder. Asimismo, la comunidad internacional sistemáticamente nos envía, al gobierno y los opositores, el mensaje de que es la negociación y no la guerra el mejor camino para hallar una solución.


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