Llegó al poder con un programa que en parte buscaba relanzar la actividad económica, causa de la fuerte recesión registrada durante los últimos veinte años de la etapa democrática liberal, que con programas de austeridad y a veces con un “keynesianismo de izquierda” mal entendido y de peor praxeología, arrojó desempleo y disminución del nivel de vida de los venezolanos, quienes por eso llegaron a desear un cambio político plasmado en la votación del 6 de diciembre de 1998, año que inició el desastroso período chavista que ahora muchos simplistas de la presunta oposición atribuyen a la incultura de nuestro pueblo, al pueblo llano, haciendo así como los gatos para tratar de ocultar aquella gestión en la que Rómulo Betancourt vio muchas “verrugas”. Chávez prometió una revolución que a veces pintaba como una bíblica tierra prometida, aunque  rasgos fascistas comenzaban a vérseles.

Habiendo participado en los debates que se abrieron mucho antes y después de la llegada del chavismo al poder, jugando algunas veces al papel de Casandra, debido a que decidí no engañarme y decir la verdad, a lo cual me ayudaron muchos periodistas muy profesionales, éticos, como aquellas que me lanzaron al estrellato en 1981, a una de las cuales llegó a preguntarle en El Universal un aberrado sexual que ahora maltrata, abusa, en un canal televisivo: “Por qué le haces tantas entrevistas a Pedro Conde”; no es elegante que su respuesta la diga yo, pero se sabrá algún día.

Me esperaba ella a la salida de la casa del partido con su libreta repleta de preguntas que contestaba y repreguntaba; en fin, sobrestimé tal vez ciertos márgenes de maniobra, pude observar, comparar, cuantificar, desde 1969, planes y medidas, por lo cual me ha parecido que debo agregar a mi crisol de análisis lo que ya es una de las más largas experiencias de una acción sucesiva de gobierno de un solo partido en una época de cuestionable estabilidad en la historia venezolana, que pienso comenzó con la cruel dictadura del general Juan Vicente Gómez, es decir, hace 110 años.

Cuando fui precandidato en 1993 no propuse soluciones milagrosas ni simples a las dificultades presentes; redacté un programa realista y viable políticamente que mostraba una ambición de gobernar con principios político-técnicos, éticos, basándome en parte en la teoría macroeconómica y en su prolongación la teoría monetaria que tanto he estudiado, aptas para describir y analizar las evoluciones observadas, sobre todo, lo que entraña, esto es, los modelos macroeconómicos para guiar las políticas económicas; es más, diseñar las condiciones de una reanimación económica en el contexto mundial tratando de ganar una parcela del volumen del comercio mundial apoyándose en una industrialización competitiva, de alta productividad, que no dependa excesivamente de las divisas petroleras para ensamblar aquí lo que importa; hay que reindustrializar al país, pero basada mayormente en materias primas venezolanas, mejor dicho, manufacturar aquí productos intermedios que luego se transforman en productos finales competitivos. Y así en otras áreas del programa. No gané, pero saqué votos que  muchos se los pasaron a otros precandidatos: Mi estimado amigo Humberto Celli me dijo: “Chico te están robando los votos”.

Volviendo al crisol, la gestión chavista ha llegado a las mismas consecuencias, con diferentes matices, de los programas que se ejecutaron en 1984 y 1989: reducción a corto plazo del déficit fiscal por los abundantes recursos arrojados por algunas medidas, pero aparecerá el año que viene porque no se han atacado sus verdaderas causas como la persistente inflación, el gasto recurrente financiado parcialmente con fondos proveídos por la devaluación del bolívar, el aumento de la deuda pública y el explosivo crecimiento de su servicio porque los intereses crecen más rápido que el producto interno bruto, y por las evidentes incoherencias políticas.

Tal como en el pasado, estas se apoyan en más deudas, la entrega de la soberanía económica a China y Rusia, por las crecientes deudas condicionadas, otorgando derechos de propiedad en las preciosas y abundantes reservas mineras de Guayana; concedieron exclusividad a China para explorarla, trabajo que ya habían realizado competentes geólogos del ministerio correspondiente, información que ese país ambicioso de expandirse mundialmente utilizará para chantajear y condicionar deudas y otros programas, quiero decir, solo es un maquillaje político los frecuentes reproches a Estados Unidos cuando se entregan en “bandeja de plata” al otro imperio en ciernes y seguir robando, saqueando.

El dispendio de esta otra ola de recursos financieros lo hará la misma estructura político-económica que malbarató y timó la bonanza anterior, se han indigestado, como decía el doctor Pérez Alfonzo, con tanto dinero que casi nunca traspasa las puertas de los ministerios, como se nota antes y después de salir de Petare hacia los estados orientales y otras partes del país. Así piensan ellos superar la crisis, salvar la pretendida revolución transformada en represión cruel, fascismo arropado con la vulgarización de Carlos Marx, estatización, control político de ciudadanos, quiebra masiva de empresas, cierre de comercios, periódicos, persecución de disidentes utilizando escuadrones de la muerte.

Censura en medios de comunicación, restricción de libertades, quebranto de derechos humanos, empobrecimiento, control de todas las instancias electorales para abortar cualquier votación desfavorable, redacción de – mediante sentencias del TSJ ilegítimo, nombrado nerviosamente a última hora– otra constitución, algo así como una normativa consuetudinaria,  soslayando la vigente que han violado en casi todos sus artículos. Ante esta preocupante situación, cómo es posible que no haya una alternativa democrática con un programa creíble, viable políticamente, que por su realismo convenza nacional e internacionalmente.

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@psconderegardiz


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