En Venezuela no habrá elecciones libres y totalmente democráticas mientras Nicolás Maduro permanezca en el poder, y para que esto se convierta en  realidad, primero hay que salir del dictador. Nuestro país no se resigna ni se rinde en su lucha inquebrantable por el logro de la libertad y un mejor destino para sus habitantes.

La farsa electoral del domingo pasado, con una histórica abstención de más de 80%, ha sido rechazada por la comunidad internacional. Se trató de un megafraude orquestado por Maduro desde Miraflores a través del CNE para perpetuarse en el poder mediante el asalto, y continuar cometiendo sus desafueros y fechorías que tanto daño han causado. Henri Falcón, quien de forma caricaturesca se prestó a hacerle el juego a esta componenda gubernamental, “quedará como el taparrabos de Maduro, que pretende legitimar ese fraude” (Felipe González dixit).

El Grupo de Lima, integrado por 17 países del continente, en su reunión del lunes 14 de mayo en la Ciudad de México hizo un último llamado a suspender el amañado proceso comicial, “que fue convocado por una autoridad ilegítima, sin la participación de todos los actores políticos venezolanos, sin observación internacional independiente y sin las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente y democrático”.

Ante esta petición, el régimen hizo caso omiso (algo distinto no podía esperarse) porque erróneamente piensa que de esa manera va a lograr su legitimación y reconocimiento mundial, pero no tiene la menor idea de cuán equivocado está. El Grupo de Lima ha anunciado una serie de medidas que podrían tomar de manera colectiva o individual, después del 20 de mayo, en el ámbito diplomático, económico, financiero y humanitario.

Están previstas sanciones a funcionarios comprometidos en hechos delictivos y violadores de los derechos humanos. También serán adoptadas por la Unión Europea y otros países, las cuales permitirán acorralar al régimen que forma parte de un Estado fallido. Se espera que la comunidad internacional tome medidas contundentes, porque el pueblo venezolano está siendo diezmado por un régimen tiránico que actúa con la mayor impunidad, frialdad y perversidad.

No se necesitan mayores pruebas. Allí están: fraude electoral; hombres, mujeres y niños  que fallecen por falta de alimentos y medicinas; descalabro de los servicios; dolo y corrupción en la administración pública;  jóvenes que mueren víctimas de la delincuencia desbordada; bandas paramilitares identificadas con el régimen que actúan impunemente; falta de libertades, las reiteradas y constantes violaciones de la Constitución Nacional y los derechos humanos; centenares de presos políticos y millones de personas que han tenido que huir del país, especialmente jóvenes, entre ellos muchos profesionales, porque aquí ven frustradas sus esperanzas de un mejor futuro,  y pare usted de contar.

Ante este desolador panorama que presenta nuestro país, se requiere –además  del compromiso solidario de las naciones– de acciones concretas, entre ellas, la activación del principio de intervención humanitaria para auxiliar a millones de seres humanos víctimas de esta catástrofe.


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