China quiso una vez más darse un baño de popularidad al haber convocado a sus relacionados en el mundo entero a un encuentro especializado encaminado a poner de relieve las bondades de una estrecha relación comercial con el país que exhibe el mayor número de consumidores en planeta, caracterizados estos, además, por una capacidad de compra sólida y sostenida por el crecimiento constante de las cifras macroeconómicas del país. Si China crece, sus 1.400 millones de consumidores crecen también.

Frente a 172 países y regiones del mundo y de cara a 3.000 empresas que participaban en la Feria de Importaciones de Shanghái, el jefe del Estado chino reiteró una vez más la voluntad de su país de contribuir a propulsar el comercio libre a escala planetaria.

Lo que sorprende no es que Xi tome la bandera del aperturismo en medio de una guerra comercial desatada entre las dos primeras potencias económicas mundiales, sino que Christine Lagarde, en nombre del Fondo Monetario Internacional, le haya hecho la segunda.

La funcionaria se colocó del lado chino para instar a las naciones a eliminar las tensiones y a resolver las disputas comerciales que se han suscitado en los últimos tiempos y puso al coloso de Asia como ejemplo de la construcción de un puente hacia el futuro, capaz de modificar la vida de cientos de millones de personas en el país y fuera de él. Lo llamativo fue que tal posicionamiento del órgano cúpula de lo monetario en el mundo haya ocurrido luego de haber estado atenta a la posición rusa, emitida por Dimitri Medvédev, el primer ministro ruso, quien fue más lejos al colocar en cabeza de Estados Unidos las políticas proteccionistas que perjudican primero que a nadie a los ciudadanos estadounidenses y seguidamente al mundo entero.

Fue muy contundente el ruso al señalar la guerra de proteccionismo desatada por Estados Unidos que a la hora actual también repercute en Europa y otras regiones del mundo.

Así pues, lo “indetenible”, según Xi, de la cooperación transnacional que va de la mano con la eliminación de las barreras del comercio es un proyecto chino al que los países del mundo se han estado sumando, salvo en el caso de Estados Unidos, que parece estar cargando para esta hora con todas las culpas del entrabamiento global a los intercambios y del proteccionismo.

Fue esta una reunión de “todos contra uno” en la que la voz de Estados Unidos no se hizo sentir. Estuvo ausente a nivel oficial. No solo fue el FMI el que se colocó del lado de los asiáticos. El Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio se mantuvieron estratégicamente de bajo perfil en un encuentro en el que, sin duda, el gobierno de Donald Trump salió con las tablas en la cabeza, y ello en el momento en que dentro del territorio estadounidense se celebra la medición electoral más importante de los últimos tiempos.

Lo cierto es que esta colosal fanfarria de propaganda una vez más busca destacar las bondades del mercado chino, que son innegables, pero no abordan, en forma alguna, los mayúsculos e insalvables obstáculos para los foráneos de insertarse allí con una inversión reproductiva, ni la indefensión del comerciante o el inversionista extranjero frente al régimen de restricciones impuesto desde Pekín. Tampoco se evidencian las constantes violaciones de la obligada protección de los derechos intelectuales, ni las políticas monopolísticas que se practican en innumerables sectores.


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