Por Jennifer Moya Gil

Desde épocas ancestrales, la música ha existido como elemento vital e indisociable del ser humano; concebida quizás como parte de su propia esencia, de su yo interior, de su misma vida. Los primeros pobladores de la historia, etnias y grupos indígenas, fortalecían su espíritu mediante la celebración de excelsos rituales para ensalzar a sus deidades; la música, sin saberse música, se producía con el simple hecho de frotar piedras y maderos o simulando sonidos propios de la naturaleza, como el trinar de las aves en su mejor vuelo o el hojear de árboles acariciados por el viento. Ese crisol sonoro se transformaba en el mejor mecanismo para expresar sus emociones, sus luchas, triunfos y penas; en otro sentido, la música nacía con el ser humano, como una manifestación universal de transferencia de sentimientos desde el interior de cada individuo, hacia una excelsa extrapolación de sentidos al mundo.

La música es un abstracto fenómeno interior que hace visible lo inobservable y está presente en cada pueblo, cada sociedad, y en cada individuo desde distintas perspectivas, muchos la consideran un lenguaje universal que rebasa las fronteras y distancias, otros como un mecanismo de integración de los seres humanos en virtud de que se antepone a cualquier distinción de sexo, país, lengua, raza, credo, clases sociales o preparación académico-profesional en el mundo; la música tradicional entonces es parte activa del acervo cultural y la identidad de los pueblos, con códigos y significados, que en una carga de sentido, les otorgan un carácter peculiar y singular.

Con el devenir del tiempo, entre siglos y siglos, la música ha venido cambiando a la par de los avances, invenciones y el auge tecnológico del mundo global, dejando de ser únicamente considerada como el medio para explotar el clímax de las emociones y la diversión; hoy además de ello, se vincula o es parte transdisciplinaria de otras áreas del conocimiento, entre estas, la educación, en tanto que se ha concebido como un medio para facilitar el entendimiento y la comprensión de los saberes.

Esa participación activa de la música en los procesos educativos proliferó la incorporación curricular de la misma como mecanismo de enseñanza de los acervos culturales de los pueblos, configurada en programas de estudio bajo la conceptualización y estructuración de saberes denominados educación estética, educación musical o música.

La educación musical en el mundo, según Gainza (2003), ha fluctuado por grandes períodos que se remontan hacia el siglo XX denominado el Siglo de la Iniciación Musical. En este primer período se consolida la llamada época de los precursores, cuyo aporte de considerable importancia fue la creación del método de enseñanza Tonic Sol-Fa de origen inglés.

En un segundo período denominado Período de los Métodos Activos, que data desde la década de los cuarenta y cincuenta, se transfiere la influencia de la corriente pedagógica de la Nueva Escuela a la enseñanza musical, con la aparición icónica del precursor del movimiento corporal en la educación musical, el alemán Dalcroze.

El tercer período es el denominado Período de los Métodos Instrumentales. Aquí se realzó la propuesta de los métodos Orff y Kodaly, así denominados en honor de sus precursores, los cuales representaron los avances más significativos de la época para la enseñanza musical, el primero con sus aportes en la didáctica de la melodía, la oralidad de la música, el abordaje corporal y lingüístico y la producción de repertorio instrumental en textos de estudio; y el segundo con la introducción del canto y la educación vocal.

Gainza (2003) sostiene, además, que para la década de los setenta y ochenta del siglo de iniciación musical se produjo un movimiento de gran interés, en tanto los alumnos se hacían partícipes de la creación de sus propios métodos de enseñanza. Este movimiento se denominó Período de los Métodos Creativos, donde se  destronaba al metodólogo de su afán de ser el único creador de metodologías educativas musicales; hacia finales de la década de los ochenta, se circunscribe la llamada Corriente de la Integración, donde emergieron paralelamente otras corrientes avasallantes del mundo de la tecnología, el arte y la expansión migratoria, conllevando a un dinamismo y diversidad cultural, educativa y musical, que movió el escenario hacia la consideración de otras formas de pensamiento, otra música y otra cultura. Finalmente, se esboza la época de los Nuevos Paradigmas con marcadas inclinaciones hacia la proliferación de modelos en diferenciación de los métodos que predominaron pedagógicamente durante el siglo XX.

En síntesis, este movimiento histórico refleja un transitar por la senda pedagógica de la educación musical, y esto representa un excelente punto de partida para entender y comprender los movimientos que se han producido en escala mundial; sin embargo, la pretensión final acá es otra, es en esencia la marcada por el escudriñamiento en vertientes que apuntan hacia la educación musical como cátedra en la escuela, como principio fortalecedor de la identidad musical de un pueblo y como camino de apertura hacia la consideración de la música de otros, como complemento de la nuestra. Es la construcción de la evolución histórica musical.

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!