Me contaron en el colegio que un día como hoy, 15 de abril, pero de 1914, comenzó la historia petrolera de Venezuela en la zona conocida como Mené Grande, en el municipio Baralt del estado Zulia (zona oriental del lago de Maracaibo). Luego de un par de años de exploración, la empresa  Caribbean Petroleum Company inició la perforación de un pozo petrolero conocido como Zumaque I, que reventó el 31 de julio de ese año. A partir de allí Venezuela formó parte de la economía mundial, tuvo una participación significativa en la fundación de la OPEP y fuimos durante 5 décadas el principal exportador mundial.

Sabemos que desde entonces el petróleo ha tenido un peso enorme en nuestra economía, y eso precisamente ha ido forjando el país en el que nos hemos convertido. Política, economía y, por tanto, derecho, han ido siempre de la mano con los hidrocarburos, lo que consecuentemente ha significado que nuestra sociedad gira en torno al petróleo.

Como todo en política, la regulación y consecuente manipulación del petróleo ha sido algo cíclico, no solo por la ideología de los políticos de turno, sino también por su precio internacional. De la creación de Pdvsa podemos ver cosas positivas y otras negativas, pero, en definitiva, como sociedad mercantil fue exitosa y funcional porque, si bien era una empresa del Estado, era manejada como una empresa privada. 

Las cosas fueron más o menos así hasta 1999, momento en que asume el poder el difunto dictador Hugo Chávez. Utilizando como excusa para hacerse con el poder, y mantenerse en él, el estéril discurso de la izquierda y la derecha, y de los enemigos invisibles, típicos de los regímenes autoritarios, comenzó a utilizar la ley -en su acepción más desviada- como instrumento para mantener el control de los hidrocarburos. Por esa razón realizó la constituyente, había primero que controlar los poderes públicos para que todo lo que se redactara como norma no fuera obstaculizado. Lógicamente esas leyes y decretos leyes tenían un fin distinto al interés general, el objetivo era dar a la organización chavista los medios para obtener beneficios económicos y materiales, lo que a su vez generaba más poder.

Con un silbato en la boca, el dictador convirtió a Pdvsa en un miserable ministerio. En su momento fue algo espectacular para el chavismo y para el socialismo a nivel mundial, puesto que se estaba vendiendo la idea de que la errática ficción de la distribución de la renta era algo materializable de una manera eficiente, el modelo chavista estaba supuestamente aumentando el poder adquisitivo del venezolano y sacándolo de la pobreza. Falso. Chávez nunca aumentó el poder adquisitivo de manera real, él simplemente a través del control cambiario creó una economía sostenida en el subsidio petrolero. Todos los precios de bienes y servicios, así como el gasto público, se sostenían con el subsidio del petróleo. No solo llegaban alimentos o medicinas a Venezuela con divisas subsidiadas por Pdvsa, los relojes suizos, los vehículos de lujo alemán y el caviar, entraban a Venezuela a través del subsidio, en consecuencia, el consumidor pagaba una parte y la otra la pagaba el subsuelo venezolano. Tan cierto es esto que ningún venezolano podía acceder a esos bienes y servicios fuera de Venezuela (salvo que saliera con divisas subsidiadas o como solíamos llamarlo, “cupo Cadivi”). Era un mediocre castillo de naipes.

Con todo subsidiado, con controles de precios y un barril en 110 dólares, de todas maneras teníamos una inflación promedio superior a los 20 puntos anuales (salvo un par de excepciones) y una devaluación que en los 14 años de dictadura de Chávez fue aproximadamente de 5.000%. Irónicamente, el “chavismo originario” está muy orgulloso de esos números.

Todo eso se hizo con petróleo y con las correlativas reformas fiscales que violaban los principios presupuestarios. El petróleo pasó de ser un sector con cosas positivas y negativas a convertirse en una maldición, permitió que una organización criminal se apoderara de nuestro país, cumpliendo la profecía de Arturo Uslar Pietri que en su columna en este mismo diario dijo “Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano”.

Ya lo hecho, hecho está, pero debería angustiarnos no haber aprendido nada de los últimos 20 años. Si abres el sitio web de Pdvsa te encuentras con nuestras reservas de crudo: “300.878 MMB”, pero Venezuela en este momento produce no mucho más de 700.000 barriles diarios, 20% de lo que producía antes de Chávez. Las deudas en las que la dictadura ha sumergido Pdvsa tomará décadas saldarlas, las refinerías están destruidas, los pozos petroleros en gran medida obsoletos e inoperativos, todo está en manos de militares y gente que no está al nivel de las circunstancias, en definitiva, la industria petrolera si no está ya muerta al menos está agonizando.

Lo precedente no es necesariamente malo, seguro vale la pena revivir esa industria, el detalle está en que no podemos permitir que sea resucitada para seguir sosteniendo un Estado paternalista, ni para seguir haciendo de la política venezolana un extraordinario negocio. Vienen años muy duros y necesitaremos de ayuda financiera internacional. Sería irresponsable enfocar el resurgimiento de nuestra economía en una industria reservada al Estado, las circunstancias nos llevan a proponer desregular el petróleo, desestatizarlo, que se mueva como una actividad económica más.

Si queremos un país verdaderamente libre tenemos que empezar por hacer del Estado algo más pequeño, en especial desde la óptica de los recursos del país, mientras el gobierno siga administrando 90% de la riqueza el venezolano, seguirá siendo dependiente directa o indirectamente de este.

No tenemos por qué dejar morir a la industria petrolera, pero sí nos conviene aplicar la eutanasia al modelo que lo sostiene. Quizás estamos de nuevo en una “afortunada coyuntura”, ojalá la Venezuela que viene escoja el camino correcto.


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