El que entendió, entendió. Falta poquito, muy poquito para el final. La disolución de facto de la Asamblea Nacional que pretenden quienes hoy ocupan Miraflores aceleró el proceso. La desaparición a manos del aparato represor del Estado del parlamentario Edgar Zambrano, segundo hombre más importante del país constitucionalmente hablando, no es cualquier cosa.

Esta semana es decisiva para el desenlace del último capítulo de la trágica novela venezolana. El lunes se reunió de emergencia la Organización de Estados Americanos, mientras los cancilleres de la Unión Europea discutían nuevamente la crisis nacional. Además, ayer martes se reunió el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

La decisión está tomada dentro y fuera de nuestras fronteras. Nicolás Maduro y su grupito deben irse. Y no es capricho, es una condición innegociable para preservar la seguridad del continente. Así lo aseguraron los gringos a mediados de la semana pasada y el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, lo ratificó. En la concentración del sábado instruyó a su embajador en Estados Unidos a reunirse inmediatamente con el Comando Sur para definir acciones. Se manejan todos los escenarios, pero siempre se privilegiará la opción de negociar una salida que minimice el costo político, social y económico para los involucrados.

Lo cierto es que la solicitud de cooperación internacional ya se activó. Desde el sábado se abrió formalmente la puerta a la entrada de los gringos al país para lograr la salida de Maduro. Lo que nadie puede saber es cómo ni cuándo se hará, en caso de que las últimas conversaciones de altísimo nivel mundial fracasen. Los militares venezolanos siguen teniendo un papel protagónico en esta historia pero, como asegura Juan Carlos Zapata en su libro El suicidio del poder, «en Venezuela hay suficiente experiencia en ubicarse a tiempo al lado del poder para evitar la aplanadora».

Estamos en la etapa final, de eso no tenga dudas. No es tiempo de la desesperanza, de las estridencias, egos ni personalismos, y mucho menos de seguir jugando a la antipolítica como estrategia para tener rating. Ya vendrá el tiempo de las candidaturas, pero para eso se deben concretar primero el cese de la usurpación y la depuración del organismo electoral. Le guste o no, hoy debemos cerrar filas en torno a Guaidó, quien, en definitiva, ha sido el único político que ha llevado el proceso de liberación con paso firme; es el único interlocutor válido con el mundo y es el único que ha podido mantener a raya la depredación partidista desatada por los intereses individuales de quienes intentan defender parcelas y parecen no darse cuenta de que mientras no se recupere la democracia todos los esfuerzos serán en vano.

La desaparición forzosa del primer vicepresidente de la Asamblea Nacional debería obligar a más de uno a poner sus barbas en remojo. O trabajamos juntos en la recuperación de la democracia o todos seremos blanco de la violencia oficial. O seguimos en las calles exigiendo nuestros derechos fundamentales o nos exterminan como ciudadanos.

Aunque la responsabilidad última en la toma de decisiones recae sobre Guaidó, todos tenemos responsabilidad en este proceso. Nos debemos un mejor país. A todos nos calzan las palabras que en uno de sus momentos más álgidos pronunciara el ex presidente Carlos Andrés Pérez: «La historia es la que absuelve o condena. Le pertenezco a la historia, no a las encuestas, no a los políticos insensatos ni a los aventureros. Por ello repito: manos a la obra».

@gladyssocorro
gsocorro.wordpress.com


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