La crisis tiene su epicentro en las instituciones. Es allí donde comienza el desmoronamiento del Estado de Derecho y el desdibujo de los linderos que garantizan la separación de poderes, requisito esencial para poder hablar con propiedad de un sistema democrático eficaz. Por eso la tiranía va copando los espacios de esos entes sometidos por gobernantes devenidos en mafiosos que manejan esos aparatos como instrumentos para perpetrar fechorías. Lo que se hace con los recursos de Petróleos de Venezuela es una trastada en combinación con el Banco Central de Venezuela.

Ahora, eso solo puede darse en un país donde no se rinden cuentas de lo que se administra, y las reglas del juego son letra muerta, o más bien códigos peculiares los cuales permiten que los pranes operen las cárceles a su antojo, que haya jueces que cedan a sus peticiones y lleguen a firmar sentencias para complacer los delirios de funcionarios que se mantienen en el poder a fuerza de medidas tribunalicias, y poniendo a desfilar soldados y milicianos empuñando fusiles, prestos a dispararles a quien ose discrepar de los dislates de una falsa revolución.

Estamos gobernados por zombis que matan. A los que no les importa que hayan asesinado a más de 260.000 personas en los años que llevan manejando los asuntos del Estado, a manos libres. Estamos hablando de más víctimas fatales de las que arrojan las guerras contemporáneas en cualquiera de los países del medio oriente. Esto no es un gobierno, es un adefesio culpable de genocidio porque cuando se asesinan a ciudadanos por protestar, por pensar diferente, por resistirse a perder su libertad, se incurre en la comisión de crímenes de lesa humanidad.

Es una tiranía culpable de un latrocinio porque se han llevado en una rapiña descarada cuantiosos recursos que ahora hacen falta para comprar alimentos y medicinas. También son culpables de traición a la patria porque han entregado nuestro territorio de la Guayana Esequiba, al mismo tiempo que sus arrestos patrioteros se desvanecen ante sus patrocinadores cubanos.

Por eso estamos protestando, por esos motivos han llegado al extremo de dar su vida 29 seres humanos en estos últimos 30 días. Avergonzados de que se nos repute como un país de narcotraficantes, de terroristas, de bandoleros que comercian y contrabandean desde gasolina hasta la propia comida que compran con dólares preferenciales y luego megabachaquean por los caminos de las fronteras. La gente se indigna cuando escucha a un charlatán comprometer las finanzas públicas para comprar 500.000 fusiles destinados a los milicianos, al mismo tiempo en que salen los carros fúnebres a llevar a los cementerios los cadáveres de los seres que mueren porque no hay medicinas. La gente llora y grita de impotencia cuando confirma que continúan haciendo trapisondas con los dineros que nos pagan por lo que vendemos de petróleo, mientras ve a venezolanos rebuscando en los basureros los huesos de un pollo que se chupan por turno la madre, el hijo y la abuela.

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