“La historia de mi país no se concibe ni puede escribirse sin que en ella ocupen largos capítulos los hombres de Canarias”. Arturo Uslar Pietri. Lecturas para jóvenes venezolanos

Las Islas Canarias están situadas en la costa noroccidental de África, en el Océano Atlántico. A una distancia de 110 Km desde Fuenteventura (Islas Canarias) a Tarfaya (Marruecos, África), mucho menor que la distancia que hay desde Canarias hasta España peninsular que es de 1200 Km. Su ubicación entre Europa y África, y entre Europa y América, ha permitido que estas islas sirvan tradicionalmente y desde siglos como oasis al peregrino, descanso al viajero y refugio al navegante.

Desde el comienzo mismo de la colonización americana, los isleños han formado parte activa en el poblamiento de la mayoría de las aldeas, localidades y ciudades del Nuevo Mundo. Poco a poco, en cada expedición a América, iban cruzando el gran océano en busca de nuevos horizontes. En la segunda mitad del siglo XVII, debido a una de las típicas crisis económicas de las islas, la emigración de canarios fue significativa, lo cual explica los numerosos asentamientos de isleños en toda el área del Caribe, y sobre todo en la actual Venezuela.

La economía canaria, a lo largo de la historia, ha fluctuado entre períodos de relativa bonanza y depresión. Cuando sobrevenían estos vaivenes económicos, el campesino isleño tomaba el camino de la emigración, porque “la emigración ha constituido, a lo largo de toda la historia canaria, la forma coyuntural de superar unos conflictos estructurales, que volvían a aparecer en forma reiterada y sistemática ante la pervivencia de las causas que los originaban” (Don Juan de Castellanos, citado por Javier Díaz Sicilia).

En los matrimonios efectuados en la catedral de Caracas, entre los españoles y criollos, desde 1615 a 1831, 30% de ellos fueron de ascendencia isleña. Y es curioso observar que la mayoría procedía del pequeño pueblo de Buenavista, en la costa noroccidental de la isla de Tenerife. (Javier Díaz Sicilia, Al Suroeste La Libertad, España, 1990).

Es tan importante y definitiva la integración del canario en la vida venezolana que muchos de ellos, consustanciados con el país y su gente, no dudan en participar activamente a favor de la Independencia de Venezuela. “Y es tan proverbial la honradez, la capacidad de entrega en el trabajo, su amor al campo, lo sano y sencillo de sus costumbres, que, una vez finalizada la guerra de Independencia, el Congreso decreta, el 13 de junio de 1831, que se debe promover la inmigración de isleños de Canarias”. (Carlos Duarte y Graziano Gasparini, Arte Colonial en Venezuela, 1974).

Aquella emigración, espontánea o forzada por las circunstancias, se iba vinculando con los nativos para gestar en maravilloso fruto hombres que han pasado a la historia por su extraordinario quehacer. La galería de personajes que revela la herencia fecunda e incuestionable del enlace étnico-cultural canario-venezolano es extensa, entre los más destacados se mencionan:

Francisco de Miranda, Precursor de la Independencia Americana y Generalísimo de Venezuela (1750-1816). Caraqueño hijo de Sebastián de Miranda y Ravelo, natural de Puerto de la Cruz, Tenerife; y de doña Francisca Antonia Rodríguez Espinoza, caraqueña.

José Félix Ribas, General patriota y prócer de la Independencia de Venezuela (1775-1813). Hijo de Marcos José Ribas y Betancourt, natural de Tenerife; y de Petronila de Herrera y Mariñez, caraqueña.

Andrés Bello, Ilustre humanista, figura de la literatura hispanoamericana (1781-1865). Desciende por todas las ramas familiares de cuatro bisabuelos canarios.

José Antonio Páez, general patriota y presidente de Venezuela (1790-1873). Nacido en Acarigua, su bisabuelo, Juan José Páez, era de origen canario.

Asimismo, se puede mencionar como descendientes de canarios a los ilustres venezolanos: Carlos Soublette, Francisco Rodríguez del Toro, Antonio Guzmán Blanco, Fermín Toro, Joaquín Crespo y muchos otros.

Esta impresionante pléyade de personajes de honda raíz canaria, honra y enaltece el mestizaje profundo. Ningún otro contingente inmigratorio en la historia de Venezuela ha dejado tal impronta de hombres ilustres. Sin embargo, el reverso de la medalla, que es menester reconocer, está representado en Domingo Monteverde, Francisco Tomás Morales y toda la camarilla que entre 1812 y 1814, hicieron de Venezuela campo propicio para la tiranía, el crimen, la tortura, la venganza, el terror. Son ellos con su inicuo proceder en las luchas por la Independencia los que indujeron al Libertador Simón Bolívar, en 1813, a dictar aquel terrible decreto de “Guerra a Muerte”, el cual fue un estigma para el gentilicio canario: “Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”. (Javier Díaz Sicilia, Al Suroeste La Libertad, España, 1990).

Una vez superado el episodio amargo del decreto de “Guerra a Muerte”, el isleño fue más apreciado dado que posterior al decreto de 1831, que logró la llegada de más de 11.000 canarios, en 1856 el Congreso autorizó la entrada de 3.000 canarios, en 1875 llegaron casi 2.000, y en 1893 se autorizó en marzo la entrada de 12.000 y en junio de otros 12.000.

Los inmigrantes isleños llegaban a La Guaira en barcas, huyendo de la anarquía española, abandonando patria y hogar en busca de la libertad, la paz y la protección al trabajo. Aquí eran recibidos por los ansiosos hacendados y propietarios de fincas, quienes los ubicaban en las tierras que les esperaban para ser cultivadas. Algunos ocupaban tierras baldías que el gobierno ofrecía.  El entusiasmo que traían, de ver reproducido el modo tradicional de sus labranzas, sus costumbres y pueblo que dejaron atrás, pronto lo ven y con muy buenos resultados gracias al esfuerzo, la laboriosidad constante y la disposición de mezclarse socialmente con los venezolanos.

Recordamos al escritor venezolano de ascendencia canaria, Lucas Guillermo Castillo Lara, quien expresó en su libro Aventura Fundacional de los Isleños: “Los isleños eran marineros, comerciantes, artesanos, pero su vocación fundamental era la tierra, que habían aprendido a querer y amar en los escarpados pegujales de sus amadas islas. Por eso, más que como conquistadores, pasaron a la nueva tierra en función pobladora y labrantía. Así se van aposentando en la Provincia venezolana, que constituirá para ellos, polo de atracción hasta constituirla en su segunda Patria. Comienzan a laborar en la nueva tierra de maravilla, que se les entrega gozosamente en su feraz exuberancia y les devuelve mil por uno a sus esfuerzos”.

La historia de la inmigración de canarios en Venezuela hasta finales del siglo XIX se caracterizó por haber sido estimulada por el gobierno de nuestro país. En el siglo XX la inmigración canaria buscó en Venezuela refugio a través de hazañas extraordinarias de desplazamientos ilegales que representaron sufrimientos para los osados que escapaban de la tiranía, y situación delicada de política internacional para el gobierno venezolano. Será tema de futuro artículo.

 


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