Dedico estas lineas con profundo amor a España, así como a esa parte de nuestra nación española-venezolana que allá se encuentra. A todos los que con heroica resistencia se levantan, día tras día, para sobrevivir y reemprender el camino.

La vida nos va dejando a todos a su paso huellas y también cicatrices. O si lo comprendemos, o queremos entenderlo mejor así, nosotros vamos dejando huella o cicatrices sobre la vida misma con nuestros actos,; con los que propinamos heridas a personas, a pueblos enteros y a la naturaleza vibrante que nos rodea.

Ese país en el que se fue convirtiendo Venezuela dejó, sin duda, profundas huellas de amor en millones de inmigrantes que vinieron a esta “Tierra de Gracia”; bautizada así por Colón. De colonia pasamos a República independiente, después de tres siglos hasta nuestra asunción de ser una específica y nueva realidad hispánica en el mundo: lengua, religión católica, organización del Estado y cultura, con nuevas y mezcladas características.

Es preciso asumir también que, de aquella etapa de formación desde un país colonia hasta la República, quedaron cicatrices que fueron sanando. Siendo wstas cada vez más borrosas gracias al esfuerzo civilizador mediante instituciones nacionales e internacionales que fueron estableciéndose en Venezuela.

Cuando España tuvo que sufrir su guerra civil fratricida (1936-1939), y el mundo entraba en la Segunda Guerra Mundial, Venezuela intentaba una transición desde las dictaduras militares hacia la democracia. 

Hoy deberíamos haber comprendido que confrontaciones por disputas de una visión filosófica excluyente de la diversidad de ideas del individuo, basadas en el dogma del partido único y del líder mesiánico no tienen cabida en el mundo del aquí y el ahora. Mucho menos para España, país con la experiencia del viejo continente que este  domingo acude a elecciones libres desde su sistema de Estado de partidos, con representación parlamentarista para decidir quién será su jefe de gobierno, y para elegir su representación al Parlamento Europeo. Desde lejos viene España evolucionando con su monarquía en funciones de representación de la unidad del Estado en el territorio, y sus atribuciones diplomáticas y constitucionales, muy claramente establecidas.

Derivadas de las circunstancias venezolanas del año 2002, tomé la decisión de salir de Venezuela. Fui a vivir, estudiar y aprender en España. Por ello considero mi deber darles mi opinión  de la que honestamente creo es hoy la mejor decisión en esta etapa para este querido país. Pienso que el Partido Popular debería retomar la dirección, e integrándose en equipos mixtos de gobierno con gente experimentada, con las nuevas generaciones que se han formado en organizaciones diversas y aliadas como por supuesto Ciudadanos,por ejemplo, sanearse de la corrupción y nuevamente corregir el rumbo de España hacia el progreso. Por otro lado, el PP ha demostrado sensibilidad e inteligencia política al asumir a Leopoldo López Gil como representante al Parlamento Europeo. Por allí deben expresarse seguramente muchos venezolanos-españoles que dejarán huellas y borrarán cicatrices entre nuestras naciones.

Una mayor y mejor consistencia y coherencia en las políticas en todos los ámbitos: económico, internacional, inmigratorio y de acción integradora de este país con el mundo, son más que necesarias, indispensables, para España. 

Haber llevado un gran peso a las espaldas durante años deja huellas y cicatrices. Aunque se creía recuperada ya de aquellos terribles años de finales de los treinta y los cuarenta de las divisiones del siglo XX, España puja hoy por parir un modelo de concertación donde quepan todos, y puedan todos asumirla como la madre común que a todos ama.

Por el lado de los venezolanos que tienen su raíz claramente española, y que seguramente representan unos cuantos miles de votos, este domingo me permito acompañarles con mi sentimiento de esperanza y convicción en que llegará pronto el tiempo para reiniciar una nueva etapa en la reconstrucción de Venezuela. 

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