En España tanto el gobierno como las fuerzas separatistas catalanas se adjudicaron el triunfo en el referéndum ilegal convocado el 1° de octubre y que tuvo el infeliz cariz violento que hemos visto en la prensa. Ambos grupos, y el conglomerado español en su conjunto, le han asignado poco valor al papel trascendente que la prensa ha jugado en este altercado político. Porque es a través de las pantallas de la TV que el conglomerado social español recibió el parte de guerra de cada uno de los lados y, una vez más, se comprobó el hecho de que capta mucho más la atención pública el suceso de que un hombre muerda a un perro en lugar de que sea un perro el que muerda a un hombre.

Los hechos violentos que la prensa estridentemente mostró el día del referéndum de parte de las fuerzas del orden en Cataluña reflejan esa triste circunstancia, porque fueron equivocados. A partir de imágenes morbosas se llevó al país a reprobar la actuación de las fuerzas del orden, cuando estas únicamente cumplían con la sagrada obligación y el mandato específico de su superioridad de impedir una votación comprobadamente írrita.

Esas imágenes falaces y descontextualizadas llevaron a los secesionistas a creerse dioses del Olimpo y dieron rienda suelta a un triunfalismo que los tiene hoy contra las cuerdas y sin otra salida que no sea la declaratoria unilateral de independencia.

Por su lado, el gobierno, también en su pedestal, está dejando que los separatistas se cuezan en su propio jugo. Con un dejo de arrogancia han observado cómo las autoridades de la Unión Europea advierten a los catalanes de los riesgos de su separación, han aplaudido discretamente –pero con una risita interna– a las empresas que han abandonado el barco que se viene a pique, se enorgullecen más de la cuenta de la alocución emanada de la corona española y celebran, a la calladita, los dislates de los líderes independentistas catalanes que ahora salen a la luz, en la misma prensa que le dio brillo a la supuesta violencia de las fuerzas del orden. También en ese lado se sienten vencedores.

Es muy notorio cómo se equivocan todos, tirios y troyanos. El referéndum y la parodia de huelga general de la pasada semana son solo un episodio del gran drama que se ha cocinado en España desde hace varias décadas. En el gobierno no se han tomado el tema separatista catalán suficientemente en serio, mientras ese separatismo se ha estado transformando en una excusa para promover la contaminación del país con las desmesuras de las izquierdas radicales que solo aspiran, en el mundo entero, a una sinrazón totalitaria. Eso solo explica que los desvergonzados de Podemos se hayan hecho presentes para pescar en río revuelto, también en esta ocasión.

Quienes observamos los acontecimientos desde afuera sinceramente esperamos que las posiciones extremas de los líderes independentistas en Cataluña no sean sino una estrategia para que el gobierno español les dedique la atención a la que aspiran. Para ello sería indispensable que la carta que aún se guardan bajo la manga sea una propuesta constructiva y viable y, sobre todo, dentro del respeto a la legalidad, para que todo este circo que se ha montado sirva para algo.

Alguien va a salir perdiendo de este pulso político insensato. Y lo que sí es posible es que las actitudes refractarias de uno o de los dos lados lleven al país a que haya, al final, no uno sino dos perdedores. Dios no lo quiera.


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