Presuman la medianoche del 10 de enero de 2019, en ese segundo que comienza el día 11, para algunos Maduro dejará de ser presidente legítimo. Así de simple, así de complicado. Sin embargo, imaginen, que se presenta en la Asamblea Nacional –no la cubana– y se juramenta como primer mandatario con votos oficialistas y diputados infiltrados cómplices cooperantes electos con la fe, ilusión y abnegación del pueblo en 2015.

El mundo –gobiernos, organismos internacionales, tribunales y demás– reconocen, les guste o no, hace cinco años el heredero ganó unas elecciones que muchos calificaron de fraudulentas, pero finalmente aceptadas por su principal interesado, hoy desprestigiado dirigente.

Todos ellos, con las conocidas excepciones de Cuba, Irán, Rusia, China, Evo Morales, Daniel Ortega y maduristas –hasta el ecuatoriano sucesor de Correa lo mandó al cipote–, no reconocen la legitimidad de la asamblea nacional constituyente, conocida en los bajos fondos como “cubana”, y, en consecuencia, ninguna de sus acciones.

Maduro no tiene ante el mundo más mando del que le otorga la Constitución de 1999 y la Asamblea Nacional. Y esa potestad concluye el 10 de enero de 2019. Dentro de pocas semanas.

¿Qué se negocia para alargar el tiempo y oxigenarlo? Un nuevo Poder Electoral de colaboracionistas, disfrazados de “opositores”, lo que sería una burla. Continuar sin pausa con los consabidos negocios de beneficio mutuo ultrajando el tesoro público. Liberar a algunos presos políticos para disimular y complacer ingenuos; bajar la represión haciendo creer magnificencia, y realizar elecciones generales –para todos los cargos de elección popular–, antes de que se cumpla la mitad del período presidencial. Lo increíble y asombroso de insólitos eméticos, es que algunos por imbéciles, otros por ingenuos y ciertos por interés, dentro y fuera del país, les parece aceptable y, en consecuencia, se plantea un nuevo dialogo.

La pregunta es: ¿quién gobernará en Venezuela desde el 11 de enero a las 0 horas y el primer segundo? Si el presidente ya no es presidente, entonces tampoco son vicepresidentes y ministros los nombrados por él; y así sucesivamente.

El país se desmorona a paso enorme, sin remedio, no posee en sus reservas operativas ni para pagar la nómina estatal y respectivos beneficios, con activistas que cada día miran menos a lo interno y más hacia afuera descifrando adónde van a correr y esconderse; se queda de un día para otro sin gobierno legítimo, eso, camaradas, compañeros y amigos se llama anarquía.

Maduro mucho viaja, como el reciente fiasco de su visita a Nueva York donde ni el portero, ni el alcalde de la ciudad ni la mayoría de los diplomáticos representantes de sus gobiernos en las Naciones Unidas quisieron dedicar un ratico de su tiempo para escucharlo. De visita a China con malhadada escala en Estambul para hacer un ridículo internacional, bajar la cabeza en Pekín y entregar trozos de la soberanía nacional, los pocos que aún quedan a su dispendiosa y desacertada disposición. Lo único que consigue es botar algo de las pocas divisas que van quedando en gasolina de avión, derechos de aeropuerto, lujos de hoteles y otros etcéteras. A la Venezuela que ha arruinado por completo, y solo le queda la deuda.

En semanas, afirman optimistas, saldremos de esta pesadilla. No es así la realidad. Solo vivimos la pesadez de estómago y ardiente acidez por comer mal; la pesadilla empieza después, cuando tengamos un gobierno que no es gobierno en un país que no tendrá petróleo ni riquezas ni ahorros porque se lo han robado o derrochado en una revolución ficticia, inventada para tener el poder y sus ventajas, igual que los pandilleros tienen grupos, áreas y lapsos.

La pesadilla será para quien gobierne y quienes seamos gobernados los próximos años sin industria petrolera, minería desparramada en manos de contrabandistas, delincuentes armados, con la agricultura, ganadería y economía sentadas sin fuerza para levantar cabeza, un panorama inmedible de años de sufrimiento, esfuerzo sobrehumano y dolor.

Quién en su sano juicio puede creer que el castrismo venezolano es capaz de desacelerar la hiperinflación, combatir el hambre, la escasez o la violencia desatada; el desbarajuste del éxodo de millones de exiliados, que huyen por nuestras fronteras; con el corazón en la mano, ¿creen que el país, la ciudadanía, va a soportar paciente años de penuria porque una dirección política oficialista cómplice lo acuerde con la tiranía? Están desfasados, perdieron el afecto ciudadano y no entienden, o no quieren entender.

En Venezuela hay solo dos posiciones claras y definidas: el castrocomunismo, sus afines y el pupilo Maduro, por una parte, y por la otra, la sociedad decente, plena de coraje, unida, que exclama aun a riesgo: ¡Fuera Maduro!

La comunidad internacional asumió que en Venezuela existe un régimen forajido/fallido, lo cual es intolerable en el hemisferio. La realidad cambió, como se evidencia de los países que suscriben la investigación en la Corte Penal Internacional de La Haya. Las iniciativas del secretario del Tesoro norteamericano, para bloquear las fuentes ilícitas de financiamiento del régimen venezolano son reveladoras; las nuevas sanciones en marcha decisorias, la reacción de la Unión Europea reconociendo la no existencia de condiciones para el diálogo, es determinante. Sin embrago, lo más importante, definitivo y categórico es la actitud de rechazo ciudadano, más de 85% se hartó y no sostiene este comunismo a la cubana instalado en Venezuela.

El 11 de enero de 2019 lo que hoy es el peor gobierno de nuestra historia –el de Gómez fue igualmente cruel y abusador, pero al menos la economía empezaba a funcionar– ya no será nada. Y tocará a los buenos venezolanos, de principios éticos y valores morales, no reconstruir, porque lo destruido ya es polvo, sino comenzar a construir un país.

No es tarea fácil, pero vale la pena; es labor complicada, pero honra.

@ArmandoMartini


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