CubaData ha encuestado a la sociedad cubana. Le ha preguntado en relación con la nueva Constitución que se votará en el referéndum del 24 de febrero. De acuerdo con la muestra, 42.4% dirá SÍ. 41.6% optará por el NO y 16% no votará. Es un “empate técnico”, pero los del NO, más los que no votarán, suman 57.6% del censo electoral, pese a que les han negado el acceso a la radio, la televisión o a los medios escritos nacionales, en medio de una feroz campaña de intimidaciones, amenazas, golpizas y arrestos.

Defender el NO equivale a “traición a la patria”. Entre otros, Guillermo Toledo, desde Puerto Rico, director de Encuentro Nacional Cubanoy Rosa María Payá, desde todas partes, a cargo de Cuba Decide, han podido “colarse” muy trabajosamente por las escasas rendijas de las redes sociales que la Seguridad del Estado no ha conseguido clausurar. A lo que se agrega la labor infatigable de los disidentes: hay más de 100 cubanos en huelga de hambre en respaldo del NO, dirigidos por José Daniel Ferrer, un legendario disidente que ha sufrido constantes condenas y palizas.

CubaData es una empresa asociada al Diario de Cuba, un buen periódico digital que se edita en Madrid. La preside el periodista Pablo Díaz y la codirige Salvi Pascual, profesor universitario y gran experto en informática. La encuesta se realizó pocos días antes del referéndum. Consultaron a 1.000 cubanos a lo ancho de todo el país. Los resultados son compatibles con la simple observación del desastre cubano y con lo sucedido en las naciones del Este de Europa sometidas al comunismo.

A fin de cuentas, los cubanos son iguales a los demás seres humanos. 70 años de fracasos, promesas incumplidas y deterioro ostensible, hacen mella en las percepciones de cualquier sociedad. Hay que ser un idiota profundo para mantener las ilusiones en un inflexible sistema dirigido en exclusiva por el Partido Comunista, sin contrapesos ni evaluaciones independientes, pese a las historias de horror de una isla sometida a los caprichos del café que crece en los pedregales, las inmensas vacas lecheras de la etapa del gigantismo soviético, o las dulces vacas enanas que cada familia tendría en su sala de estar para abastecerse de leche cuando colapsó el mundillo comunista.

No es la primera vez que se realiza una encuesta fiable dentro de Cuba. A fines de 2014, el ingeniero Joaquín Pérez-Rodríguez, cabeza de The Campol Group, hoy, además, presidente del Instituto Pedro Arrupese propuso averiguar qué querían los cubanos de la isla y, con la ayuda de varios matemáticos y sociólogos, logró hacer una evaluación no oficial en la que demostraba que 82% de las personas entre 18 y 49 años de edad estaban “Nada satisfechas” con el sistema económico que existe en Cuba. El porcentaje de insatisfechos descendía a 71% en los mayores de 50 años de edad. Lo cuenta, muy descriptivamente, en su libro La voz cubana.

Esa diferencia en las preferencias de “jóvenes” y “viejos”, o entre poblaciones “urbanas” y “rurales”, son típicas de cualquier sociedad. Los jóvenes creen en el futuro, quieren triunfar, viajar al extranjero, abrirse paso, son emprendedores. Los viejos son más conservadores, suelen temer a los cambios. Un gobierno que ha cumplido 60 años en el control absoluto de la sociedad necesariamente ha sufrido un desgaste tremendo y no tiene la menor conexión emocional con sus coetáneos.

No me extraña, pues, lo que, desde Cuba, dice José Gabriel Basterrechea, y que en La Habana gane el NO auspiciado por los jóvenes. Lo afirma en su artículo “¿Qué ocurrirá este domingo en Cuba?”. Aunque también comparto su pesimismo sobre los resultados finales: “No me cabe duda de que, en cualquier caso, habrá fraude electoral”. Y luego explica el cómo y el porqué: “En las comisiones municipales se alterarán los datos por órdenes de los primeros secretarios municipales, para no quedar mal ante sus autoridades superiores (…). Nadie quiere perder las ‘ventajitas’ anejas a cualquier cargo importante en la Cuba, dizque socialista”.

Otro escritor, que prefiere no dar su nombre por temor a represalias, me explica cómo unas personas que rechazan totalmente el sistema, votarían SÍ: es la costumbre de la doble moral típica de las sociedades totalitarias. Están dolorosamente acostumbrados a la disonancia entre lo que creen, lo que dicen y lo que hacen. También prevalece la inercia generada por 60 años de gobierno monocolor. En las elecciones siempre se vota lo que indica el gobierno. Recuerdo a un candidato de las últimas cortes franquistas, en la primera mitad de los setenta, que tenía una forma sincera y candorosa de pedir el voto: “Vote por mí. ¿A usted qué más le da?”.

@CarlosAMontaner. El último libro de CAM es una revisión de Las raíces torcidas de América Latina, publicado por Planeta y accesible en papel o digital por Amazon.


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