El panorama colombiano en lo que resta de 2019 pinta complejo.

A inicios de este año, el ministro de Hacienda les hacía coro a los expertos que, por su lado, vaticinaban un crecimiento de entre 3,5% a 4% de su PIB. La trayectoria que los llevaría allí había sido trazada por el plan de gobierno de Iván Duque, al que el país se apegaría contra viento y marea.

Sin embargo, a apenas un mes del inicio del año la cuesta luce algo más empinada. La economía del país vecino no depende solo de los esenciales propósitos de incrementar la producción, mejorar la productividad estancada desde hace una década y estimular el consumo interno. Los asuntos pendientes al interior del país son enormes.

El país colombiano ha esperado demasiado para emprender reformas estructurales que les permitan alcanzar y mantener un deseable equilibrio fiscal. El área de pensiones no requiere un maquillaje sino una reestructuración profunda. El redimensionamiento de la deuda no puede ser dejado para mañana. La desigualdad social es un reto de calibre mayor. El estímulo a las inversiones no puede ser aplazado para mañana ni la diversificación de las fuentes de ingreso y de crecimiento.

Lo político, la seguridad, la fractura social, el mejoramiento de los servicios, la atención de lo ambiental, la contaminación con el narcotráfico, el reforzamiento de la educación son todos temas que envuelven álgidos reclamos que condicionarán el bienestar de la colectividad en el interior del país.

Pero es que, además, está lo externo, lo ajeno al país. Un conjunto de elementos que evolucionan por fuera de las fronteras y sobre los cuales el país no tiene capacidad alguna de actuación. Estos, por igual, determinarán el devenir económico neogranadino.

El primero de ellos es el curso de la economía mundial. Arrancamos un año con nubarrones en el panorama, causados por la guerra comercial entre China y Estados Unidos y otro no menos trascendente es el de la volatilidad de los precios del petróleo. Una desaceleración en Estados Unidos, Europa o China pondría en serias dificultades los ingresos por exportaciones que reciben los vecinos.

Otro es el resultante de la crisis venezolana que se desarrolla del otro lado de la frontera. El crecimiento de Colombia puede desviarse dramáticamente del curso trazado por el plan económico de Iván Duque si el país debe hacerle frente a la enorme distorsión que representa la presencia de cerca de 2 millones de ciudadanos venezolanos. ¿Puede el país salir airoso en términos económicos y sociales en la compleja tarea de asimilar la migración, luchar contra el rechazo y la xenofobia, pero al propio tiempo aprovechar los beneficios que trae consigo?

Así pues, en todos los frentes internos colombianos los retos son complejos. El frente externo se ocupará de hacerles la cuesta aún más empinada.


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