No puedo ni quiero dejar de ser optimista.

El gobierno va a salir y las elecciones van a tener un resultado que indica su salida.

Los juegos sociales no son lineales. No solo por la complejidad de la difícil conjunción de ideas, antecedentes y aspiraciones que se reúnen en la MUD, sino que es la nota de los juegos sociales. Cuando en su apariencia son lineales, como es el caso de las dictaduras, las monarquías despóticas como la saudita, el curioso engendro escénico de Corea del Norte o la aspiración mal hecha de nuestro régimen, ahora y en esta época, no hacen sino comprimir o retardar las insurgencias. El modo atómico de la discusión Trump-Kim Jong-un, visto desde un lado diferente al tenebroso, tiene el sabor de pelea de pandilleros.

Pero aquí la salida del gobierno deberá traer un cambio social.

Las noticias de lo que uno ve en universidades y escuelas son tenebrosas. Mira que hemos vivido visitándolas y estudiándolas, hemos encontrado pobreza y rezago pedagógico. Pero ahora la ruina física en locales y equipamientos se agranda con una grave desmoralización. Atmósferas de tristeza y terrible amarro de una rutina que ni siquiera logran cuajar.

No obstante, desde esa ruina de nuestros centros de estudio, hay que saltar hacia un futuro de cambio y construcción. La educación es un complejo juego social que tradicionalmente trata de perpetuar, de repetir en los estudiantes las relaciones sociales que han sido.

Ahora la crisis y el cambio de gobierno nos prestan la oportunidad para cambios en la educación. Cambios en las relaciones autoritarias maestro-alumno que no cultivan la democracia y obstaculizan los procesos de aprendizaje.

En la educación hay una relación de proporción directa entre la participación y aprendizaje. Mientras más participa el aprendiz, más aprende. Pero la participación es un valor negado por la disciplina inculcada de la obediencia receptiva: orden y silencio.

Hay que llevar a los estudiantes a participar, y esto no es sencillamente espontáneo cuando los valores dominantes generan obediencia y silencio.

Las acciones de la gente en la calle muestran el deseo, la posibilidad y necesidad de participar y de transformar la participación en un valor de vigencia general: en las aulas, en la calle o en las elecciones. Por muy manoseadas que ellas se den. Ese es el cuadro.

Hay que cultivar y ejercer la participación como valor, como manera humana de ser, en todos los espacios.

No es cosa de sentirse menos porque se dialoga o se negocia. Son maneras de la relación humana bien argumentada por las artes de la política, que nos dicen que no hay que ir a la plaza con armas en la mano.

No me gusta citar autores en breves artículos de prensa, pero Maquiavelo el florentino, filósofo del poder y la política, en su bello ingenio de sátira y consejos, establece a los príncipes, a los gobernantes, como bandidos inevitables. Y a la vez que habla de las normas que deben seguir para conservar su poder, también habla de las maneras de subvertirlos, de las maneras de cuestionar su poder, implicando que son tantas las vías para tomar y conservar el poder, como las maneras de negarlo. Las elecciones son una manera de negar a los “príncipes”.

Hay que votar y hay que transformar las aulas en ambientes de participación.

arnaldoesté@gmail.com

@perroalzao


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