Ruido y silencio, dos aspectos que se contraponen, generan contradicciones y tienen límites naturales. Para algunos, la tranquilidad viene dada por estados de quietud que se consiguen a través del silencio; para otros, es insoportable un espacio en el cual no haya ningún tipo de sonido que rompa el imperio taciturno.

El silencio sobre el ruido y lo que oculta. La conducta evasiva que dirigentes aplican para evadir responsabilidades y evitar molestias, en su política lucrativa, pragmática, que el régimen agradece y recompensa. El silencioso ruido económico, cómplice y obediente, es factor de riesgo que pueden producir sordera, y para su prevención se recomienda protectores de lealtad a los principios y respeto a las buenas costumbres.

No existe criterio de evaluación ni protocolo específico para el riesgo a fin de prevenir daños en las poblaciones expuestas. Si no se reconoce la sordera, la comunidad no es sensible, y se expone a un peligro que no sólo la deja sorda, sino que también puede enloquecer. La participación y consulta, que no es tenida en cuenta, y siempre traicionada y burlada.

El ruido es causa ansiógena de la vida moderna. El ser humano puede desembarazarse con facilidad de estímulos sensoriales desagradables, táctiles, gustativos, olfativos. Pero, ante el ruido malicioso es imposible, influye sobre todo su ser y continúa actuando durante el sueño.

Poco o nada tiene que decir la oposición venezolana, sólo interesada en la carrera electoral que en resolver sus propios problemas que padece, sin remedio, por más de veinte años. El inconveniente de la oposición es que son como los triquitraques navideños, mucho ruido y corta duración.

Cuando esa misma oposición, con pocas excepciones, hace silencio aterrador por conveniencias y ensordecedor de comodidades, acompañado con alteraciones mentales, cardiovasculares y sueño; hipertensión, afecciones del aparato digestivo y tracto anal; disminución respiratoria. Y de unos años, fertilidad, por niveles inferiores de testosterona; confió el mando al golpista, fracasado militar y mediocre beisbolista, convencidos sería cuestión de cinco años, era un individuo de respaldo ideológico pobretón. Pensaron lo podrían controlar o al menos frenar, y en un quinquenio volvería la democracia debilucha que ellos mismos habían erosionado.

No fue así, no contaron con la fascinación del mal formado, pero más inteligente y preparado por poder y fama, Fidel Castro, alumno de jesuitas en el Colegio Belén, que se fue a las montañas a guerrillear contra la dictadura que se carcomía con su propia corrupción, y la firmeza de encarcelar a sus colaboradores y gobernar envolviendo todo en un falso manto revolucionario, profundizando en provecho propio una tiranía feroz, represora y asesina.

Escuela que siguió Chávez ante el silencio sospechoso, bochornoso, cuando a cambio de petróleo y mando delegado a los castro-fidelistas se adueñó de la fe ignorante y la pequeña, muy maleable voluntad de su discípulo, que emocionado presto atención. Bueno para derrochar, torpe para invertir como el jugador de lotería, al punto que, confió más en la ficción de la salud cubana que en la realidad de los avances sanitarios de varios países, incluso el Brasil de su admirado Lula.

Cómo olvidar el ridículo del entonces alcalde de Caracas tratando de impresionar a un militar que no le hizo el menor caso; ni al coronel que le dio un empujón al presidente de la Asamblea Nacional, que se lo caló impertérrito incapaz de responder. Aquello fue un silencio cobarde.

Es así, fracasando, como la oposición ha venido desgastándose y disminuyéndose a lo largo de años de chavismo y castro-madurismo, dividiéndose entre silencios ruidosos atiborrados de mentiras y delirios prostituidos hasta llegar a este actual colmo de tratar de conseguir alguien sin legitimidad ni representatividad, que conquiste popularidad para enfrentar al que, con chaquetón más o menos castrense, trata de convencer a los militares honestos y deshonestos que lo apoyen en su bien merecida reelección, sea o no constitucional. Y la desacreditada oposición, hace ruido sigiloso de cachivaches, es lo que le queda.

La ciudadanía establece niveles permisibles para el cauteloso ruido y prudente silencio; y es conocido que, en Venezuela, se exceden por mucho. En consecuencia, daña y causa complicaciones; aumenta el estrés y la presión arterial, causa rechazo y deslegitimación; interrumpe la concentración y provoca mal humor. El silencioso ruido, se puede curar legitimando autoridades mediante la participación ciudadana.

«Llega un momento en que el silencio es traición». Martin Luther King, 1967

@ArmandoMartini


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