Irene Montero

“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”. Bertolt Brecht.

Estamos viviendo, sin duda alguna, un mes de septiembre apasionante. Tras los cambios acaecidos en el Reino Unido, por consecuencia lógica del fallecimiento de Isabel II, noticia que, sin lugar a dudas, ocupará un lugar destacado en los libros de historia, este fin de semana hemos sido testigos de otro acontecimiento que también, por su relevancia, rellenará las páginas de los libros de nuestros hijos, o así debería ser.

En estos tiempos de pretendido feminismo, de empoderamiento de la mujer, lo cual respeto, no se vayan a creer que no es así, una noticia como la de este domingo debería ser celebrada por la masa feminista como uno de los acontecimientos más relevantes de este siglo XXI, cambalache, problemático y febril. Por primera vez una mujer, Giorgia Meloni, va a gobernar uno de los países más importantes y relevantes de Europa, esto es, Italia. Su partido, Hermanos de Italia, en coalición con La Liga de Mateo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi ha conseguido la mayoría absoluta en ambas cámaras, el Congreso y el Senado; en unas elecciones, esto también es relevante, con una participación de 64%, nueve puntos menos que en 2018.

Sin embargo, no hemos oído ni leído, en medio alguno, la felicitación y el beneplácito de Irene Montero, tan locuaz en otras ocasiones, ni de ningún miembro de su ministerio o su partido, tan implicado en la puesta en valor de la mujer que incluso se cambió el nombre a Unidas Podemos. Evidentemente, es la otra cara de la noticia la que motiva tal indiferencia, incluso repulsa de este pseudopartido que gobierna España, en coalición con el PSOE.

Y la otra cara de la noticia es que, por primera vez en democracia, la extrema derecha o lo que ellos han dado en denominar así, gobernará Italia. Y esto, parece ser que a los miembros (y las miembras) de Unidas Podemos no les ha hecho mucha gracia.

Me perdonarán la licencia de utilizar el lenguaje inclusivo, aunque vaya contra el diccionario de la RAE, en tono indudablemente irónico. Recuerden que en una ocasión, la señora o señorita Montero habló de “los fuerzos y cuerpas de Seguridad del Estado”, que después de “matria”, posiblemente es la gilipollez más grande que he escuchado en mi vida, y he escuchado muchas. Y las que me quedan por escuchar, al menos hasta las siguientes elecciones generales. Como decía Felipe en una de las magníficas tiras de Mafalda, “lo malo de andar siempre con las orejas puestas es que uno se expone a oír cosas como esta”, aunque, en estos últimos años, nos vamos acostumbrando.

Sin duda, para la formación de Extrema Izquierda de Irene Montero, todo son malas noticias. La primera, que haya ganado una mujer de derechas. Esto les deja a los pies de los caballos, retorciéndose en la contradicción que les alimenta como formación política. No quieren el éxito de las mujeres; su sectarismo les lleva a desear el éxito de las mujeres de izquierdas, y el fracaso más estrepitoso de las de derechas. Esto ¿es feminismo? No tengo respuesta para ello, juzguen ustedes.

La segunda, indudablemente, que la Ultra Derecha está tomando fuerza en Europa, no ya por su buen hacer, que aún está por demostrar, sino por el sinsentido de las ideas y de las políticas que la izquierda promueve, que está llevando a Europa en general y a España en particular al mismo destino al que siempre le ha llevado la izquierda, esto es, a la inflación, a la pérdida de poder adquisitivo, de tejido productivo y a la miseria.

Pero hay una tercera mala noticia para Unidas Pudimos en las elecciones de ayer; la baja o más que baja participación. Esta circunstancia, que sin duda ha favorecido los intereses de Meloni, es una clara señal del descontento y la decepción de la izquierda italiana y ya saben, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. El electorado de izquierdas, al que sin duda hay que reconocerle su implicación y participación, sin embargo se ha quedado masivamente en casa, demostrando que el proyecto político de la izquierda vive sus horas más bajas.

Perdonen que recurra nuevamente al refranero, sin duda fuente inagotable de sabiduría popular, pero la izquierda en España, sobre todo nuestro ínclito presidente, aplica una máxima que, si bien los jóvenes de mi generación usábamos en otro contexto, el de las noches de fiesta, bien puede asimilarse a su manera de actuar con el electorado. Tal refrán era “prometer y prometer hasta meter. Y después de metido, nada de lo prometido”. Creo que se entiende claramente la similitud, así que lo dejo aquí.

Creo que por fin nos estamos dando cuenta de lo que ocurre. Creo, o quiero creer, que la ideología está muy bien, hasta que no tienes para hacerle un bocadillo a tus hijos. Y, a la vista de los lineales de los supermercados, en cuanto a precios y carestía de los productos, lo que ayer era una exageración, una advertencia, hoy es una realidad.

Decía Martín Lutero que “la superstición, la idolatría y la hipocresía tienen grandes pagas, pero la verdad tiene que mendigar”. Desgraciadamente, no va a ser solo la verdad la que se vea mendigando, a no ser que estas señoras y estos señores acaben pagando en las urnas lo que los demás vamos a pagar y ya pagamos de nuestro bolsillo.

Por cierto, la semana pasada, una mujer llamada Masha Amini murió en Irán por no llevar correctamente el velo. ¿Han oído ustedes las declaraciones de Irene Montero al respecto?

Yo tampoco.

 

 

@elvillano1970


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