«Si no hay respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo». Simón Bolívar.

Los venezolanos observan absortos, aún cuando nada de lo que propicie o haga el régimen de Nicolás Maduro sorprende, pues la cotidianidad de sus actos es harto conocida, por la ligereza e ignorancia que  impregna a su arbitraria voluntad.

Un reciente hecho ocurrido en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que aprobó la renovación por dos años de la misión que investiga crímenes de lesa humanidad en Venezuela, proyecto, impulsado por 39 países, cuya propuesta recibió 19 votos a favor, 5 en contra y 23 abstenciones, generó el debate previo a la votación, y  hubo varios momentos de tensión en la sala, pero uno de ellos llamó la atención porque produjo una intempestiva interrupción de la delegación chavista mientras hablaba la representante de Estados Unidos.

“Es importante tener un informe equilibrado y medido. En los informes, la misión documentó abusos de derechos humanos, tratos inhumanos y degradantes…”, decía Michèle Taylor, cuando su par de Venezuela la cortó violentamente y pidió que su país sea “respetado”. Federico Villegas, presidente del Consejo, ofreció disculpas a Taylor para hacerle lugar al pedido de palabra solicitado por el representante venezolano, Héctor Constant Rosales, a quien le pidió que modere sus formas al solicitar intervención, pues en su interrupción señaló: “Mi país no aceptará ningún tipo de mención a su gobierno ni a su Estado que atente contra nuestra dignidad ni contra el vocabulario tradicional de las Naciones Unidas», y pidió a la autoridad que pida que se reitere el punto de orden.

Villegas respondió con alto agradecimiento protocolar y luego agregó: “Lo invito a que en la próxima ocasión utilice el tono calmo en su explicación y no la forma intempestiva en la que pidió el punto de orden, que no era necesario. Con solo levantar la pancarta le hubiera dado la palabra”.

Este bochornoso acto perpetrado por el representante del régimen socialista marxista y mal llamado bolivariano, muestra que los «diplomáticos» socialistas no cuentan con una formación multidisciplinar enfocada en el derecho, el comercio y los idiomas extranjeros y mucho menos  conocimientos en derecho internacional y relaciones exteriores, que bastante les ayudaría a ser diplomáticos.

Trabajar como representante diplomático de una nación es una gran responsabilidad. Los gobiernos buscan a buenos profesionales, por cuanto la formación es imprescindible para alcanzar el éxito deseado.

Un diplomático debe contar con una formación pluridisciplinar, pues debe saber actuar en caso de conflictos internacionales, para conseguir defender los intereses diplomáticos y comerciales de su país en el exterior.

En Venezuela, desde la creación de la carrera de Estudios Internacionales, en la Universidad Central de Venezuela y otras, han egresado cientos de profesionales, hombres y mujeres, que en tiempos de la llamada cuarta República prestaron sus valiosos servicios a la democracia. Hoy día, se desempeñan en otras actividades y muchos han emigrado, tras la llegada al poder del socialismo del siglo XXI, que los desestimó para que ocuparan su lugar personas cuya única credencial es la de ser militante y activista del proceso rojo rojito. Nada que ver con la hoja curricular de quien aspira a un cargo en la cancillería venezolana.

No se debe dejar de soslayo que representar a un gobierno en otro país es una gran responsabilidad, pues para un buen ejercicio de las labores diplomáticas es necesario que quien lo representa tenga una sólida formación profesional, moral y ética.

La diplomacia tiene su razón de ser como herramienta para la resolución pacífica de controversias. Como se basa en la negociación, sus caminos no suelen ser los más directos y rápidos. Pero la Historia está llena de ejemplos que prueban su eficacia.

 

 


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