Él me lo dijo y yo le creo. Algunos me tildaron de ingenua, otros me acusaron de recibir prebendas. Pero la gran mayoría de los venezolanos se contagió de la buena nueva que me anunciaba Juan Güaidó en una entrevista que le hice durante su gira entre Cabimas y Lagunillas, en mi estado Zulia. Lo tengo clarito. Fue el 14 de abril, un domingo con un calor inclemente.

«Faltan 2 meses, quizás menos», fue su respuesta ante mi insistente pregunta: ¿hasta cuándo se extenderá esto, presidente? En ese instante se me erizó la piel. Con la seguridad que lo caracteriza al hablar me dijo: «Nosotros somos mayoría y no permitiremos que un grupito de 9 personas mantenga secuestrado el país. Ellos ya perdieron y nosotros no nos vamos a dejar joder».

Lo que nunca pude preveer fue que desde ese encuentro periodístico hasta el inicio de la denominada fase definitiva de la Operación Libertad apenas nos separaban 16 días. Y es que en la madrugada del martes nos agarraron a todos desprevenidos, incluyendo a los altos jerarcas del chavismo y no sé si a la dirigencia opositora también. Juan Guaidó, en compañía de Leopoldo López, llamó a la calle sin retorno desde las adyacencias de la base aérea de La Carlota, en Caracas, en la antesala del Día del Trabajador, fecha para la que se habían hecho las respectivas convocatorias de lado y lado.

Aún los hechos están en pleno desarrollo. Opositores y oficialistas están mostrando los dientes. Maduro se aferra a su silla en Miraflores como gata panza arriba, mientras que Guaidó va paso a paso de la mano de más de 50 países que lo respaldan como presidente encargado de Venezuela. Cada uno llama a su gente a la calle para medir fuerzas en paralelo al movimiento de las piezas en el tablero del ajedrez internacional. Si bien al principio del día pensé que el muchacho de 35 años había jugado posición adelantada, el respaldo de los diferentes gobiernos durante la jornada me hizo desistir de la idea.

Hasta ahora la estrategia opositora es clara: terminar de implosionar el estamento militar hasta lograr la salida de Maduro a solicitud de su alto mando. Para ello, representantes del más alto nivel del gobierno de Estados Unidos envían mensajes públicos y privados al ministro de la Defensa, Padrino López, y demás cabezas militares del país para que se plieguen a la Operación Libertad. Por su parte, el oficialismo sigue bajo el amparo de los rusos y los cubanos, mientras que a lo interno se aferra a los colectivos armados como escudo protector de sus intenciones de seguir en el poder.

Durante la primera jornada de esta lucha que se debate entre seguir entrampados en el caos o recuperar la institucionalidad y la democracia en el país, ambas posiciones han fallado claramente en un elemento, el comunicacional. La arremetida mediática de Guaidó fue a primeras horas de la mañana, propinando un certero golpe a sus adversarios que los dejó descolocados, mientras que el chavismo, en un intento por reponerse, generó una avalancha de reacciones en cadena que coparon todos los programas matutinos de la televisión estatal. No obstante, desde horas del mediodía hasta bien entrada la noche los seguidores de ambas posiciones quedaron en el limbo, sin voceros, sin caras visibles que les dieran señas claras de cómo iban las cosas y las próximas acciones que se iban a seguir. Aunque de seguro durante todo ese tiempo estarían ocurriendo jugadas importantes tras bastidores, en definitiva, pasaron el día al garete entre rumores, dudas e incertidumbre.

Hoy es otro día. Continúa el forcejeo hasta lograr el objetivo. Estados Unidos reforzó su artillería diplomática para extraer de raíz un cáncer que amenaza seriamente con provocar una metástasis en su propio organismo. Aseguran que Venezuela se ha convertido en un problema de seguridad nacional para ellos debido a sus estrechas relaciones con grupos guerrilleros, terroristas y extremistas, además del apoyo a Irán y Rusia con el uranio, material indispensable para la elaboración de armas nucleares.

Las cartas están echadas. El mundo entero tiene los ojos puestos en Venezuela. No hay espacio para los errores. No tengo dudas de que el cese de la usurpación será una realidad. ¿Cómo será el desenlace? No lo sé. A nosotros nos toca resistir y permanecer en las calles. Al liderazgo opositor le toca hablar claro y actuar con transparencia para mantener el respaldo de los venezolanos. Falta poco. Guaidó me lo dijo y hoy, más que nunca, yo le creo.

@gladyssocorro
gsocorro.wordpress.com


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