Desde hace muchos años me he sumado al movimiento del rescate del pensamiento y obra de los próceres civiles, en una continuación a lo que ha sido la labor de poquísimos venezolanos que, como el difunto Oscar Sambrano Urdaneta, han intentado recordar que nuestra historia y República no es obra exclusiva de los militares. La tara del caudillismo, el anhelo por un mesías y las erradas apreciaciones que tienen muchos venezolanos con relación a lo que necesita nuestro país para salir adelante, no son responsabilidad de un hombre que nació un día como hoy en 1783.

Así, a pesar de que recientemente el chavismo borró el nombre de José María Vargas de uno de nuestros estados –y cómo no intentar borrar a un intelectual que afirmaba que “el mundo es del hombre justo y honrado”, cuando en esa frase se encierra todo lo que el chavismo ha intentado destruir–, pues es nuestra labor como sociedad que su pensamiento no sea borrado de nuestra memoria. ¿Quién es responsable de que nuestros jóvenes no sepan quién es “el hombre de cuentas claras” o por qué nuestros estudiantes de Derecho no estudian al autor de la extraordinaria obra El triunfo de la libertad sobre el despotismo?, ¿es que de verdad los vicios que tenemos y nuestro paupérrimo nivel cultural es imputable a una persona que falleció hace casi 189 años?

Simón Bolívar ha tenido enemigos siempre, incluso hoy hay personas que están obsesionadas con arruinar su obra, la cual, para indignación de sus detractores, no es solo militar sino también intelectual. Y es que ciertamente nadie está obligado a admirar el trabajo del Libertador. Lo que no tiene sentido alguno es difamarlo, responsabilizarlo por algo que él no ha hecho y que, tal como se puede apreciar de textos históricos, él mismo advirtió que sucedería e incluso intentó evitarlo (los invito a leer la Carta de Jamaica o el Discurso de Angostura).

Aunque guste o no su estilo o cómo lo han pintado en diversas películas o series de televisión mal producidas, no hay duda de que Simón Bolívar asumió como causa, como propósito en su vida, la libertad de Venezuela y de los pueblos de América, empleando los medios que para el momento y las circunstancias estimó necesarios para lograr la independencia de la monarquía e instaurar una República democrática. Absurdo lo que hacen algunos de juzgar bajo los estándares del derecho internacional actual y de la doctrina de derechos humanos del siglo XX y XXI acciones de hace 200 años.

Pero es que la mayor difamación que ha sufrido el Libertador en toda su historia póstuma es la del chavismo. La manera en cómo el dictador Chávez Frías ha manipulado la imagen de Bolívar es algo que está trayendo consecuencias difíciles de reparar y, en especial, hay que referirse al uso del término “bolivariano” que tradicionalmente se ha empleado para hacer referencia a cosas vinculadas con el Libertador, como sería el caso de una asociación bolivariana o de la cátedra bolivariana. El gobierno de Chávez no solo se apropió del término bolivariano, sino que además lo tergiversó y cambió su significado.

El daño ocasionado por el chavismo al nombre de Bolívar es incalculable, la gente común hoy se refiere a cosas chavistas como “bolivarianas”, y es que no hay dos ideologías más heterogéneas que la de Simón Bolívar y la de Chávez Frías. Mientras el primero dedicó su vida a la libertad de las  Américas, el segundo se dedicó a someterlas a los hermanos Castro; el primero cosechó hazañas militares, el segundo fracasó en un golpe de Estado y fue encontrado llorando en el Museo Militar; el primero veía el Chimborazo y súbitamente se convertía en poeta, el segundo veía el cerro Ávila y le cambiaba el nombre; el primero decía “…nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder…”, el segundo insistía que estaría en el poder “hasta que el cuerpo aguante”; el primero sostenía que “…no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos…”, valorando las realidades morales e intelectuales de cada quien, mientras que el segundo estaba obsesionado con robarle sus bienes a los que trabajaban para dárselo a los que no trabajan, buscando la igualdad marxista (vale recordar que Marx fue un claro detractor de Bolívar). El Libertador propuso un Poder Moral para la instrucción nacional, para velar por la educación infantil, atacar la corrupción y asentar los valores de la República; Chávez creó un Poder Moral (Ciudadano) para contrarrestar las funciones parlamentarias y controlar todos los poderes públicos con mayor facilidad.

He insistido en mis clases en que es un grave error que nuestro texto constitucional se inspire en la doctrina de un solo hombre (artículo 1), tal como lo hace la Constitución de Chávez; tampoco deberíamos llamarnos República Bolivariana, menos República Varguense o República Acostense, porque eso solo logra inducir la errada creencia de que nuestra nación ha surgido gracias a una sola persona y sometiendo su desarrollo a sus ideas, pero el responsable de esa estupidez es aquel que le dio el voto a Chávez y se conformó con tener la caña subsidiada.

Si leemos la historia para la conformación de lo que hoy es Italia veremos las hazañas militares de Emanuele Filiberto di Savoia, cosa que no les impide a los italianos recordar a Dante Alighieri. El país más poderoso del mundo moderno inició con Washington, Gates y Arnold, pero los norteamericanos también son conscientes de la relevancia de Benjamin Franklin y John Adams. ¿Es que acaso no son relevantes tanto Bolívar como Cecilio Acosta?

Que muchos carguen todavía con la tara del caudillismo no es responsabilidad de Bolívar, sino de nuestra incapacidad como sociedad para superar la cuesta. Nuestra historia está forjada por civiles que redactaron nuestra primera Constitución, crearon universidades y publicaron extraordinarios relatos, que sus obras estén casi olvidadas es solo achacable a nuestras últimas generaciones (por cierto, fue Bolívar quien encomendó a Vargas recuperar la Universidad de Caracas en 1826, lo que hoy es la UCV).

Venezuela es ambas cosas, ¿no puede ahora la sociedad civil asumir como su primera necesidad la moral y las luces? Sabemos quién pronunció esa frase, quizás nunca ha estado tan vigente, solo así evitaremos que la tiranía, que busca tinieblas, tenga adoradores, y la ignorancia, que la sirve, prosélitos. ¿Sabemos quién pronunció esta última?


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