La dictadura instaurada en Venezuela a partir del año 2016, con la suspensión sine die de cualquier consulta electoral, no es un producto ajeno al chavismo como movimiento político, es congruente con su ideología y su praxis. Es el final lógico y esperable de la evolución en el poder de un movimiento político que nunca fue real ni completamente democrático. El movimiento político que devino finalmente en chavismo siempre aspiró al poder total.

No podía ser democrático un movimiento cuyos referentes teóricos fundamentales fueron y son el fascismo ceresoliano, el castro-comunismo, el militarismo, el caudillismo y el populismo latinoamericano. Recordemos también que el chavismo intentó primero llegar al poder mediante golpes de Estado. Luego, por razones tácticas se avino a transitar la ruta electoral.

Lo glosado anteriormente no quiere decir que en el chavismo no existieron ni existan sectores y figuras políticas con vocación democrática. Pero esos sectores, con la llegada de Chávez al gobierno y su conversión en el líder hegemónico del proceso, fueron progresivamente neutralizados o apartados.

El chavismo, con el maximato de Chávez, ejecutó desde sus inicios en el poder un proceso de desmontaje y deconstrucción del sistema político democrático prescrito en la Constitución de 1999, la cual en muchos aspectos es un desarrollo de la de 1961, en otros contiene retrocesos que ayudaron a facilitar el autoritarismo y el militarismo. Desde las entrañas del Estado se propició y adelantó el desacato, el desconocimiento y la violación de la carta magna cuando la misma impedía el avance de la concentración del poder en la Presidencia. Chávez buscó y en alguna medida logró crear un sistema que, manteniendo la fachada democrática y legal, funcionara en la realidad como una autocracia, en la cual se fue gestando un déficit democrático creciente que colocó al país en una dictablanda (término en desuso) rescatado con acierto por el colega politólogo Laureano Márquez para caracterizar el periodo de Chávez.

Los deseos de cambio, la crisis de representatividad de la clase política del puntofijismo, el liderazgo de Chávez, los enormes recursos fiscales disponibles y manejados a discreción, el control férreo de la FAN, así como los errores de la oposición le permitieron al chavismo hacerse del control del país e instaurar por un tiempo su hegemonía.

Luego de su abrumador triunfo electoral de 2006, Chávez más poderoso que nunca, creyó llegado el momento de profundizar el proceso hacia el socialismo del siglo XXI. La Constitución vigente –la mejor del mundo, Chávez dixit– era objetivamente un impedimento a sus propósitos, contenidos en el llamado “Plan de la Patria”.

El régimen necesitaba una nueva legalidad, por ello, y confiado en su renovada legitimidad, el comandante se inventó una reforma constitucional destinada principalmente a instaurar el Estado comunal y a permitir la reelección indefinida en la Presidencia de la República. Esa reforma era el fin del “Estado democrático y social de Derecho y de justicia” y el advenimiento de un sistema similar al del poder popular vigente en Cuba.

El régimen –sorpresivamente para muchos, sobre todo para sus proponentes– perdió el referéndum aprobatorio realizado en 2007 con motivo de la reforma constitucional.

Chávez, fiel a su estilo Jalisco, logró imponer sus objetivos, sobre todo la reelección indefinida, por vías inconstitucionales e ilegítimas.

La nomenclatura chaviana legataria del fallecido líder, en condiciones peores a las de Chávez, y siguiendo fielmente sus enseñanzas y sus propósitos, decidió culminar el proceso de demolición de la democracia y la vigencia de la Constitución dando un golpe de Estado por etapas y para ello necesita una nueva legalidad que cubra con un manto de legitimidad democrática a la dictadura en proceso de construcción y legitimación; esa y el continuismo son las razones principales que motivan la constituyente comunal.

Maduro y quienes lo acompañan en esta dictadura corporativa no han traicionado a Hugo Chávez para nada, solo que la magnitud de la crisis y del rechazo nacional que concitan los obliga a ir más lejos en la profundización del modelo creado e instaurado por el fallecido líder. Por eso hablamos de fase superior del chavismo que puede, rebelión democrática en progreso, concluir con el fin del régimen.


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