En política –para bien o para mal– es bien sabido que las percepciones compiten y a veces superan las realidades a la hora de que la gente se forme un juicio acerca de cómo van las cosas. De allí pues que la confrontación mediática en esta época de comunicaciones globalizadas haya tomado preponderancia crucial en el debate político.

Es por eso que en la política moderna toman papel protagónico el concepto de libertad de expresión, las medias verdades y mentiras originadas en laboratorios de guerra sucia, encuestas chimbas, la proliferación de mensajes tendenciosos originados y multiplicados por procedimientos técnicos en las redes sociales y toda suerte de recursos que en épocas anteriores no existían o lo hacían en mucho menor grado.

Dicho lo anterior y tomando nota de lo que viene aconteciendo en los últimos días, se percibe que el fenómeno Guaidó que en su momento llenó de entusiasmo y esperanza a una determinante mayoría, ahora luce como que se está desinflando como consecuencia de las medidas que se toman desde Miraflores, porque no se ha producido el quiebre en el seno de la institución militar,  porque no se han podido concretar algunas de las muy altas expectativas que se habían generado y por la constatación de que la alternativa del uso de la fuerza por parte de la comunidad internacional se reduce a puras declaraciones y muy pocas acciones concretas, salvo las sanciones norteamericanas que sí van teniendo efecto en perjuicio tanto de los usurpadores como del público en general sometido cada vez más a mayores privaciones, todo lo cual se exterioriza en la visible reducción del poder de convocatoria de la oposición potenciado por la salvaje represión de la que es objeto cada vez que hay alguna manifestación.

El fenómeno descrito se convierte en un círculo vicioso consistente en el desaliento cuya consecuencia es mayor desaliento. Eso es lo que hay que combatir y eso mismo es lo que los valientes dirigentes de hoy nos piden. Poco favor hacen quienes critican a los que hoy liderizan el esfuerzo en pro de la restitución democrática pagando por ello altísimo precio institucional,  personal, cárcel y hasta con su vida, mientras una parte cada vez mayor de la ciudadanía sufriente se conforma con seguir los acontecimientos por televisión y esperar la caída de la tiranía con su caja de cerveza bien fría para festejar tan pronto ello ocurra.

Sin dejar de reconocer que cada quien es libre de expresar sus opiniones y asumir las consecuencias, creemos que en momentos definitorios como los que hoy se viven bien pudieran posponerse momentáneamente aquellas críticas que lejos de sumar fuerzas lo que hacen es introducir división. Así el caso de quienes afirman que no haber invocado el 187.11 es una traición, o quienes atribuyen a Guaidó & Cía. la culpa de que la comunidad internacional no haya acudido a cumplir con la “Responsabilidad de Proteger” (R2P) o que el regreso al TIAR no haya sido acompañado por una inmediata acción de fuerza. Igual el caso de quienes hoy critican con dureza la decisión de enviar representantes a Noruega para explorar posibilidades de entendimiento, como quienes dan por sentado que cualquier iniciativa de paz y reconciliación propia o de terceros, necesariamente ha de ser un fraude dadas las tristes experiencias ya vividas.

Para quienes aún no se han dado cuenta, el escenario internacional cambió radicalmente en las últimas semanas en latitudes en las que Venezuela poco o nada cuenta. En efecto, el desarrollo de la crisis que enfrenta a Irán con Estados Unidos ha ido tomando un cariz suficientemente grave que desvía la atención de Trump y su gobierno hacia esa zona en la que el equilibrio del Medio Oriente se ha puesto en jaque junto con el tránsito de gran parte del petróleo mundial, sanciones y demás cuestiones cuya relevancia –mal que nos pese– son de mayor prioridad que la restitución de la democracia en Venezuela. ¿O no?,

Mientras tanto, con los escasos medios con que cuenta el presidente (e) Guaidó y su equipo se han ido obteniendo resultados . Así el caso de la visible grieta que ya se observa en las filas militares y de los organismos de represión y seguridad  (Sebin) expresadas en dos espectaculares fugas (López y Simonovis), gestionadas en apenas quince días pese al cambio de titulares en el organismo. Se ha conseguido desalojar a quienes ilegalmente ocupaban la sede de nuestra embajada en Washington, para lo cual se empleó la ley internacional y la cooperación de fuerzas policiales locales; se aprobó el pago de los intereses del bono Pdvsa 2020, posponiendo así la pérdida de Citgo; se medio consiguió que la dictadura no siga obstruyendo la distribución de la ayuda humanitaria, se ha mantenido el tema Venezuela en la agenda internacional arrinconando a los usurpadores, se consiguió sentar al embajador Tarre en la OEA, donde el apoyo al gobierno democrático poco a poco va aumentando en su número, etc.

En resumen, abogamos por mantener la unidad un tiempo más sabiendo que falta poco; moderar la crítica pública y apoyar lo que se nos pide. Después habrá oportunidad de formular críticas y pedir explicaciones.


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