Cuando uno analiza el horizonte político, económico y social de América Latina, uno no deja de asombrarse de lo sencillo que resulta para algunos, la clase política e intelectual, encontrar respuestas a los problemas que hoy afectan a la región. Incluso, hay quienes hacen referencias engañosas sobre el proceso de recuperación económica de posguerra que lograran los países europeos, particularmente Alemania. Decir que después del caos viene la recuperación no es verdad.

Pero si algo relevante se debiera destacar del proceso de reconstrucción europea y fundamentalmente de Alemania y que podría servir como importante referencia a los países latinoamericanos es el enfoque de recuperación económica utilizado para ese tiempo. Allí se observan fundamentalmente tres cosas: primero, que este proceso ocurre en forma de transición; desde el caos hacia la recuperación económica y además este fue concebido como un proceso de muy largo plazo. Ello fue posible con la ayuda de los países europeos y también de Estados Unidos a través del financiamiento y la inversión en infraestructura, la cual fue dañada de forma exponencial en las ciudades donde existía la mayor producción agrícola e industrial. Segundo, que se crearon las condiciones para fomentar el conocimiento científico. John Gimbel, en su libro Science Technology and Reparations: Exploitation and Plunder in Post-war Germany, llegó a la conclusión de que en Alemania se efectuó un proceso de «reparación intelectual» financiado por Estados Unidos y Reino Unido, calculado como equivalente al día de hoy en más de 125.000 millones de dólares. Tercero, la recuperación económica requería inexorablemente de un aumento de la población alemana que había sido significativamente asesinada. Y adicionalmente se requería de la elaboración de un nuevo contrato social.

Después de haber superado la Guerra Fría, no puede uno desconocer que el desarrollo económico posible del presente y futuro de Alemania obedece fundamentalmente a esos tres componentes operativos de la acción política, y que se correspondieron claramente con el momento histórico de posguerra.

No obstante, se trata, de tres acciones políticas que continúan teniendo enorme significación para los países que, aún sin haber vivido guerras, tienen la pretensión de asistir a la nueva economía, la economía de la innovación.

Cuando uno analiza el diagnóstico actual económico y social de los países de América Latina, uno encuentra lo siguiente: a) no planifican a largo plazo ni consideran la transición como un proceso que parte primero del diagnóstico de la situación país, b) el conocimiento no es un imperativo para la elaboración y desarrollo de las políticas de Estado y c) existe una mayor desconfianza de los ciudadanos respecto a las instituciones que imposibilita un nuevo contrato social.

De todas ellas, la tercera tiene una muy alta significación, porque se posiciona como una condición para que los otros problemas puedan ser efectivamente resueltos.

Tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos. Esto quiere decir que la desconfianza de los ciudadanos respecto a las instituciones para proveerles salud, educación de excelencia, trabajo y bienestar en general se constituye en un elemento central que impide el desarrollo de la capacidad innovativa de estos países. Y es que los países pueden fomentar la cultura de la innovación y lograr un mayor acercamiento y colaboración entre los actores de la innovación, pero ello en ausencia de un contrato social que derrumbe las maniobras populistas y la cultura rentista, que reviva la «fe cívica» y promueva la cultura del conocimiento, no hará posible la transición de estos países hacia la economía de la innovación.

Por lo tanto, se requiere un nuevo contrato social que permita crear las bases y desarrollar credibilidad compartida y mayor conciencia en sus ciudadanos. Se requieren de instituciones que fomenten el conocimiento como medio de transformación social y económica.

Y este contrato social plantea desafíos como nunca antes; plantea pensarlo desde la naturaleza y las características de la nueva economía y el cambio tecnológico. Este nuevo contrato social requiere de un diagnóstico de lo que está dejando en el suelo tanto el socialismo como el nuevo dependentismo en la región.

Eso aún no está hecho.


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