Un vocero del oficialismo acaba de declarar que en Venezuela hay un exceso de democracia… Acaso diría lo mismo el tirano de Corea del Norte, salvando, naturalmente, lo salvable entre ambas realidades nacionales. Pero la clave está en presentar las cosas exactamente al revés de como son y de como son percibidas por la inmensa mayoría de la población.

Eso del “exceso de democracia” es una afirmación de lo más curiosa, por no decir absurda, en un país donde hay una gran cantidad de presos políticos, de perseguidos políticos, de exiliados políticos, de censura y autocensura de prensa, de ausencia de separación de poderes y, por si todo esto fuera poco, un país donde hay un despliegue represivo que caracteriza a las peores formas de despotismo.

Y todo ello en un contexto de catástrofe económica y social, signada por una crisis humanitaria, y una masiva y creciente corrupción o depredación de los recursos públicos. Por eso es que la población está marchando, está ejerciendo su derecho a la manifestación y a la protesta. Y ahora que la hegemonía está impulsivamente anunciando que se retirará de la OEA, la protesta lejos de amainar, aumentará.

Y no se trata de una concesión que el Estado decide otorgar o no a los ciudadanos. La protesta es un derecho humano que el Estado reconoce formalmente y que debería garantizar materialmente, pero que en el caso venezolano no ocurre así. Cierto que la Constitución es amplia y “garantista” al respecto, pero los jerarcas del poder la irrespetan mañana, tarde y noche, en esto como en prácticamente todo lo demás. Y sin el prácticamente…

Este tipo de consideraciones pueden apreciarse como palabras huecas o retórica sin consecuencias. Lo reconozco. Pero enfatizo la palabra “pueden”…  De hecho, y también de derecho, el irrespeto craso y continuo a los derechos humanos por parte del poder, es el fundamento de la desobediencia, la resistencia, la rebelión legítima. Conceptos consagrados en la Constitución de 1999.

Y conceptos o principios recientemente recordados por un valiente documento de la Conferencia Episcopal Venezolana; de nuevo un blanco favorito de los virulentos ataques de la hegemonía, y no solo de palabra sino con actos vandálicos. La impresión general es que los venezolanos están decididos a defender su derecho de protestar, no únicamente como un fin en sí mismo, sino como el medio para alcanzar el ansiado cambio político de fondo, que el conjunto del país reclama y necesita.

El derecho de protestar es un derecho humano, es un derecho constitucional, es uno de los principales derechos de la ciudadanía. Y esta lo está echando hacia adelante, a pesar de la represión y los innumerables esfuerzos de intimación que provienen de la hegemonía. El pueblo está en marcha, está en manifestación, está en protesta. Maduro no debería tener la oportunidad para detener los cambios constitucionales.

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