No parece exagerado afirmar que la semana que acaba de transcurrir pueda calificarse como una de las peores de la historia venezolana posterior a los horrores de la Guerra Federal. La coincidencia de circunstancias negativas tanto en la capital como en el interior están llevando a la población al límite de su aguante, de forma tal que ya se perciben episodios de saqueo y otras manifestaciones de intranquilidad social que pueden ser el inicio de una ola de violencia generalizada además de los riesgos sanitarios que se han potenciado con la carencia del agua y energía eléctrica.

Como es natural el régimen agonizante se empeña en situar la culpa en factores externos como el “sabotaje eléctrico”, el “imperio”, la oligarquía y demás comodines a los que se acude para intentar prolongar su supervivencia apoyado tambien por la presencia cada vez mayor de los “colectivos” que representan la violencia indiscriminada e impune.

En el plano internacional quienes aún controlan el aparato administrativo solo cuentan con el tibio apoyo de los “chicos malos” de la escena mundial: Siria, Irán, Hezbolá, FARC, ELN,  etc., que, coincidencialmente, también están pasando momentos críticos.  Hasta el mismísimo “pana” dictador turco Erdogan acaba de sufrir un revés electoral que seguramente le llevará a redirigir sus esfuerzos hacia el frente interno a costa de sus flirteos con quienes en Caracas ya parecen estar de salida.

Entretanto, ya se ve con claridad que aquello del 187-11 no parece tener mucha vida en tanto y en cuanto pocos o ninguno se encuentran dispuestos a cooperar utilizando la fuerza. No es cuestión de cuán alto sea el porcentaje de venezolanos que favorezcan la solución que estipula la letra constitucional, sino de quienes en el mundo estarían dispuestos a acudir al llamado.

Afortunadamente quienes encabezan el gobierno legítimo están consiguiendo transitar con prudencia y planificadamente el difícil camino que llevará a la reconstrucción. En la medida en que va siendo posible se toman las decisiones preparando el terreno para estar ya adelantados en el momento en que cese la usurpación. Expertos de la más alta calificación adelantan contactos para la obtención de los recursos que serán indispensables para encarar las distintas etapas mientras instituciones financieras multilaterales se preparan para financiar los principales proyectos que habrá que encarar. A la hora de la verdad habrá que ver cuánto es promesa y cuánto se convierte en realidad.

Lo que Guaidó & Cía. deben tener muy en claro es que el grueso del pueblo sufriente no está pensando en las exquisiteces constitucionales de la democracia, ni la independencia de los poderes sino en la solución de su problema de alimentación, sanidad, agua, etc., cuya satisfacción antecede a la de la libertad. La nutrida experiencia histórica demuestra que la población más sufrida no demora mucho en reclamar y exigir a los nuevos gobernantes la atención de sus necesidades de supervivencia para las cuales aun dentro de un marco de comprensión de las causas no hay mucho margen para la paciencia. Es en estos mismos escenarios cuando los causantes  y culpables de la debacle asumen el rol de airados reclamantes que exigen las soluciones que ellos mismos no pudieron brindar.  Ya veremos al PSUV y demás fauna convocando al pueblo para pedir agua, alimentos y hospitales que funcionen. Anótenlo.


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