El No de los demócratas venezolanos a la fraudulenta y dictatorial votación del 20-M ha sido impresionante y contundente. No a la trampa inventada por el gobierno para perpetuarse con este régimen de muerte. A pesar de la coacción, el chantaje y las amenazas, la gran mayoría de los electores dio un no rotundo a la farsa. Incluso millones de chavistas se negaron a la iniquidad. Maduro –luego de todas las maniobras con la bendición del CNE– obtuvo menos de 30% de los posibles votantes. Más de la mitad del país se abstuvo, cosa insólita en Venezuela.

¡Felicitaciones a esa resistencia silenciosa e indignada del pueblo venezolano! Venezuela sabe que solo un pronto cambio de presidente y de régimen abrirá la puerta de la esperanza y el camino de la reconstrucción.

Felicitaciones también a la Conferencia Episcopal que, desde hace varios años, ha sido valiente, clara y coherente sobre el régimen y su nefasto “plan de la patria” y desaconsejó esta ilegítima votación. Iglesias, universidades, academias, estudiantes, trabajadores, empresarios, partidos, vecinos y muchas más organizaciones de la sociedad civil coincidieron y supieron mantenerse firmes en la denuncia de la farsa y reclamaron una elección democrática de verdad. Todos ellos constituyen –aunque de manera embrionaria y demasiado tímida– el Frente Amplio Venezuela Libre.

Venezuela necesita salir de este increíble desastre y quiere salir. Pero tenemos el reto gigantesco de la UNIDAD con liderazgo sereno e inteligente para recorrer juntos el camino hacia la reconciliación y reconstrucción nacional. No basta el No rotundo (incluso de millones de chavistas) a la trampa gubernamental. Es imprescindible, el Sí democrático al cambio de presidente y de régimen para la recuperación de lo proclamado en el artículo 2 de la Constitución “como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. La violación sistemática de este artículo nos obliga a luchar por el restablecimiento de la Constitución (art. 333).

Sobre cambio y nuevas elecciones.

El cambio es urgente y las nuevas elecciones tienen que ser democráticas y limpias. Para ello, lo más sensato y menos costoso es que Maduro, olvidándose de un “diálogo” de mentira, renuncie para evitar mayores males y costos, y se abran decididamente negociaciones para dar paso, cuanto antes, a una transición dirigida por la legítima Asamblea Nacional. Una transición al estilo Larrazábal en 1958; ahora presidida por el presidente civil de la Asamblea, pero con una decidida participación de la Fuerza Armada en esta democratización. Gobierno de transición desde ahora –antes de que se agrave más la desesperante situación de la gente– avanzando paralelamente en tres frentes:

1-Apertura acelerada a la ayuda humanitaria con inmediatas medidas económico-sociales (hiperinflación, desabastecimiento, insumos productivos…) con amplio apoyo internacional y nacional, cuyo alivio empiece a sentirse desde el mes de junio. Hay propuestas programáticas serias de los candidatos opositores, de diversos grupos de estudio, de partidos, de educadores, de productores, de médicos…, cada uno en su terreno, para salir al encuentro de este desastre.

2-Redemocratización política inmediata con liberación de los presos, regreso de exiliados, habilitación de líderes arbitrariamente anulados y de partidos perseguidos. Eliminación de la ilegítima constituyente, nuevo CNE y saneamiento de las bases y condiciones electorales, recuperación de poderes públicos legítimos con su debida autonomía, etc.

3-Convocatoria de elecciones democráticas con las condiciones debidas, en la fecha más próxima posible, que seguramente no podrá ser antes de ocho meses, en vista del desastre que ha creado el gobierno para impedir el cambio.

Nada de esto será posible

– sin una inmensa movilización de conciencias ciudadanas expresada en los diversos sectores y organizaciones, con presión firme, sostenida y visión de unidad;

– sin una UNIDAD superior, con líderes y partidos, humildes y capaces escuchar a la población y de apoyar a otros distintos de sí mismos;

– sin reconciliación nacional que nos lleve a nacer de nuevo como república, sin venganzas, pero con tribunales y justicia para quienes incurrieron en delitos que no prescriben y con reparación de daños graves.

 


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