La parodia electoral avanza en medio de la progresiva destrucción de la nación. La dictadura quiere demostrar que todo está normal, que aquí no pasa nada grave. El aparato de propaganda no cesa en su empeño de ofrecer una imagen de país, que solo existe en la pantalla de la TV oficialista. La censura no permite mostrar el dramático rostro de un pueblo que sufre, los devastadores efectos del saqueo y la demolición, aplicada a nuestra querida Venezuela por la barbarie roja.

Maduro ofrece ahora resolver los problemas que su incapacidad y su entorno nos han generado. Habla como si solo estuviese un año ejerciendo el poder.
La dictadura ha montado la farsa electoral del 20 de mayo para cumplir con un trámite y luego afirmar que su autoridad deriva de una elección. Hemos sostenido que el evento del 20-M no es una elección medianamente democrática y quienes colaboran con el régimen saben que estamos frente a una farsa, tal como lo han afirmado calificados actores de la vida nacional y de la comunidad internacional.

Vale la pena destacar el pronunciamiento categórico del ex presidente de Chile Ricardo Lagos, figura relevante de la nueva democracia chilena y del Partido Socialista de esa nación hermana.

Mientras la dictadura avanza en su afán de buscar algún respiro de legitimidad, en la oposición democrática aún no avanzamos en la reconstrucción de la unidad real y afectiva.

Tenemos sin lugar a duda un déficit de unidad. Se han producido iniciativas, se han dado pasos para avanzar en saldar esa deuda con nuestra nación. Aún es menester trabajar más en esa dirección.

Lograr una articulación entre todos los actores y organizaciones políticas y sociales, con miras al rescate de la democracia, es una tarea fundamental para lograr el término de la dictadura y para estar en condiciones de asumir con responsabilidad la colosal tarea de reconstruir un país.

El tema implica un completo reconocimiento de quienes luchamos y promovemos el fin de la dictadura. Y el primer escenario para reconstruirlo es nada más y nada menos que la agraviada y agredida Asamblea Nacional. Digo el primero, más no el único. En la Asamblea es menester mostrar el talante democrático de sus integrantes.

Me ha sorprendido que a esta fecha esté vigente el Reglamento Interior y de Debates impuesto por el militarismo, para excluir a la disidencia y hacer del debate parlamentario una caricatura. Pero más me sorprende que sea el instrumento para una negación entre sectores de la misma oposición al régimen.

Ahí debe darse un cambio de política y debe hacerse un esfuerzo por darle la debida participación a la diversidad que representan dichas corrientes opositoras. Es precisamente, en el desarrollo fluido y respetuoso del debate político, donde pueden encontrarse los puntos de consenso y por donde se pueden articular los acuerdos estratégicos que el momento reclama.

Utilizar las armas de la dictadura (el autoritario reglamento, por ejemplo) para desconocer los derechos de quien no coincide en una postura coyuntural es abrir más las brechas que necesitamos cerrar.

El campo de la política no parlamentaria también demanda mayor entendimiento. El establecimiento del Frente Amplio es un avance, un ensayo de rectificación que requiere de mayor decisión unitaria e integradora. La existencia de la plataforma Soy Venezuela y de la Alianza Constituyente son también un intento de articulación de sectores que comparten una visión y una voluntad de integración. Pero la misma existencia de esos conglomerados evidencia la necesidad de un mayor esfuerzo por la unidad de toda la sociedad democrática venezolana.

La decisión de la camarilla roja de perpetuarse, puesta claramente en evidencia con la negación a efectuar un proceso electoral democrático, solicitado por toda la comunidad internacional, para dotar al país de una institucionalidad respetada y acatada por todos, nos obliga a un gran esfuerzo de entendimiento y acción conjunta.

No podemos seguir esperando que un evento ajeno nos abra los caminos de la libertad y la democracia, para lanzarnos a un accionar político electoral normal. Debemos renunciar a toda pretensión de hegemonía, a todo afán de protagonismo heroico, a la pretensión de la infalibilidad política, según la cual yo siempre he tenido la razón y los demás son sospechosos de “colaboracionismo” o de “tremendismo imprudente”. Debemos renunciar a los egos y a las ambiciones subalternas. Debemos trabajar una plataforma para estar en condiciones de instalar un gobierno de unidad nacional, con una agenda básica de las políticas a impulsar en el gran desafío de rescatar la patria venezolana.

No podemos postergar más esa obligación.


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