Hace varios años atrás el término “debacle” no estaba incluido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Se trataba de un galicismo (extranjerismo derivado de la lengua francesa) que era utilizado cotidianamente por el pueblo. De allí que la gran filóloga y lexicógrafa María Moliner (1900-1981) incorporara el término a su Diccionario de uso del español con esta explicación: “Galicismo no incluido en el DRAE, empleado, en general jocosamente, con el significado de final desastroso”.

Posteriormente la Real Academia Española agregó la palabra a su diccionario, con una indicación escueta: “desastre”. Ello era más que suficiente puesto que, al verificar el alcance de la mencionada expresión en el mismo diccionario, nos encontramos con su real y verdadero alcance: desgracia grande, suceso infeliz y lamentable; hiperbólicamente se dice de cosas de mala calidad, mal resultado, mala organización, mal aspecto, etc.

Sin duda, el anterior es el estado de cosas que se vive en Venezuela con la mal llamada revolución “bonita” o “roja rojita”. No hay un área de actividad o de la vida de los habitantes de este país que no encaje con total precisión dentro del sentido, significado o acepción del vocablo en cuestión.

Los ejemplos sobran. Trate usted de conectarse a Internet y verá lo que le espera. Vaya al supermercado a comprar pasta dental, desodorante, pescado, carne, huevos, papel higiénico, azúcar, harina, gelatina, café, yogurt, ajo, cebolla, cereal, mantequilla, pan o cualquier otra nimiedad y experimente lo que vivirá: la inexistencia del bien o un precio totalmente dolarizado. Entonces diríjase a buscar su carro al estacionamiento y encuéntrese con que no arranca por desperfecto de la batería; la odisea que deberá vivir para conseguir una nueva lo llevará a pensar –aunque usted no lo quiera y sepa que es pecado– en las progenitoras de la élite gobernante. Visite cualquier farmacia de la ciudad o del país con el propósito de adquirir un medicamento esencial y experimentará el desagradable drama de no conseguirlo. Trate de comprar un galón de pintura para retocar alguna pared de su casa y pase el trago amargo que significa oír un precio que equivale a más de veinte meses de salario mínimo. Ubicar una sola familia venezolana que no haya sufrido el desgarro que deriva de la partida hacia otro país de uno o varios de sus miembros es como encontrar una aguja en el pajar.

La reláfica de nuestros males podría llevarse a todos los ámbitos de nuestras vidas o de las actividades que involucran las gestiones de gobierno, y en todas y cada una de ellas se pondría de manifiesto la magnitud de nuestras desgracias. Estamos entonces ante una encrucijada: o salimos de esta dictadura oprobiosa o el pueblo venezolano decae perdiendo el aliento y las fuerzas.

@EddyReyesT


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