El país requiere con urgencia una alternativa política al régimen. Una conducción política para enfrentarlo y eventualmente desalojarlo del poder. Un actor político para organizar y dirigir la resistencia, que represente y canalice el enorme deseo de cambio que anida en la sociedad.

Los venezolanos no se sienten representados ni respaldados por quienes gobiernan, los responsabilizan por la pavorosa crisis económica y social en curso que algunos califican ya de “emergencia humanitaria compleja”.

Los partidos políticos democráticos, que son los llamados a ser esa alternativa de poder están haciendo dejación de su función de representar a la mayoritaria sociedad que aspira al cambio de régimen y de gobierno. No subestimamos en modo alguno las dificultades de hacer política en un régimen no democrático, pero ello no justifica la incapacidad y falta de voluntad política de la dirigencia opositora para construir esa alternativa de poder.

La dejación opositora viabiliza el mantenimiento en el poder del chavismo gobernante y le facilita materializar su proyecto de cubanización del país.

La ciudadanía se siente desprotegida y abandonada. Percibe que los políticos no hacen su trabajo. Quienes gobiernan insisten en las mismas políticas causantes de la crisis y quienes se le oponen no terminan por razones subalternas e injustificadas de configurar una alternativa viable al sistema imperante. Estamos en presencia de un considerable déficit de representatividad. Ni el gobierno ni la oposición defienden los intereses de la sociedad.

Difícilmente los venezolanos acepten resignadamente el curso negativo para sus intereses vitales que llevan las cosas. De hecho, no lo están haciendo, diariamente se escenifican multitud de protestas y demostraciones de descontento por los efectos de la crisis. Esas protestas trascienden lo meramente reivindicativo y devienen en políticas porque terminan cuestionando al gobierno. Si el oficialismo persiste en la misma orientación, lo previsible es que la conflictividad social escale. Pero la potencialidad de la misma se verá limitada por la ausencia de una conducción política que la canalice, acompañe, articule y dote de un horizonte.

Ese es el papel que deberían desempeñar los partidos democráticos unidos y concertados en un amplio frente y eso es lo que no están haciendo. La dirigencia democrática está perdiendo aceleradamente su condición de alternativa de cambio, y de no rectificar su posicionamiento otros actores llenarán el vacío.

Hago la anterior afirmación porque soy un firme creyente en la afirmación que alguien (no sé quién) hizo: “La política detesta el vacío”. Las crisis epocales como la que padecemos tienden a generar liderazgos nuevos y alternativos. De hecho, durante el régimen chavista han surgido desde nuevos partidos políticos hasta nuevos actores sociales en la lucha contra el proyecto de dominación chaviano.

¿De dónde provendrá ese nuevo liderazgo? Hay varias hipótesis al respecto. Las mismas serán consideradas y evaluadas en unas próximas notas.


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