La desvergüenza en la arena política venezolana es proverbial, se prodiga de una esquina a la otra. Lo mismo la hay en los predios rojos rojitos que en los feudos «opositores», que más bien debieran llamarse colaboradores porque no hay unos más diligentes que ellos a la hora de meterle el hombro al gobierno.

Se ven unos que justifican la barbarie represiva porque ellos están «ungidos» por el supuesto mandato divino electoral. Mandato cuestionado hasta la saciedad por trabajos como el realizado por María Mercedes Febres Cordero y Bernardo Márquez, publicado más de una década atrás en International Statistical Review, órgano divulgativo del International Statistical Institute, fundado en 1885, la organización más antigua y con más prestigio en cuestiones estadísticas en el mundo.

El trabajo de Febres y Márquez estuvo dedicado a detectar anomalías en el proceso referendario del año 2004. Y mire que encontraron anormalidades de todo orden y concierto en la data suministrada por el propio Consejo Nacional Electoral. Y así se ven a los otros, ínclitos voceros de la «unidad», cuya respuesta ha sido ignorar lo que la ciencia demuestra, y a modo de ejemplo narro lo ocurrido a fines del 2004 cuando Enrique Naime le exigió a Márquez que le presentara a los culpables del supuesto fraude… Ni hablar de toda la constelación de luminarias que desde entonces para acá han defendido con encono la vía electoral para desalojar del poder a la peste que nos destroza cada vez más.

Cada proceso comicial celebrado desde entonces ha estado preñado de irregularidades de todo tipo, pero se insiste en conducirnos a ese degolladero, y se nos exige que cerremos la boca y cantemos gloria al matador. La destrucción del país es transversal, estamos sometidos a  una transverberación donde los dardos lanzados por el chavismo-madurismo acuden de todos lados, no hay un segmento de Venezuela sin ser lacerado por ellos. Y todo bajo la anuencia fogosa de quienes se dicen ser sus antagonistas. Callan pertinaces ante las torturas a los presos políticos, aplacan la calle cada vez que le conviene al gobierno y le dan un aire que los revigoriza.

La ausencia de unos mandos adecuados ha sido suplida por mujeres, muchachos y ancianos que no han dudado en entregar su vida, y no es una maldita metáfora la que empleo, frente a las hordas oficiosas gubernamentales. Esa gente de gestos inauditos en su bella osadía al comienzo fue descalificada y luego tratada de utilizar de manera cínica, como el desfachatado Carlos Ocariz anunciándose como el candidato de los guerreros de franela.

Qué triste letanía de entrega e ingratitudes. Confío ciegamente en la justicia divina y en sus designios para colocar a cada cual donde le corresponda, y que Dios no tenga piedad.

© Alfredo Cedeño

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