A sabiendas de que estas líneas van a generar la ira de muchos lectores, por promover y entusiasmar el voto con o sin diálogo; pero también consciente de que puedo concitar la unión, el fervor y la esperanza de los ciudadanos desesperanzados, que con razón o no han venido cuestionando las actuaciones de los partidos que conforman la disidencia u oposición, aduciendo para ello, la falta de unidad de los partidos políticos y sus líderes. Y no dejan de tener razón. Aunque multicolor y diversa, tienen un objetivo común, como es zafarnos de este infierno y salir de la tragedia humana nacional que representa Nicolás Maduro y su depredadora gestión, que no gobierno.

En tal sentido, considero oportuno y pertinente hacer algunas precisiones que sin dudas nos permitirán, tanto a los escépticos como a los decididos a votar, conseguir un eje de encuentro, así como los argumentos y justificación de por qué votar en estas oscuras horas de nuestro acontecer nacional. Es así, no lo niego. Es más, lo admito sin ambages.

Hay suficientes razones para que la desesperanza haya invadido y encontrado espacio en la gente. Muchas, muchísimas, son las causas. Pero una cosa es esa, y otra no votar. No votar es hacerle el juego al régimen, y es, si se quiere, hacerse cómplice por omisión (del voto) de todo este estado de cosas que laceran la vida, los cuerpos y hasta las almas de la gran mayoría de nuestros conciudadanos.

Se les pide a los partidos y a sus líderes unidad, y qué hay de la unidad de los ciudadanos del resto del país, que somos mayoría, de manera inequívoca. Que no estamos de acuerdo con un gobierno que ha sometido a Venezuela a la más feroz y terrible desolación, que ha arrastrado a todos, como un tsunami, al caos y a la más miserable de las pobrezas, donde no hay medicinas, alimentos, seguridad, servicios públicos de calidad, como transporte, hospitales, escuelas, liceos, universidades; y, por si fuera poco, también acabaron con la institucionalidad.

Hilvanar aquí todo el desastre, y el sinfín de penurias que a diario vivimos los que habitamos aquí sería una ociosidad, o una vergüenza, inmerecida, pues es de todos conocida. Si en algo nos debemos empeñar los ciudadanos, sin distingo de credo político, es en unir todas nuestras desesperanzas y convertirlas en una poderosa fuerza que sea capaz de devolvernos a todos la fe y la esperanza en nuestro país y su gente. No a la apatía, un no rotundo a la desesperanza, al derrotismo; y un sí colmado de júbilo. De solidaridad y unión. No podemos seguir quejándonos y no votar. Debemos votar y alistarnos en las filas de la democracia.

Cuando un pueblo decide cambiar a un atribulado dictador, que es el caso de Maduro, por los votos y la fuerza de la razón, la decencia y la ética, a sus opresores, no hay sátrapa que lo resista. La historia así nos los demuestra. Por más trampas y triquiñuelas que hagan sus seguidores. Olvidémonos de la invasión que pregona el régimen. Lo que sí avizoramos es un diluvio, pero de votos. Así de sencillo es, aunque no parezca.

El muy admirado y respetado sacerdote jesuita e individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, Luis Ugalde, en entrevista realizada por el periodista Humberto Sánchez Amaya, de este mismo medio, en la edición impresa del lunes 05 de los corrientes, precisó lo siguiente: “…Si digo que no voy a elecciones porque me harán trampa, entonces no me movilizo. El país está paralizado anímicamente por falta de esperanza; pero si al mismo tiempo todos los grupos decimos que sí a la elección democrática, todo cambia…”. Ni más ni menos.

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!