Por Dra. María Elena Febres-Cordero Briceño

El día de hoy culminamos la reproducción de ponencias del evento del pasado 7 de octubre sobre ciudadanía y educación ambiental organizado por la Comisión Académica España (CAE) de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat (ANIH) de Venezuela y la Asociación Movimiento SER (Sinergia, Experimentación, Reinvención). Fue un evento que llamó la atención entre público muy diverso y creemos haber logrado renovar un ámbito fundamental del accionar ambientalista, el cual cuenta con pocos espacios de encuentro y discusión actualmente.

El corazón puesto en la cultura del agua

La historia de las civilizaciones está intrínsecamente ligada al agua: un recurso natural preciado y precioso, insustituible

El agua es algo más que uno de los recursos naturales del planeta, es algo más que uno de los recursos naturales de la civilización: es la base de la vida, de los flujos y ciclos que circulan por los ecosistemas.  Ya lo sabemos, pero lo olvidamos: ningún ser vivo sobre la Tierra puede sobrevivir sin agua y prácticamente, cualquier proceso que mantiene la dinámica de la sociedad en el ámbito geopolítico y económico necesita del agua (fronteras, turismo, actividad comercial y productiva).

La carencia de agua se ha convertido en el mundo en desarrollo en el motor de un círculo vicioso de desigualdad: según cifras de las Naciones Unidas, dos mujeres de cada diez no tienen acceso a una fuente segura de agua potable: la distancia media que camina la mujer en África y en Asia para recoger agua es de 6 kilómetros. Asimismo, según la Organización Mundial de la Salud, cada día mueren alrededor de 4.000 niños a causa del agua contaminada, de la falta de higiene y de las enfermedades transmitidas por este recurso. En este orden de ideas, una encuesta llevada a cabo en 5000 escuelas de Senegal mostró que más de la mitad no disponía del abastecimiento del agua y casi la mitad carecía de instalaciones de saneamiento. El 28 de Julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho al agua y al saneamiento.

La cultura del agua se convierte en un desafío para la sociedad contemporánea, su construcción se aferra al conocimiento y manejo de dimensiones, a saber: política, económica, ecológica, social y ética. Una nueva cultura del agua propone situar la cultura en el núcleo del desarrollo. Una cultura del agua se plantea, a su vez, generar cambios significativos en nuestra escala de valores y estilos de vida.  Una nueva cultura del agua debe considerar siempre el análisis interdisciplinar, que permita la visión sistémica del ambiente para conocer y comprender sus características como recurso natural. El desarrollo como tal es inseparable de la cultura.

Construir una nueva Cultura del Agua en Venezuela, nos debe conducir a la promoción de un conocimiento capaz de abordar los problemas planetarios y globales fundamentales desde la complejidad del mundo, enseñando la condición humana, mostrando la diversidad de saberes y el ejercicio interdisciplinario para entender la realidad ambiental en las localidades venezolanas: el agua como recurso, solidaria con otras culturas. El verdadero avance hacia la sustentabilidad vendrá acompañado de la puesta en práctica de valores, la austeridad en el uso del recurso agua, el reconocimiento de los límites ecológicos propios del país, pues es en la esfera local donde podremos administrar el agua con el concurso de una ciudadanía ambientalmente comprometida. (Febres-Cordero, M.E. 2015. La cultura del agua. Capítulo 11. En: Agua en Venezuela. Una riqueza escasa. Fundación Polar)

Gestión ambiental integral

La nueva cultura del agua se construye desde la concepción de una gestión ambiental integral que aborde las relaciones globales y particulares con otras culturas que se estudian y debaten hoy en la comunidad científica, técnica y académica. En este orden de ideas, es fundamental entonces plantear la construcción de una nueva Cultura del Agua solidaria con otras “nuevas culturas”: energética, urbana, de la movilidad, demográfica. El agua como factor de interconexión es cultura y patrimonio nacional y mundial. Sin una gestión ambiental responsable del agua no habrá futuro sostenible.

Gestión educativa-ambiental

Conferir al tema del agua y la creación de cultura de un sólido contenido ético y de formación en valores: el agua como patrimonio de todos. La cultura sin la ética no tiene valor. Será fundamental el abordaje de temas prioritarios que den contenido y peso específico a los planes y programas educativos y de formación: el agua y la energía; el agua y la salud; el agua y el turismo sustentable; el agua y los riesgos ambientales; el agua y los desplazados por motivos ambientales; el agua y la pobreza; el agua y el consumo responsable; el agua y la responsabilidad social empresarial; el agua y la desertización; el agua y la biodiversidad; el agua y el cambio climático; el agua y la contaminación; el agua y las energías alternativas; el agua y la urbanización sostenible; el agua y la seguridad alimentaria; papel del agua en la producción: agua virtual, escondida. (Febres-Cordero y Floriani, 2002; Vilches, et. al., 2009)

Educación y participación de la sociedad civil

La creación de una nueva cultura del agua requiere de un proyecto de participación comunitaria. Para el año 1992, la Agenda 21, Río +10, afirmó desde entonces, que la participación de la sociedad civil era un elemento imprescindible para avanzar hacia la sustentabilidad. El futuro de la humanidad, de los países latinoamericanos, va a depender en gran medida del modelo de vida y de consumo, de la concepción de los modelos de gestión, administración y cuidado del agua, de la ordenación del territorio, de la comprensión de sus relaciones con otros recursos y de su valor para la productividad del país.

Educación y comunicación ambiental

En este aspecto, será necesario desarrollar planes y programas de impacto nacional e internacional, en donde los medios de información y comunicación y las redes sociales establezcan las sinergias y compromisos necesarios con otros actores de la sociedad civil (gobernantes, responsables de la gestión y administración del agua, alcaldes, investigadores, comunidades) por un futuro sustentable desde la valoración del recurso agua, por ejemplo, de su riqueza, conservación y cuidado en  mares, ríos, lagos, acuíferos, humedales y zonas costeras.

Ciudadanía ambiental

Convencidos de que no existen dos crisis, una ambiental y otra social, sino que debemos hablar de una sola crisis socioambiental, reconocemos nuestra responsabilidad de trabajar por la protección y conservación del ambiente, por la calidad de vida de la población y responder a los desafíos que enfrenta la humanidad en estos tiempos. Avanzando en el Decenio de Acción para la implementación de los ODS, la recuperación del covid 19 es una oportunidad tanto para los gobiernos como para las partes interesadas de reconstruir mejor sus sociedades, la economía con verdadera solidaridad global. Es por ello que, entre otros asuntos, se propone la inversión en el sector agua y saneamiento, para proveer a la población de agua potable necesaria y vital para la calidad de vida, así como se requiere de investigaciones y tecnologías para el acceso seguro al recurso agua. Nueva alianza sociedad-naturaleza para responder a la post-pandemia. (UN, 2020) (Manifiesto del II Congreso Mundial de Ciudadanía Verde, Caracas, Venezuela, 2020)

En este planeta azul, la construcción de ciudadanía ambiental es un desafío absolutamente prioritario. Este hecho se desdibuja en territorios y localidades al no reconocerse los derechos y deberes del ciudadano, y al gran desconocimiento de los temas que le son propios, de las causas y efectos de los problemas socio- ambientales que afectan a la humanidad entera. Desde esta perspectiva, los procesos de formación, investigación, en síntesis, de creación de capacidad humana, pueden nutrir la cultura del agua centro de responsabilidades compartidas según el contexto-país y del adecuado tratamiento regional y local, en el marco del desarrollo sustentable como alternativa presente y futura.

Se requiere crear rutas de acción para la construcción de ciudadanía ambiental en este siglo XXI, sustentadas en la democracia y en la participación sobre los asuntos de interés ambiental en los contextos internacional, nacional, regional y comunitario. La construcción de ciudadanía remite directamente a la creación de una nueva Cultura del Agua en el marco de las siguientes estrategias de partida:

1)Crear y consolidar las capacidades de actuación y responsabilidad en diversos ámbitos: político, empresarial, social, educativo y cultural, destacando la responsabilidad intergeneracional en la conservación, uso y reutilización del recurso agua. Reconocer a las personas no sólo como individuos, sino como parte de una comunidad inscrita en un territorio con un pasado y un futuro común.

2)Crear y fortalecer capacidades científicas, tecnológicas y técnicas en los sectores gubernamentales nacionales, poderes regionales y locales, universidades, centros de investigación, con el fin de desarrollar las políticas y estrategias públicas ambientales que tengan como objetivo central la cultura del agua.

3)Preparar y consolidar las condiciones institucionales y legales para que los diferentes actores de la sociedad civil reconozcan su papel en la administración del agua y, a su vez, reconozcan que sus acciones tienen un gran efecto y responsabilidad en la conservación de la misma (Huella hídrica).

4)Proponer y fortalecer las políticas públicas nacionales, regionales y locales en el manejo del recurso agua coherentes con el modelo de desarrollo sustentable, sin olvidar la solidaridad intergeneracional e intrageneracional para contribuir a la emergencia de una nueva mentalidad y visión del mundo. La democracia como fundamento para la creación de ciudadanía, haciendo especial hincapié en la equidad, justicia, derechos humanos y diálogo para la negociación y el consenso que permita resolver conflictos y problemas socioambientales.

5)Adelantar un proceso de cambio profundo y sustancial en la forma de vida y organización social, en la manera de concebir el agua como recurso natural en la cotidianidad: familia, comunidad, escuela, localidad, región y país. Reconocer también, las diferencias locales en el acceso al agua potable, así como las carencias en los servicios de salud: Gobernabilidad de los recursos hídricos.

6)Reorientar y actualizar los procesos educativos para responder a los Objetivos del Milenio (ODS), a los fines de formar individuos y comunidades capaces de asumir críticamente la cultura y transformarla, y entender el desarrollo en función de la sustentabilidad: Seguridad hídrica.

7)Incorporar, apoyar y fortalecer a las Universidades como centros de investigación y producción de conocimientos, formación y promoción de valores. Las Universidades deben dirigir sus esfuerzos a la producción de conocimientos en materia ambiental, a la formación en competencias que permitan a los profesionales establecer las bases de una nueva ética, conocer y conservar la biodiversidad del planeta y de Venezuela y preservar la diversidad cultural. (Febres-Cordero, 2010).

8)Construir una Educación para el Desarrollo Sustentable (EDS) que forme hombres y mujeres críticos bajo una nueva racionalidad ambiental y social. En este marco de actuación se considera relevante en este momento de la humanidad, el derecho humano al agua potable, al uso racional del agua ante la emergencia planetaria de la Pandemia del covid 19. La Educación para el Desarrollo Sustentable (EDS) como fundamento para construir una cultura del agua.

9)Facilitar y promover la acción de medidas “glocales” (global y local), que promuevan una nueva cultura plasmada en una legislación ambiental que se orienta al derecho que tienen los ciudadanos de disfrutar de un ambiente adecuado para su desarrollo, así como el deber de conservarlo. En este terreno, para que la cultura del agua sea útil, debe ser local, responder al contexto y realidades ecológicas, económicas y sociales particulares. Se trata de anclar la cultura al proceso de desarrollo. El agua como factor de superación social.

10)Elaborar programas de formación y actualización permanente que lleguen a los ciudadanos: niños y niñas, mujeres, comunidades, grupos y actores de la sociedad civil, con la participación de las universidades, escuelas, centros de formación e investigación, ONG y fundaciones con experticia en el área. Esto conlleva a la definición de prioridades en razón de los grupos principales, identificando a los niños, jóvenes y futuros adultos como grupo prioritario de esta estrategia. (Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible 2005-2014. Dada la magnitud de la tarea y el compromiso con la humanidad, la Asamblea de las Naciones Unidas proclamó en el 2003, el Decenio Internacional para la Acción, “El agua, fuente de vida” (2005-2015).

Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrollados, sino también en aquellos menos desarrollados que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad. (Papa Francisco, 2015. Carta Encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común. N°30).


NOTA: Ambiente: Situación y retos es un espacio coordinado por Pablo Kaplún Hirsz.

Email: [email protected], www.movimientoser.wordprees.com

[1] Esta ponencia aparece publicada también por la revista electrónica Divulgación científica del Ateneo Ecológico del Orinoco. Vol.1 No 1 Febrero, 2021 https://www.aveaguagwp.org/l/revista-digital-ge-divulgacion-cientifica/

[2] Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, profesora-investigadora universitaria y presidente del Consejo Consultivo de Funvive, profesora en la Universidad del Zulia, Pedagógica Libertador y Católica Andrés Bello, donde también fue decana de la Facultad de Humanidades y Educación. Fue Directora General de Educación Ambiental y Participación Comunitaria del Ministerio del Ambiente de Venezuela.


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