Con frecuencia escucho a dirigentes políticos vinculados a la revolución afirmar que Estados Unidos se quiere apoderar del petróleo venezolano. Me temo que están equivocados. Estados Unidos, con una producción que ya superó las de Rusia y Arabia Saudita, es el principal productor mundial de petróleo. Su producción está creciendo al ritmo más acelerado de los últimos 100 años gracias al desarrollo del fracking, tecnología que les ha permitido explotar inmensas reservas de petróleo de lutitas. 

Más interesados estamos los venezolanos en conservar nuestro acceso al mercado de Estados Unidos que los estadounidenses en apoderarse de nuestro petróleo. Me explico:

El nuestro es un petróleo pesado, con mucho azufre y residuos metálicos que solo puede ser procesado en refinerías dotadas de procesos de conversión profunda. Hay pocas en el mundo, pero fundamentalmente se encuentran en Estados Unidos y muchas de ellas pertenecen a Citgo, filial de Pdvsa.

Citgo es el principal brazo comercializador de nuestro petróleo. La empresa llegó a ser propietaria total o parcialmente de 8 refinerías en Estados Unidos con capacidad para más de 1,5 millones de barriles diarios, además de 66 terminales, oleoductos que atravesaban Estados Unidos de sur a norte y más de 15.270 estaciones de servicio abanderadas con la marca Citgo donde vendían gasolina  y productos venezolanos. Llegamos a controlar 10% del mercado de gasolina de Estados Unidos, país al que exportábamos 1,8 millones de barriles diarios de petróleo en 1998.

Se había logrado una integración vertical perfecta capaz de agregar valor en cada eslabón de la cadena. El petróleo de nuestros yacimientos era entregado en los tanques de gasolina de los automovilistas norteamericanos, después de haber sido extraído en nuestros pozos, procesado en nuestras refinerías, transportado en nuestros oleoductos, embarcado en nuestros supertanqueros, manejado en nuestros terminales y vendido en nuestras estaciones de servicio Citgo. 

En un proceso de inimaginable irresponsabilidad, de aquellas red de refinerías solo nos quedan tres. Las demás las vendimos o las perdimos. De las más de 15.000 gasolineras quedarán algo más de 5.000 y nos desprendimos de los oleoductos. Ya no controlamos 10% del mercado estadounidense, pero aún conservamos alrededor de 4%.

Hoy Citgo está 100% hipotecada. 50,1% de sus acciones se dio en garantía a quienes aceptaron refinanciar hasta el año 2020 unos bonos de la República que vencieron en 2017 y el restante 49,9% fue dado en garantía a cambio de un préstamos de $ 1.500 millones a la petrolera rusa Rosneft. 

Para colmo otros acreedores de la República que nada tienen que ver con petróleo y que han ganado arbitrajes internacionales ante el Ciadi del Banco Mundial y juicios en Estados Unidos están intentando cobrarse con activos de Citgo.

Conservar Citgo es de vital importancia para los intereses de Venezuela. Si la perdemos bien podríamos despedirnos del mercado petrolero de Estados Unidos.

Estábamos a punto de perderla. La administración de Citgo ha sido ahora encomendada a una nueva junta directiva designada por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional. Debido a las sanciones de Estados Unidos, no puede mientras tanto procesar petróleo venezolano ni enviar dinero al país. Sin embargo, su misión fundamental es salvar a Citgo para Venezuela. Temporalmente tendrá que operar con crudos pesados de otras procedencias. 

Esa misión está a cargo de profesionales de la más alta calificación imaginable. Entre ellos Luisa Palacios, graduada cum laude de la UCAB, con maestría en la Universidad de Columbia y Phd en la Universidad John Hopkins de Washington. Ángel Olmeta, quien en la década de los ochenta negoció la compra de Citgo y fue director tanto de Citgo como de Pdvsa. Luis Urdaneta, quien fue presidente de la propia Citgo y vicepresidente de Pdvsa. Están también Edgar Rincón, graduado con honores de la Universidad de Michigan y ex director de McKinsey, y Andrés Padilla, quien cuenta con un MBA en la escuela de negocios de la Universidad Internacional de Florida. El otro director es Rick Esser, con una larguísima experiencia en la propia Citgo. 

Sobre sus hombros pesa una inmensa responsabilidad. Citgo está en el ojo del huracán.

@josetorohardy


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