En Venezuela creemos lo peor de la gente porque nos hemos condicionado a que todos son malos: los dirigentes son ladrones, los líderes están vendidos, nuestros defensores internacionales negocian con el gobierno, los presos políticos logran fugarse porque hicieron tratos con la tiranía, en fin, toda una absurda maraña de mentiras o medias verdades recreadas a través del mundo paralelo y manipulable de las redes sociales, una de las herramientas más poderosas que han dado a luz los tiempos modernos. Lo importante es que todos sabemos que la verdad no es esa, sino la que está en la calle y a diario nos golpea.

Hay que tener claro que medios masivos como Twitter, Instagram o Facebook, entre otros, son vehículos comunicacionales que debemos utilizar con conciencia. Coloquemos en tela de juicio todo aquello que en las redes suene exagerado, grotesco o irreal, ya que la información falsa o fake news se usa generalmente como arma para destruir, confundir, manipular y ejercer control sobre la opinión pública.

Los videos, audios e imágenes deben ser identificados con autoría, lugar, fecha y hora, datos indispensables para corroborar su autenticidad y evitar que materiales viejos o ajenos a nuestra realidad sean adjudicados a situaciones y fechas que no corresponden. Tengamos presente que en Venezuela están ocurriendo cosas tan graves que no es necesario inventar ni exagerar. 

Para nadie es un secreto la facilidad con la que se crean usuarios falsos de Twitter en nuestro país. Muchos forman parte de grupos numerosos llamados “laboratorios” que tienen características comunes: no colocan información personal ni foto de usuario, poseen pocos seguidores y cual células cancerígenas de multiplicación masiva, siguen a personalidades reconocidas en el campo político, artístico o social. Cuando el gobierno lo decide, estos seguidores de procedencia dudosa se activan al mismo tiempo con ataques llenos de vilipendios y mensajes agresivos para destruir la credibilidad y la imagen pública de la personalidad elegida y para, de alguna manera, afectarlo psicológicamente. Montajes fotográficos y de videos son también una forma de manipulación para burlarse o meter a la gente en problemas.

A través de las redes, cualquiera puede publicar información no verificada, por tanto, no confiable y aquí sí cabe la duda. Debemos ser responsables y cautelosos con lo que difundamos porque al hacerlo, respaldamos su veracidad.

No nos permitamos el lujo ni el error de sentirnos deprimidos por los mensajes negativos y dudosos que leamos a través de las redes, eso conduce a la decepción que es el paso previo de la derrota. Vamos a darles un voto de confianza y de apoyo a quienes arriesgan vida y familia por la democracia. Concedamos un tiempo de prórroga mayor. No seamos nosotros quienes a través de las redes destruyamos a quienes nos quieren ayudar y sí, es cierto, tenemos razones para desconfiar. ¡Veinte años de razones fuertes y dolorosas!, de esperanzas defraudadas, de promesas incumplidas, de muertos que nos duelen porque son nuestros, de presos políticos a quienes hemos visto como amigos, de líderes que han estado a punto de recuperar la libertad del país, pero ellos, al igual que nosotros, son seres humanos y todos cometemos errores. Eso ocurre y hay que aceptarlo para no perder las mermadas esperanzas que aún nos quedan.

Si queremos desahogarnos, llorar o drenar frustraciones, hagámoslo. Pero luego, con las fuerzas que dan las esperanzas, volvamos a levantarnos. No hay otra opción. Las piezas están en movimiento. El tiempo de que la justicia, la democracia y la verdad emerjan en Venezuela está cada vez más cerca. Por favor, no lo echemos a perder cayendo en manipulaciones perversas ideadas por otros.

Lo importante es seguir adelante y recordar que la vida es bella, que tenemos derecho a ella y que la historia ha demostrado con hechos, que al final, la perseverancia conduce al triunfo.


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