La pasada semana salió publicada una noticia muy alarmante, la cual se difundió ampliamente a través de las redes sociales. Dicha reseña se refirió a la suspensión de las quimioterapias en el hospital pediátrico J. M. de los Ríos hasta “nuevo aviso”. Esta grave situación muestra de manera clara la grave crisis humanitaria compleja por la cual atraviesa Venezuela y a la que el Estado venezolano, así como las respectivas autoridades de salud, persisten en su empeño de negar o desconocer.

Los pacientes pediátricos del servicio de oncología, un total de 50, se encuentran actualmente a la deriva en espera de los protocolos de tratamiento con relación a la quimioterapia que deben recibir de manera oportuna, además con la dosis y número de ciclos que requieren según la patología oncológica de base y así poder tener la esperanza de salvar su vida, porque de eso de trata, simplemente es el derecho a la vida de niños que tienen un futuro por delante y que merecen crecer con las oportunidades que todo ser humano debe tener, contando con el derecho humano universal como es la salud, el cual cada día es más violado en la Venezuela actual.

La grave crisis por la que atraviesa el J. M. de los Ríos no se detiene, la desidia e indolencia de las autoridades de salud no dejan de manifestarse. En el caso de la situación expuesta, la suspensión de las quimioterapias se debe a una falla irreversible de la campana de flujo laminar desde enero de este año, equipo indispensable para la preparación de dichos medicamentos y así poder utilizarlos con el fin de aplicar los protocolos de tratamiento que requiere un determinado paciente. Para una mejor comprensión con relación al equipo señalado, su función principal es evitar que el personal técnico que prepara la quimioterapia se contamine; además, la utilización de dicho equipo garantiza que dichos medicamentos se preparen de la manera más estéril, por lo que también es sumamente necesario para ofrecer seguridad a los pacientes que los reciben, sin riesgo alguno. Esta falla se estaba presentando de manera intermitente desde hace cinco años, lo que por supuesto fue advertido de manera persistente por parte del personal técnico responsable de los procedimientos referidos, así como de los médicos especialistas en el área de oncología e incluso también por  los padres de los niños afectados, pero no fueron escuchados como era de esperarse y no se aplicaron las medidas relacionadas con el mantenimiento correctivo, llegando a la situación  extrema que se está viviendo actualmente.

A pesar de que recibieron apoyo de otros centros, como el Hospital de Clínicas Caracas o el Domingo Luciani, a los cuales el personal técnico se tenía que trasladar para realizar la preparación de las quimioterapias en sus campanas de flujo, en los actuales momentos resulta engorroso tener que recurrir a ese apoyo solidario. Sin embargo, este no es el único problema, la escasez de estos medicamentos en el J. M. cada año se agrava más y de un déficit de 75% en 2017, para este año es más crítica porque aumentó a 95%. Lo alarmante es que el suministro de los mismos es responsabilidad del Estado.

Es triste señalar que ya hay pacientes que están presentando recaídas por no poder recibir el tratamiento completo, por lo cual su expectativa de vida disminuye, situación que será mucho más grave a corto y mediano plazo.

Los padres de los niños con enfermedad oncológica, aquellos que están  hospitalizados o en las consultas ambulatorias, mueven desesperadamente cielo y tierra para tratar de conseguir la quimioterapia que requieren sus hijos, bien sea a través de donaciones o teniendo que viajar incluso a Colombia para poder obtenerla. Lamentablemente también caen en el “bachaqueo”, lo cual representa un riesgo porque no se conoce si los medicamentos obtenidos por esta vía  pudieran poseer el debido registro y control sanitario que se requiere, es decir, los padres de estos niños hacen todo lo que este a su alcance por tratar de salvarles la vida.

Es importante señalar que organizaciones como Prepara Familia y Cecodap solicitaron recientemente la ampliación de las medidas cautelares para los niños de 13 servicios del J. M. aparte de las medidas que fueron solicitadas para el servicio de nefrología, las cuales fueron otorgadas este año. Las madres del J. M. seguirán luchando por sus hijos, nadie las va a parar.

Es inaceptable la desidia de las autoridades de salud ante este grave problema. El cáncer es implacable y no espera por “un nuevo aviso”, esto se aplica para los pacientes oncológicos de cualquier edad. No obstante, cuando está en juego la vida de una de las poblaciones más vulnerables como son los niños del J. M. es imperdonable.


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