I

Nadie podrá olvidar la refriega que representó el intento de hacer ingresar las toneladas de ayuda humanitaria que tan generosamente recolectaron los países amigos. Se quedó grabada en la mente la imagen de aquel camión incendiado que los rojitos insisten en decir que no entró en Venezuela, pero que luego inspeccionaron guardias nacionales.

No contaban con la bravura de nuestros pemones, por años maltratados y pasando hambre y necesidades en la frontera con Brasil. Tanto coraje han demostrado los gochos que nos olvidamos de que nuestros pueblos originarios también son capaces de dar la pelea porque son aguerridos y valientes. Nos duelen los que murieron el 23 de febrero, pero nos duelen también los que han muerto en estos 20 años por enfermedades que ya habían sido erradicadas o por el hambre. Ellos más que nadie saben que lo que venía en esos camiones era vital para muchos, porque, como lo ha revelado la Encuesta de Condiciones de Vida, Santa Elena de Uairén es una de las ciudades que acumula más pobreza en todo el país.

Venezuela está cercana a las cenizas que tanto desea ver la dirigente chavista amiga de los pranes. Pero a ninguno de los rojitos eso les importa. Necesitan asegurarse la impunidad eterna, y eso solo es posible en un país bajo su mando.

II

Dicen algunos colegas que la vice asiste a reuniones con carteras de marcas exclusivas que cuestan casi 10.000 dólares, pero ella eligió otra moda más elocuente.

También dicen por allí que ese accesorio ha sido uno de los preferidos de los cabecillas de este desgobierno, y es cierto. Se han paseado delante de los medios de comunicación propios y extranjeros ataviados con una pañoleta que dice mucho, no solo de pueblos subyugados por poderosos, sino de historias de violencia y terrorismo.

En esas estaba la vice, arengando a un grupo de izquierdistas hambrientos de las tradicionales dádivas del régimen, en la asamblea internacional de los pueblos, e imagino que pensaría frente al espejo, ataviada ya con su chaqueta de corte sastre rojita, que bien valía la pena para la ocasión lucir una bufanda con la simbología del grupo Hamas.

Siempre he creído que las mujeres rojitas tienen muy mal gusto, que obviamente se expresa en el vestir, pero también en otros asuntos. A veces pienso que tienen el dinero como para contratar un estilista que las asesore, pero como decía mi padre, el que no sabe es como el que no ve. Sin embargo, esta vez creo que a la vice la asesoró más bien el G-2, porque su vestimenta apoyó perfectamente sus palabras. Casi no necesitaba vomitar la maldad que sale de su boca para entender la amenaza.

III

No importa lo reiterado del uso de la prenda. Lo que importa es el momento en el que decides ponértela. La vice muy elocuentemente hizo una defensa del socialismo que se supone que después de 20 años ni siquiera han comenzado a construir. La vice dijo que la crisis humanitaria es un artificio; la vice pone sobrenombres y usa insultos traídos de otras tierras.

Pero cuando la vice decide amenazar, hace honor a su apellido. Sin tapujos asegura que apenas demostraron un poquitico de crueldad el 23 de febrero. Apenas apretaron el gatillo unas cuantas veces. Lo hace sin vergüenza porque sueña con esa impunidad eterna con la que sueñan los criminales que creen que sus fechorías son perfectas. Lo hace secándose el sudor de la frente pero con su bufanda de Hamas bien visible, y allí refuerza todo: estamos llenos de maldad y somos muchos. Para muestra, un botón.

Por eso, no importa si han usado el pañuelito varias veces, lo que importa es la circunstancia en que lo muestran y el mensaje con el que lo acompañan.

Pero no importa, no tenemos miedo. Porque el mal nunca triunfa, diría mi madre.

@anammatute


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