¿Qué relación hay entre el llamado «Informe Bachelet» y las pretendidas negociaciones en Barbados entre el oficialismo y la oposición política? Muy sencillo: si lo que dice el referido informe es cierto ―y considero que se queda corto en reflejar la profundidad de la tragedia venezolana―, entonces no tiene mucho sentido participar a tientas en una iniciativa que seguramente conduce a darle tiempo y margen de maniobra a la hegemonía roja, causante de la tragedia. 

Es una cuestión de lógica elemental. Es muy improbable, por no decir imposible, acordar un camino pactado, y mucho menos transitarlo, con un régimen que es expresión de la criminalidad organizada en sus más diversas facetas, incluyendo el desprecio brutal por todos los derechos humanos. 

No se trata de una especulación, se trata de la notoria experiencia a lo largo de dos décadas. En momentos cruciales, el poder establecido ha recurrido a otros «Barbados», en muchos lugares y con una lista larga de protagonistas o negociadores. ¿Y qué ha pasado con todo eso? También muy sencillo: la hegemonía continúa haciendo de las suyas, vale decir cada vez más despótica y depredadora, y la nación sigue despeñándose por un abismo que no parece tener fin.

En estos días, por cierto, recordaba los solemnes compromisos de cambio que el predecesor le suscribió a Jimmy Carter, por allá en las lejanías de mediados de 2002. Meses antes de que comenzara a funcionar la «mesa de negociación y acuerdos». Hizo todo lo contrario. Y todo lo contrario también hizo con otros acuerdos firmados en encrucijadas difíciles, incluyendo los de la célebre «mesa», razón por la cual el sucesor se ha esmerado en continuar ese guion al pie de la letra. 

¿Será que no podemos aprender? Claro que podemos. Una parte importante del país ha aprendido de las duras realidades de estos años de mengua. Casi todos pueden aprender si se les comunica claramente la naturaleza de la situación, en un lenguaje sencillo y persuasivo. Sin embargo, para convencer hay que estar convencido, y en este punto, mucho me temo que no son pocos los voceros de nuestro espectro opositor que no están convencidos. 

Todo lo cual se pone de relieve en el secretismo y ausencia de información veraz en relación con el tema. Si las figuras políticas de oposición ―que enviaron a sus representantes a Barbados― solicitan el apoyo de la ciudadanía; es decir, solicitan su confianza, lo menos que pueden ofrecer es precisamente eso: confianza; o sea: información veraz y oportuna sobre lo que están haciendo.

La verdad es que no sé qué más tiene que pasar para que una persona de buena fe se convenza de la barbarie que representan Nicolás Maduro y los suyos, incluyendo a los patronos cubanos. A las personas de mala fe solo les importan los intereses, y mientras estos se encuentren cubiertos, son capaces de cualquier cosa para seguir apuntalando a la hegemonía, inclusive con el disfraz de una «crítica inteligente»…

Pero personas con responsabilidad y trayectoria de lucha política no deben convalidar estos despropósitos. El país no se merece que se le cierren todas las puertas. Las del poder están cerradas o bloqueadas desde hace años. Por eso, en gran parte, estamos como estamos. No se debe, entonces, cerrar las puertas de una salida hacia la democracia, con los «Barbados» o mecanismos nada transparentes que son impulsados por el oficialismo, y auxiliados por instancias internacionales que buscan apaciguar los conflictos, lo que es algo muy distinto a solucionarlos. 

Por ende, se hace inevitable otra pregunta: ¿será que no queremos aprender? Todo es posible en este entramado de mentiras y disimulos que caracterizan a la hegemonía roja. Sin embargo, hay que resistir la tentación de resignarse ante el presente, de acomodarse a la conseja de que «esto es lo que hay», de conformarse con ser «realistas» y, por tanto, descartar por inviable todo lo que no se asimile a la cartilla de una transición perfectamente democrática. Un absurdo sí lo hay, porque para que haya una transición así, tiene que haber un fundamento de democracia efectiva y contrapesos auténticos, que no existen en el ámbito oficial de Venezuela.

Si el «Informe Bachelet» tiene razón, entonces lo de Barbados es una sinrazón. No hay que seguir dando vueltas para entenderlo. Cabría repetir la expresión de santo Tomás: ver para creer…

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