La explicación sobre el origen y profundización de las sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro deben buscarse en la decisión de la cúpula roja de desconocer abiertamente la ruta electoral como mecanismo democrático de resolución de diferencias. De los casi 20 años de “revolución de cartón piedra pintado de rojo”, solo en un corto período el país ha atravesado sanciones económicas de Estados Unidos y Europa. Las parlamentarias de 2015 con la victoria opositora marcaron un hito. Desde el momento de la proclamación de los 112 parlamentarios de la coalición MUD, comenzó un proceso de destrucción de la AN, partidos políticos, voto como herramienta eficaz del diálogo democrático y la transición del régimen que giró aceleradamente hacia un sistema mucho más autoritario, primitivo y violento. Frente a esta reacción hostil de Maduro, el país y la comunidad internacional no tuvieron más opción que actuar. En lo interno con la exigencia de un referéndum revocatorio establecido en la Constitución y grandes movilizaciones populares, mientras que en lo externo, se aumentó la presión diplomática para que se arribara a una solución pacífica a la crisis, mesas de diálogo, Vaticano y países amigos, por el lado de la zanahoria, y por el lado del garrote: sanciones, fuertes comunicados y más presión. A cada petición de respeto al Estado de Derecho, Maduro y Cabello respondían con más violencia: presos políticos, constituyente ilegal e inconsulta, en fin, una espiral de conflictividad que nos ha llevado a la peor crisis económica, migratoria y social de país alguno en América Latina.

Estados Unidos amenaza con más sanciones, pero al mismo tiempo ve con buenos ojos la iniciativa del Grupo de Boston y de la Unión Europea, en el sentido de buscar una solución política. ¿De qué depende que las sanciones sigan avanzando? En un 90% de que Maduro y sus aliados acepten elecciones libres, con un CNE equilibrado, observación internacional y habilitación de todos los líderes de oposición. Sin lugar a dudas, la llave de las sanciones, que he denominado autoimpuestas, la tiene el gobierno. Desafortunadamente para el país, pareciera que el régimen prefiere intentar revivir una especie de neoguerra fría, apoyado en Rusia, Turquía, Cuba y en menor medida China, que afrontar la responsabilidad de transitar hacia la democratización.

La presión externa por sí sola no solucionará la crisis. Los venezolanos debemos construir una salida, desde la presión popular, un proyecto alternativo de país y preparar una transición ordenada y estable, que implicará necesariamente una negociación, para el cambio político, con elecciones competitivas y reinstitucionalización.

@carlosvalero08


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