Una de las principales ofertas, si no la principal y más peligrosa de las que hace Gustavo Petro al electorado colombiano fue, y sigue siendo, convocar a una asamblea nacional constituyente, que no es más que la receta chavista para acabar con el Estado democrático tal y como ocurrió con Venezuela. Esta es la historia:

El mismo día de juramentarse Hugo Chávez llamó a constituyente, fue su primer acto de gobierno tal como está prometiendo hacer Gustavo Petro en Colombia para el supuesto de resultar elegido.

El 3 de agosto de 1999 se instaló la Asamblea Nacional Constituyente de Hugo Chávez y en ese instante se decretó la subordinación a ella de todos los poderes del Estado, de inmediato se emitió un primer “decreto constituyente” declarando en estado de reorganización los órganos del poder público y seguidamente se emitieron otros decretos, el primero fue respecto al Poder Judicial, al cual declararon en emergencia en un proceso de depuración que dirigió una “Comisión de Emergencia Judicial” la cual procedió a suspender a casi todos los jueces y llenar las vacantes sin mediar procesos selectivos con base en méritos. Seguidamente intervinieron el Congreso, suspendieron su funcionamiento al igual que de los órganos legislativos regionales y sus atribuciones las otorgaron a “comisiones legislativas” también arbitrariamente formadas.

Aquel tormentoso episodio se desarrolló con hordas en las calles apoyando al líder recién elegido presidente para vencer toda resistencia y tuvo como corolario nuevas instituciones con funcionarios designados a dedo y adeptas al movimiento político de Chávez, incluido al nuevo órgano ductor de la justicia, el fatídico y hasta ahora denominado Tribunal Supremo de Justicia al cual dotaron de una “Sala Constitucional” que ha sido una especie de monstruo que se ha tragado toda la institucionalidad democrática, al punto de que ha asumido y concentrado en ella misma las funciones jurisdiccionales y legislativas del Estado.

Así se armaron de las herramientas claves para el dominio que desde entonces ejercen haciendo leyes y dictando sentencias según sus conveniencias políticas y hasta personales; es el origen de todos los males que hoy padece Venezuela.

Quien quiera enterarse más a fondo de aquel tormentoso proceso le recomiendo un libro que escribí al respecto y donde lo detallo: El fruto del árbol envenenado. La constituyente como excusa para matar al Estado democrático (Editorial Palibrio).

Petro anuncia constituyente.

Gustavo Petro tiene actualmente posibilidad de ser ungido como presidente de Colombia en la segunda vuelta electoral a celebrarse el próximo 17 de junio, y él sin titubeos anuncia que convocará un proceso constituyente para hacer reformas en política, salud, educación, economía, entre otras áreas. Dice que el primer acto que dictará el primer día de su mandato será convocar a un referéndum para que el electorado responda a la pregunta: ¿Quiere usted convocar a una asamblea nacional constituyente en Colombia?

A Petro hay que preguntarle: ¿Necesita Colombia modificar su Constitución para mejorar esas áreas de la cotidianeidad? Claro que no, son temas manejables dentro del ejercicio de la administración pública, nada que no se pueda resolver con políticas serias, honestas, descontaminadas de la corrupción, con personal preparado, y en todo caso para implementarlo en vez de cambiar el texto constitucional bastaría con producir nuevas leyes ordinarias o modificar las existentes.

A Hugo Chávez no se le hizo nunca esa pregunta, todo aquel proceso corrió envuelto en una llamarada de hastío de la gente contra las perversiones de las élites políticas entonces dominantes; él solo ofrecía “cambiarlo todo” en un discurso que mezclaba gritos de venganza por las desigualdades sociales mantenidas y hasta ampliadas desde el poder. Las camarillas partidistas ejercían el gobierno cada vez más apartados del deber para con el pueblo, solo se ocupaban de mantener y engordar sus privilegios; entonces surgió el vengador que en sus discursos ofrecía “quemar en aceite las cabezas” de la dirigencia tradicional; que acabaría con la pobreza; que no habría más niños de la calle; que convertiría al país en una potencia agrícola e industrial, pero, para lograrlo tenía que hacer su constituyente, y nada ni nadie pudo detenerlo, las masas estaban embobadas; parte de la dirigencia de la “cuarta república” –como llamaba a la clase política– se le sumó y parte quedó paralizada, nadie tuvo fuerzas ni disposición verdadera para detenerlo, y allí están los resultados.

En Colombia también hay hastío de la gente ante las élites que por años y años han manejado el poder más para sus beneficios personales permitiendo la instauración de tramas corruptas en todas las instituciones y áreas de la vida pública; eso los ha llevado a la tragedia de años de guerra, de desigualdades. Ahora hay un “salvador” a imagen y semejanza del que desencadenó la horrenda destrucción de Venezuela.

¡Por amor a Dios, Colombia!

Pregunten a Petro cuál es la necesidad de cambiar la Constitución para hacer y ejecutar planes de mejor vivir de los colombianos, si es que su carta magna es el obstáculo para ello. Pídanle que exponga específicamente cuales serían los cambios que pretende con su propuesta constituyente, que las determine en un documento que firme como compromiso previo a la activación del artículo 374 de su Constitución.

Venezuela no necesitaba hacer una nueva Constitución, allí no radicaban nuestros problemas, así tampoco los de Colombia radican en la suya; solo es un discurso engañoso, populista, una excusa para hacerse de un poder absoluto, autoritario, dañino.


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