Venezuela se aproxima a un evento de dimensiones impredecibles.

No solo es la escasez de algunos productos o la hiperinflación, sino la sobrevivencia en general. Septiembre y octubre siempre han sido meses difíciles, en esta ocasión atravesaremos por un verdadero terreno minado, casi imposible poderlo superar sin que se produzcan hechos muy lamentables, más de los que ya hemos vivido, y eso no es poco decir.

Por esa razón, siento la obligación de hacer algunas advertencias, las cuales van dirigidas principalmente al oficialismo romántico (que todavía existe, pocos, pero los hay) y a la oposición que no hace negocios con la organización que dirige los destinos del país. Es decir, les escribo a los venezolanos sin distingo de militancia política que no son ni cómplices ni corruptos.

Meses de reflexión me impulsan a advertir lo que puede ocurrir si nosotros, los venezolanos, no actuamos con antelación.

Por eso deseo que estas líneas lleguen a personas con algún dejo de sensatez que todavía estén identificadas con el oficialismo, sean civiles o militares.

Entro en materia: en los últimos días hemos escuchado no solo las declaraciones de personeros del alto gobierno de Estados Unidos, Colombia y Brasil calificando a Venezuela de Estado fallido en manos de delincuentes que ostentan el poder. Lo mismo han dicho connotados venezolanos, dentro y fuera del país, que concluyen afirmando, en muchos casos, que estamos en puertas de una intervención militar por parte de los aliados.

Creo que la fuerza de los hechos y la dinámica internacional nos llevarán al momento en que, pasando por encima de amenazas y amedrentamientos, tengamos que salir todos a la calle, hasta del poblado más alejado del país, y lleguemos de nuevo a un punto de inflexión.

La peor etapa del régimen

El régimen está viviendo su peor etapa y, por supuesto, en la medida en que esa debilidad aumenta se incrementan sus amenazas. Cuando esto sea así, siempre tenemos que recordar que somos toda una nación frente a un grupo de delincuentes y cuando tomemos conciencia de ello, estaremos a las puertas del final de esta pesadilla. Sin embargo, solos no podremos, aunque eso no signifique sentarnos a esperar que la ayuda llegue.

¿Qué es lo mejor que podemos hacer?

Ser instrumento activo de nuestro futuro, con ello no solo nos ganamos el respeto propio sino el del resto de las naciones del hemisferio y del mundo.

Para nadie es un secreto que la situación por la que atravesamos como país es muy complicada y que el costo de revertirla será elevado. Pero si hay un lujo al cual no tenemos derecho es el de darnos por vencidos.

Todos, casi sin excepción, los discursos que llegan de la diáspora interpretan las palabras del senador Marco Rubio como una intervención militar segura, ubicándonos a nosotros, los venezolanos, como espectadores de primera fila. En lugar de alentar a los ciudadanos a ser actores de primera línea de nuestra propia libertad.

No podemos resignarnos a ser espectadores de primera fila. Como venezolano asumo frente a mi familia, mi país y frente al mundo mi rol de actor de primera línea en procura de nuestra propia liberación. Para ser consecuente con mi pensamiento, hoy invito a mis conciudadanos a sumarse a este elenco y convirtamos la palabra en acción.

¿Cómo pasamos de la pasividad a liderar el cambio?

Lo primero es observar bien nuestro alrededor, estudiar nuestras diferencias individuales. De allí estoy seguro que vamos a encontrar importantes herramientas de lucha. Los civiles tenemos el arma de la palabra y de la escritura, el poder del convencimiento con la razón de las ideas. Nuestras acciones deben ser las protestas organizadas, empleadas con coraje y determinación, de esa manera estoy seguro de que podremos llegar muy lejos guiados de la mano de la sensatez y del sentido común.

Después de allí, esos aliados que hoy están expectantes y que han registrado a Venezuela como un Estado fallido, comenzarán a actuar. Sin complejo de ningún tipo deberíamos agradecerlo.

Pero que se entienda muy bien: somos los venezolanos quienes debemos estimular la expulsión de la tiranía, no los vecinos.

El orden de los factores sí altera el producto

Hay en Venezuela en este momento histórico una excepción a la regla “el orden de los factores no altera el producto”, pues en medio de una dictadura mafiosa y narcotraficante no es lo mismo “votar para sacar al dictador” que “sacar al dictador para luego votar”.

Lo mismo sucede dentro de todo el proceso de liberación con ayuda internacional, pues entendemos que la preocupación de ellos es la misma que la nuestra. Son intereses distintos los que defendemos. El de nosotros es nuestra libertad y prosperidad; la de ellos, sus intereses geopolíticos que lógicamente también influyen en sus economías.

Los venezolanos  queremos salir de la narcotiranía y nuestros vecinos también quieren que salgamos de ella, como lo señalé antes, por intereses distintos pero coincidimos en la aspiración.   

Debemos repetir hasta el cansancio y que retumbe en los cuarteles que el costo que Venezuela tendría que pagar por delegar en manos de terceros nuestra propia libertad sería altísimo, en vidas, en territorio y en riquezas. Argumentos sobran que respaldan esta tesis.

Por eso es momento de mostrar el ímpetu que siempre nos ha caracterizado y veremos materializada esa ayuda que necesitamos; pero, repito nuevamente, tenemos que entender muy bien que para que el costo sea menor, ¡la decisión  tiene que ser nuestra!


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