El tapabocas mayor no es el de la secuela de la pandemia. La contención de la expresión de la sociedad venezolana llega por todos lados. Las ansias totalitarias no se refrenan en su expansión. Chocan cada vez con menos límites. Nada le importa al despotismo despiadado la Constitución. Ya lo sabemos. Nada al despotismo despiadado le importan los derechos humanos, como quedó evidenciado ante el mundo por el informe expuesto en la Organización de Naciones Unidas, por como padecemos a diario.

Cada día vamos escuchando del cierre de emisoras radiales en el interior del país. Los números son absurdos, hoy seis en una región, mañana cuatro en otra. Cada una que cierran es un golpe certero a la conciencia nacional. Hablar se va convirtiendo cada vez más en un alto peligro de vida. No digamos protestar. No más esta semana atacan, como ellos saben atacar tecnológicamente, a uno de los más difundidos portales noticiosos, que divulgan, además, opinión. Nos tienen cercados por todos lados. Al punto de que el respirar cuesta.

No es nuevo este proceso iniciado con el cierre de Radio Caracas Televisión. Con la compra y apropiación de periódicos y televisoras emblemáticos, con la censura impuesta a todos, a riesgo de clausura de los medios. Quienes declaramos, a quienes nos queda algún pequeño atisbo de decir algo por algún lado, nos vemos obligados a una cortante autocensura. Porque después la declaración no aparece y es mejor que salga con las palabras que se pueden oír a que no se difunda, desde luego. Emisoras, portales y televisoras sufren la persecución más inaudita. Solo falta el censor con nombre y apellido, de cuando Pérez Jiménez; hubo varios entonces. Pero ahora se desliza sin nombre ni apellido el control de los medios. Conatel se encarga de esa búsqueda diaria.

Los portales son bombardeados cibernéticamente. Al punto de que el bloqueo impide ingresar a este medio en el que usted no lee si no usa un fuerte desbloqueador. No hablemos de las protestas. Líderes sindicales presos por exigir derechos laborales que son derechos a la vida. Todavía tras las rejas de la tortura del Sebin el profesor Tarazona por señalar la presencia de la guerrilla colombiana en Venezuela, esa que han resaltado sin ambages los propios colombianos del nuevo gobierno de Petro y Petro mismo. Cuando vemos líderes de esas guerrillas que sufren atentados y son protegidos por el régimen despótico sin ocultamiento alguno. Después de las denuncias de Tarazona murieron en nuestro territorio al menos dos cabecillas de esas guerrillas con el misterioso silencio cobarde del régimen. Pero él sigue preso por decir la verdad. Esa que hoy en día en Venezuela no se puede decir.

Arrecian la censura y los cierres de medios y las persecuciones para hacer crecer el miedo. Para acallar voces disidentes, pero porque saben que se avecinan elecciones. Elecciones en las cuales los candidatos posibles desde ya tienen que luchar con el veto de los medios. Con las imposibilidades de la proyección de su pensamiento y sus planes. ¿Podrán ser libres las elecciones de este modo? ¿Se podrá avanzar en la conquista de los votantes porque dos días antes, para lavarse la cara ante un mundo que sabe cada vez más a ciencia cierta lo que nos ocurre en Venezuela, permitan aparecer como por arte de magos a algunos candidatos?

Sojuzgados, sometidos, opresos por un régimen canalla, cobarde e inescrupuloso como sabe bien el mundo, limitados para hablar, para manifestar, para comunicarnos libremente entre nosotros y para llevar más allá de nuestras fronteras opiniones y ocurrencias, nos costará más del doble remontar la cuesta electoral. Eso lo saben; por eso arrecian. Hay que persistir en la lucha, así sea con un redoblado boca en boca. Casa por casa, vecino a vecino, para transmitir el pensamiento no solo político, el pensamiento, el que sea. Las libertades de expresión y de opinión son también derechos humanos conculcados por el régimen del terror en este proceso de prolongación de su estadía en el poder. No lo olvidemos para que día a día nos opongamos también, combatamos, por todos los medios a nuestro alcance, sus formas.

 


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