Mejor me callo

No escribiré sobre lo que está pasando. No contaré cómo se liberó a Leopoldo López, tampoco relataré los planes que tenemos, quizá lo haga después. No puedo ocultar mi fascinación por la inventiva popular: que si era el 2, que si se adelantó, que si no se sabía, que si sí se sabía, que si falló por aquello o esto, que si Moreno, que si Padrino. Qué curiosidad, ¿nadie pregunta por Cilia Flores? Nadie. ¿Ustedes la han visto? ¿Qué sé yo que ustedes no saben, que no saben otros? Mejor me callo, converso con mis compañeros de batalla -contigo- sobre cualquier cosa que no tenga que ver con lo que hemos vivido. Mejor distraigo.

Mejor alucino desde la guarida.

Cuando el enemigo te escucha

En el cansancio, después del rigor del combate, nos recogemos y reflexionamos. Hablamos de cualquier cosa que nos distraiga y abstraiga. Vemos a los lados para olvidar o simplemente para sosegar el espíritu. Claro, cuando sabes que el enemigo te está escuchando, también los distraes o atraes, juegas con ellos y juegas -¿por qué no?- contigo mismo. Solo te digo una cosa a ti compañero de lucha, estamos a punto de joder al chavismo. A punto.

Hay que seguir.

La gritería digital

Fenómeno inaudito de la era digital el de la comunicación. Uno se sienta a escribir un tweet a solas, nadie a su lado, nadie enterado de lo que uno comunica o escribe, no hay interlocutor, no hay receptor del mensaje, escribimos, ni siquiera corregímos, eso sí, pocas palabras, reducción y síntesis, le damos a enviar y al instante estalla la algarabía, los gritos, los saludos, las bendiciones y una que otra mentada de madre. ¡Qué bolas! ¿Tanto frenesí por un comentario? Déjame, mando otro, y otro. A veces para jugar, a veces para reflexionar, a veces para cebar y sentir placer. Hablemos en el estadio digital, gritemos juntos, mordámonos, besémonos, toquémonos.

¿Like? ¿Te gusta? 

Delirio, desesperación, desahogo

En Venezuela, país histérico y en agonía porque está padeciendo una peste tiránica, la peor en la historia de las Américas: el chavismo, la situación de la comunicación digital es un delirio constante, una desesperación, una histeria, también un desahogo, no hay otro medio que el grito por las redes sociales para expresarse y como todo es rabia, histeria, desesperación, la usamos a diestra y siniestra, sin ningún cuidado, nos tocan la herida y lanzamos el aullido, el mordisco, lo que sea. ¿Qué decimos? Que somos una nación devorada por la angustia, solo eso.

Nos lo decimos a nosotros mismos.

Lo íntimo en el estadio

El momento que transcurre entre que se publica el tweet y la respuesta es asombroso, lo íntimo se convierte en estadio, en algarabía y empujón, decenas, cientos, miles, cientos de miles, millones de vistas, de comentarios, de opiniones, de insultos, de fascinaciones o de furias, expresiones que en la intimidad serían imposibles, que en el tú a tú jamás ocurrieran, que en la cercanía quizá ese alguien que responde o comenta no se atrevería a hacerlo. ¿Quién eres tú que me besas en la boca o me escupes? Sí, ¿quién eres?

¿Te conozco?

Mear fuera del peor digital

Respeto las rabias de otros y las entiendo porque también son mis rabias. No puedo ni evitarlas ni transformarlas, ni aspiro a hacerlo. En la era digital, el fenómeno inaudito de la comunicación es el que es, y quien pretenda cercenarlo o manipularlo mea lejos, muy lejos, fuera del perol. Twitter, Instagram, Facebook es como compartir la sobremesa, mostrar el antiguo álbum de fotos familiar en un estadio, y todos opinan, manosean, morbosean,  aniquilan, te lanzan al basurero o te dan un toque digital delicado y te dicen: existes. A veces me gustas, otras me disgustas, pero existes.

Déjamente tocarte digitalmente.

Entre el grito y el disparo

En mi caso, lo he dicho, no soy un opinador, soy un activista, un poeta inconcluso que en todo caso intenta luchar y lucha contra una tiranía, un venezolano que dedica su vida -como tantos más- a la libertad de su país. Uno más. He permanecido en el fragor de la batalla, no he cesado -ni cesaré- desde que el chavismo le pegó un tiro en la cabeza a mi amigo Jesus Mohamad Capote el 11 de abril de 2002. En aquel momento lo advertimos: Chávez es un criminal de lesa humanidad. Nadie nos paró bolas, nadie nos escuchó. Lo que advertimos hace años con reflexión y lógica, hoy es una agonía histórica, un holocausto, una maldita ruina. Por eso lucho, no solo opino. 

Porque entiendo que Twitter es solo un grito, no un disparo.

Todos estamos hartos, pero…

Para que la Operación Libertad funcione, para que logremos liberarnos de la peste chavista no bastará la gritería por Twitter, Facebook o Instagram, habrá que movilizar esos gritos en las calles. Lo sabemos: para que la Operación Libertad funcione depende de ti, de mí, de todos. Que si estamos hartos, agotados de tanto protestar para que no pase nada, claro que lo estamos, pero hay que seguir, porque sí están pasando muchas cosas, muchísimas, ahora más que nunca. Así como tú y yo estamos hartos, también lo está el presidente Juan Guaidó, Leopoldo López, María Corina Machado, Julio Borges, y muchos otros. Y siguen. Todos estamos hartos pero tenemos que perseverar si queremos liberarnos. La coalición militar internacional ya es un hecho, pero para que se active nos tiene que ver a todos hasta el último aliento luchando. Para que haya “cooperación” extranjera debe haber operación nacional. No lo olvides.

Hasta aquí esta alucinación, a seguir luchando.

Es ahora…


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