Frente a la tragedia venezolana nadie duda de que la comunidad internacional tiene un rol importantísimo en la vigilancia de los valores mínimos que impone la democracia y los derechos humanos. Pero no siempre ha sido así, no porque antes hubiésemos vivido en plena democracia, sino porque en Latinoamérica se condena o se premia dependiendo de la afinidad ideológica o no entre los gobiernos de turno.

Me preocupa que conociendo esta realidad haya mucha gente que deposita todas sus esperanzas en lo que afuera puedan decidir sobre Venezuela. Esto es grave, no solo para los cambios que necesita el país, sino para la dirigencia política que debe evaluar sus medios y estrategias de lucha, porque cada vez menos le generan a la población la confianza y la certeza  necesarias para siquiera pensar que puede haber una salida distinta a armar maletas o resignarse a morir en Venezuela.

Como clase política y como ciudadanos debemos considerar siempre todos los escenarios, uno de ellos es que nuestra región caiga de nuevo en manos de gobiernos populistas, que frente al drama nacional opten por el silencio y la complicidad que han reinado en gran parte del chavismo. Si hasta el momento la condena internacional no ha logrado que el gobierno ceda en sus intenciones de acabar con la democracia, imaginen lo que significaría un retorno al pasado reciente donde, por ejemplo, organismos como la Organización de Estados Americanos no representaban más que un club de panas.

No se debe sobredimensionar el apoyo externo, sin duda necesario pero a la vez frágil y efímero en una Latinoamérica que está a las puertas de nuevas configuraciones de poder y en un mundo en el que las potencias tienen varios frentes abiertos sin resolver. No podemos hundirnos ni en la dependencia de quien cree que no hay otra cosa que hacer más que esperar o en la resignación de aquel que cansado de esperar se entrega. Eso significa dejar de creer que nosotros somos capaces, eso significa disgregarnos porque si no hace falta luchar no tiene sentido estar unidos, eso significa darnos por derrotados y con tantas razones para seguir esa tampoco es una opción. Ojalá lo entendamos pronto y comencemos a actuar.

@BrianFincheltub


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